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- CRAP
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- Episodio
6:
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- EQUIPO
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- La ciudad se desdibujaba en la llovizna fría y
silenciosa que caía desde el amanecer. Se
deslizaba por el césped corto y cuidado hacia
los senderos empedrados, fluía con un susurro
melancólico hacia los límites del inmenso
predio cercado por árboles altos e indiferentes.
Boss hundió las manos en los bolsillos de su
campera de cuero y entornó los ojos. A su
derecha Rover, vestido de negro y con la mirada
siempre oculta tras sus lentes, parecía una
estatua esculpida con demasiado detalle. Los dos
habían permanecido junto al auto en la estrecha
calle pavimentada que llevaba desde la entrada
hasta ése, el sector más reservado del
cementerio privado. A pocos metros de ellos, en
medio del verde vacío de árboles y delante del
rectángulo de tierra desnuda y recién removida,
Slash tocaba el violín mientras Trash y Run lo
escuchaban con las cabezas gachas.
- El agua se deslizaba por el pelo y la piel de
Slash, la cara alzada y los ojos cerrados
mientras tocaba; cubría el violín, saltaba ante
los movimientos cambiantes del arco. La lápida
chica, de piedra blanca, no tenía ninguna
inscripción. Nadie más que ellos sabría quién
había sido enterrado ahí. Trash alzó la vista
cuando la música cesó, y desde su posición
Boss pudo advertir cómo se alzaban sus hombros
cuando suspiró.
- Slash avanzó otro paso y hundió una rodilla en
el barro, la cabeza baja y el violín apretado
contra su pecho. Run suspiró también, meneó
apenas la cabeza y volvió la espalda a la tierra
removida y la lápida silenciosa. Boss advirtió
el brillo inusual de su mirada cuando dio el
primer paso hacia el auto, aunque su expresión
no delataba ninguna emoción cuando llegó junto
a él. Miró brevemente por sobre su hombro a los
otros dos y enfrentó a Rover con un rápido
cabeceo. Rover alzó las cejas y subió al auto
sin decir palabra. Run se volvió entonces hacia
Boss.
- Volvé con él si querés, yo prefiero
caminar dijo, y su acento era el de
siempre, sereno y firme, increíblemente cálido
para ese lugar y esas circunstancias.
- Boss sacudió la cabeza. Si no te molesta,
prefiero acompañarte.
- El otro se las compuso para esbozar una sonrisa
fugaz y asintió. Desde el asiento posterior del
auto, Rover alzó apenas una mano a modo de
saludo e indicó al chofer que arrancara. Run
esperó hasta perderlo de vista antes de dar el
primer paso hacia la salida. Boss vaciló,
cabeceando en dirección a los otros dos. Su
compañero meneó la cabeza y lo instó a
seguirlo. Boss miró por última vez la tumba y
las dos figuras bajo la lluvia. Una inclinada, la
cara oculta por la sedosa mata de pelo oscuro,
envuelta en su sobretodo negro. La otra menuda,
erguida, las manos en los bolsillos y los ojos
tras el flequillo rojizo fijos en los árboles
más cercanos, mirando sin ver. Echó a andar
recordando alguna conversación que tuviera con
Run sobre lo sucedido a Kao. Los otros dos se
echaban mutuamente la culpa de que el chico
recibiera esa herida en la cabeza, pero era sólo
una fachada: en su interior, cada uno se
atribuía a sí mismo la culpa de lo ocurrido. Se
dijo que tal vez ahora, ahí, pudieran dar por
terminada esa disputa inútil que los enfrentara
durante los dos meses que durara la agonía de
Kao.
- Esta noche vamos a voltear el laboratorio.
- La voz de Run lo arrancó de sus cavilaciones y
lo enfrentó un poco sorprendido. Run asintió.
Y vos y yo vamos a tener que encargarnos
de cuidar a esos dos para que no hagan locuras.
- Boss vio que cabeceaba hacia atrás y asintió
también.
- Ya sabés que a Kao lo hirieron cuando
todavía estábamos atrás de García. La
historia completa es que García llevaba algunas
cuentas del Cartel. Este laboratorio es uno de
varios y no son fijos, los mudan cada tres o
cuatro semanas por seguridad, pero igual
necesitan cubrirse para que nadie meta la nariz;
para eso tienen arreglos con varios funcionarios
municipales y nacionales, y era García el que se
encargaba de pagarles. Fuimos atrás de él para
conseguir los registros internos de esos
sobornos. Ahora vamos a voltear uno de los
laboratorios, y a todos los que estén a cargo
Run entornó los párpados, los ojos verdes
fijos en los edificios borroneados por la lluvia.
Ya llegaban a la salida del cementerio.
Esta noche no vamos a dejar a Slash atrás para
monitoreo. Tenemos que salir los cuatro para
hacer todo más rápido. ¿Te crees capaz de
frenarlo si fuera necesario?
- El otro asintió sin vacilar. Los labios de Run
se movieron en algo que no llegó a ser una
sonrisa y respiró hondo sin mirarlo.
- También están los Sterne se detuvo
antes de salir a la calle, la vista perdida ahora
en el tránsito de la avenida. Una noche
jodida, eso es lo que nos espera...
-
- * * *
- Así que fueron ellos...
- Un hombre joven, de no más de 32 o 33 años, se
detuvo frente a la enorme ventana, en lo alto de
un lujoso edificio comercial, desde donde veía
buena parte del puerto de la ciudad. Alto, rubio,
de facciones agradables aunque endurecidas, sus
ojos azul oscuro se movieron por lo que se
adivinaba de la zona de diques; una sonrisa
aviesa torció la boca de labios finos. Detrás
de él, hundido con indolencia en un sillón,
ambos brazos estirados sobre el borde del
respaldo, otro hombre apenas menor que él
asintió con una risita, haciendo que el
cigarrillo temblara entre sus labios. Igual que
su compañero, vestía ropa informal cara.
- Y nos siguieron. Hoy o mañana los tenemos
de visita.
- El rubio giró hacia él, siempre sonriendo; el
pelo le caía lacio por debajo de los hombros.
Iba a hablar cuando el sonido de un teléfono
celular lo interrumpió. El otro se estiró hasta
la mesita donde apoyara los pies junto al aparato
para atender y cortó luego de murmurar un par de
palabras. Enfrentó al rubio alzando las cejas.
- Hora de trabajar. Papá sale a almorzar.
- El rubio lo detuvo antes de que dejaran la amplia
oficina.
- Tenemos que recibirlos como corresponde.
Pero no sé adónde nos van a querer esta noche,
con lo del agasajo ese...
- El otro le guiñó un ojo detrás del flequillo
castaño, largo y encrespado, que le rozaba la
punta de la nariz. Era atractivo, y sus ojos
oscuros tenían un destello entre burlón y
travieso. Ni hablar. Dejámelo a mí.
-
- * * *
- La botella de cerveza pasó junto con los
cargadores de la mesa al sillón. Los cigarrillos
pasaron en sentido inverso junto con los delgados
brazos metálicos de los intercom. A pesar de los
distintos ruidos que hacían los cuatro al
moverse mientras revisaban el equipo que
llevarían, el silencio se imponía hacía horas
en toda la casa. Boss notó que Slash y Trash
intercambiaban cosas sin mirarse, pero sin
agresividad tampoco. Los dos estaban demasiado
concentrados en lo que hacían para perder tiempo
en alzar la vista o decir algo.
- Habían vuelto del cementerio pasado el
mediodía, varias horas después que Run y él.
Calados hasta los huesos, con expresión ausente
los dos, ni siquiera necesitaron discutir como
cada día sobre quién se ducharía primero para
echar fuera el frío. Trash había ido
directamente a su pieza y al baño, Slash había
ido a guardar su violín y había esperado su
turno tomando café en la cocina.
- Imposible imaginar si habían hablado y qué
desde que los dejaran solos frente a la tumba de
Kao. Lo que saltaba a la vista era que cualquier
diferencia había quedado a un lado, al menos de
momento, y que ambos parecían haberse puesto de
acuerdo en contener su ansiedad para preparar la
salida de esa noche.
- Cuando el reloj de la cocina dio las once, los
cuatro salieron en silencio hacia el garage
llevando cada uno su parte del equipo. Run se
sentó al volante de la van e indicó a Trash que
fuera a la parte de atrás para ayudar a Boss a
acomodar todo. Slash no prendió la radio sino
otro cigarrillo, y se acodó en la ventanilla
baja a la derecha de Run mirando hacia fuera. En
pocos minutos pasaban el Parque de la Paz y se
hundían en el tránsito de una avenida hacia la
zona de cines y restaurantes, la más concurrida
de la ciudad a esa hora.
- Estoy seguro que era Tobías gruñó
Slash de pronto.
- Run lo miró de soslayo sin dejar de atender al
tránsito.
- Él y John asintió. Krazler
no va estar, al menos advirtió la mirada
interrogante del otro. Hoy hay una fiesta
en la embajada de Francia, Méndez lo va a
llevar, como a todos los eventos sociales.
- Últimamente anda mucho en el ambiente
político...
- Run frenó en un semáfaro arqueando las cejas.
Quiere una banca.
- Slash se retrepó en su asiento al escucharlo,
inclinándose incrédulo hacia él.
- ¿De dónde sacaste eso?
- El otro no respondió, ocupado en doblar sin
atropellar a los vendedores que se movían entre
los vehículos detenidos, y Slash entendió que
no tenía que insistir.
- La van quedó sola por rara ocasión, escondida
en una calle angosta y mal iluminada a doscientos
metros del laboratorio. Se separaron en la
esquina y Slash y Boss se apuraron por un
callejón transversal hacia una de las salidas de
emergencia, mientras Run y Trash entraban al
edificio vecino.
-
- * * *
- Boss espió por sobre su hombro, pero no pudo
distinguir nada en la oscuridad de la
habitación. Un chasquido apenas audible a sus
espaldas le indicó que Slash acababa de retirar
el seguro del detonador. Bien, sólo restaban dos
de las seis habitaciones que ocupaba el
laboratorio. En ese momento adivinó más que
escuchar un rumor a su izquierda, de la parte del
corredor que dejaran atrás. Se apretó contra el
marco de la puerta entornada, toda su atención
concentrada en dirección al hueco de la escalera
que los llevara hasta ahí. El roce en su brazo
no lo distrajo, la silueta negra de Slash surgió
junto a él de la nada y siguió la dirección de
su mirada.
- Apurate siseó Boss, sin apartar la
vista del extremo del corredor.
- Por toda respuesta Slash se deslizó como una
sombra hasta la puerta siguiente. Boss
retrocedió tras él. Cuando se detuvo volvió a
escuchar el mismo rumor. O estoy demasiado
paranoico, o alguien se está moviendo ahí
atrás tratando de no hacer ruido. Pensó en
avisarle a Slash por el intercom, pero descartó
la idea de inmediato: un susurro podía delatar
su posición. Avanzó hacia la escalera con
sigilo, el rifle contra su hombro, listo para
dispararle a cualquier cosa que se moviera.
Apagó el auricular para cerciorarse de que
ningún sonido señalara su presencia.
- Slash salió del anteúltimo laboratorio y se
tragó su opinión al distinguir la silueta de su
compañero a más de seis metros, aunque se
permitió gruñir al comprobar que además se
había desconectado. ¡Pedazo de boludo!
¿Este pibe no va a aprender nunca a laburar en
equipo? Cruzó el corredor en dos pasos y
entró al último laboratorio con el diminuto
explosivo ya listo en sus manos. Sacó el
protector del adhesivo, pegó el artefacto bajo
la primera mesa, se inclinó para retirar el
seguro. El click que escuchó junto a su
oreja era inconfundible: el seguro de un arma al
ser retirado. Se irguió lentamente, las manos
apenas separadas de su cuerpo. Después giró.
- Hola, violinista.
- Consiguió transformar toda su furia en una
sonrisa burlona y enfrentó al hombre vestido de
negro como él, aunque con ropa de calle. Volver
a encontrar esos ojos brillantes tras el largo
flequillo crespo, volver a sostener la mirada
burlona sin saltarle encima exigió de Slash un
verdadero esfuerzo. Pero pudo controlarse, a
pesar de la oleada de calor que le golpeó la
cara y la agitación que se apresuró a dominar.
- Tobías. ¿Haciendo horas extra?
- El otro largo una risita que bien podría haber
sido de Slash.
- Nop. Sólo esperándolos. Como ayer nos
seguiste desde el puerto, me imaginé que en
cualquier momento pasaban a saludar.
- Slash lo evaluó rápidamente, sin apartar sus
ojos de los de él. Si hubiera querido matarlo ya
lo habría hecho, así que no tenía ningún
apuro: Tobías quería jugar un rato antes. A
pesar del arma apuntada a su cabeza, Slash se
apoyó contra el borde de la mesa tras él y se
cruzó de brazos sonriendo e costado.
- No veo balde ni copas. Estuviste flojo.
- Tobías se apoyó en la mesa de enfrente. Bajó
un poco el arma, ahora apuntándole al pecho, la
otra mano en el bolsillo
- Siempre tan ansioso. Para un brindis
tienen que estar todos los invitados.
- Ahora fue Slash el que largó la risita, y alzó
la mano para mostrarle varias llavecitas
metálicas, los seguros de los explosivos.
- ¿Podremos brindar en menos de tres
minutos? No me gusta el champagne hervido...
- Tobías rió divertido y tiró a los pies de
Slash cuatro de los seis explosivos desactivados.
El otro reconoció las marcas de cada uno de un
vistazo. Eso era lo que escuchó Boss. Venían
atrás nuestro sacándolos. ¡Pedazo de boludo!
¡Ojalá haya abierto el audio de nuevo!
- Hum murmuró, siempre mirando al
otro de lleno a los ojos.
- Con un movimiento demasiado rápido y sorpresivo
para que Tobías lo impidiera, su mano sacó el
seguro del artefacto que acababa de pegar.
Tobías no se podía acercar a sacarlo sin
pararse al lado de él, y no era tan tonto para
hacerlo: Slash acechaba la menor oportunidad de
romperle el cuello.
- ¿Y ahora? terció Slash, tirando el
seguro junto a los explosivos.
- Tobías meneó la cabeza sonriendo.
-
- * * *
- Dos guardias frente a la puerta externa de la
escalera, seis hombres de traje y delantal blanco
en la sala de reuniones del último piso. Slash y
Boss ya habían entrado y anulado el sistema de
alarma y el circuito cerrado de vigilancia. Run y
Trash saltaron desde la terraza del edificio de
al lado y se escondieron detrás de un tubo de
ventilación de casi medio metro de diámetro. Un
minuto después alcanzaban sin ruido el corredor
alfombrado de la sala de reuniones, los guardias
enfriándose junto a la puerta de la escalera.
Una luz suave, color marfil, caía desde el techo
sobre plantas y cuadros, aunque la recepción a
la que se abrían los ascensores estaba a
oscuras. Se aplastaron contra la pared, uno a
cada lado de la puerta, y Trash alzó la vista
para ponerse de acuerdo con Run. Pero no
encontró su mirada. Los ojos de Run se habían
fijado tras ella, en el final del corredor. Miró
con él y asintió con un breve cabeceo. Ella
también acababa de escuchar el rumor: había
alguien ahí, en el hall sin luces. Y tal vez
más de un guardia.
- Run la miró un momento, sopesando la situación.
Seis desarmados tras la puerta, al menos uno
armado a pocos metros. Pero Trash no le dio
tiempo a decidir nada y se alejó agachada,
siempre contra la pared, la Magnum con
silenciador y sin seguro lista. Run no perdió
tiempo y entró a la sala de reuniones.
- Trash se detuvo al escuchar los primeros gemidos
ahogados. Prestó atención a su auricular, su
compañero todavía no había terminado, encajó
las mandíbulas al oír un siseo delante de ella,
no atrás. Se acuclilló, la espalda contra la
pared, y escrutó las sombras de la recepción.
El corredor terminaba en un ángulo del ambiente,
que se abría hacia su izquierda. Podía haber un
batallón ahí escondido y no tenía forma de
descubrirlo. Pero no tenía demasiada lógica que
hubieran dejado asesinar a los jefes del
laboratorio. A menos que... Avanzó dos
pasos y se pegó a la pared de enfrente. A
menos que esto lo hayan armado los Sterne.
- Sabía que lo mejor era esperar a Run, pero si
ahí en ese hall había uno o más de los Sterne
no podía perder tiempo. Pulsó su clave sonora
para que Run supiera que iba a adelantarse y
saltó dentro de la recepción.
- El fogonazo silencioso iluminó el ambiente y
todo el mobiliario. Trash alcanzó a agazaparse
detrás del escritorio que había junto al
extremo que se abría al corredor y apretó los
dientes sujetándose el brazo izquierdo contra el
costado. Respiró hondo y se asomó por el
costado del escritorio. Una bala se aplastó
contra la pared a dos centímetros de su cabeza.
Disparó a ciegas, volvió a esconderse. Los
ruidos le dijeron que eran al menos dos los que
estaban ahí emboscados. Se mantuvo muy quieta,
concentrándose en situarlos por sus rumores. Uno
estaba del lado del ascensor, casi detrás de
ella. El otro atrás de los sillones, la pared de
enfrente a la del escritorio. Le pareció
escuchar un siseo en el pasillo. Cerró los ojos
dominando una punzada aguda de dolor. Obligó a
su mano izquierda a cerrarse en torno a la 22 que
llevaba por las dudas. Le sacó el seguro y la
amartilló sin ruido. Contó hasta tres, se
levantó al llegar a dos y disparó ambas
pistolas a la vez, girando de inmediato hacia el
que estaba a su izquiera para volver a disparar.
Pero no hizo falta. Un silbido junto a su hombro
y un gemido frente a ella le indicaron que Run
acababa de matar al tipo por ella. Giró hacia el
corredor para agradecérselo.
-
- * * *
- En la habitación vecina a la sala de reuniones
había una terminal prendida. Run conectó el
disco y buscó a toda velocidad la información,
empezando la descarga. Trash se había adelantado
sin esperarlo y el sonido de los disparos había
llegado amortiguado pero inconfundible hasta él.
Ahora no escuchaba nada, ni siquiera la
respiración de la chica por el intercom, y eso
no era bueno. Se aseguró de que la descarga de
datos avanzaba bien y volvió a la sala de
reuniones, pegándose contra la puerta y
conteniendo el aliento en un intento vano de
escuchar cualquier rumor. En ese momento sintió
el click del auricular.
- Todo limpio acá.
- Run chequeó la carga de su 9mm. ¿Todo limpio?
La voz de Trash había sonado un poco agitada, un
gruñido hosco, y ella jamás usaba tres palabras
cuando una, "listo", alcanzaba. Sujetó
el picaporte y lo hizo girar lentamente, sin
ruido. Pero en ese momento la puerta se abrió de
un golpe brusco, haciéndolo saltar a un costado.
Run se irguió en el hueco, el arma lista
apuntando al pasillo, y contuvo una exclamación.
- Ahí estaba Trash, sujetándose el brazo
izquierdo que sangraba por encima del codo,
mirándolo con las mandíbulas apretadas y los
ojos fulgurantes. Y junto a ella, apoyando el
cañón de un 38 contra su sien, un hombre alto y
pálido de sonrisa burlona.
- John murmuró.
- Tanto tiempo, rubio dijo alzando las
cejas. Vamos, Tobías nos espera con el
violinista abajo. Y ahora que los tenemos a los
tres, nos vamos a divertir un poco, ¿eh?
- Run tiró la 9mm al suelo y salió en silencio,
ignorando la mirada de desconcierto de Trash al
verlo rendirse con tanta facilidad.
- John los llevó por el corredor hasta la
recepción y llamó los ascensores. Después
prendió un cigarrillo con gesto indolente,
convidando a Trash, que se negó con una mirada
fiera.
- Una pena lo del chico, lo supimos hace
poco comentó el tipo apoyándose en la
pared junto a los botones de los
ascensores. Y parece que no funcionan tan
bien ahora que son trío, ustedes. Creí que nos
iba costar un poco más.
- Run no se inmutó al escucharlo, pero Trash tuvo
que hacer un esfuerzo para tragarse su sorpresa.
Recién entonces entendió por qué su compañero
no había puesto la menor resistencia. No
terminaba de adivinar cómo, pero los Sterne no
sabían nada de Boss, y él había conseguido
evitar que lo descubrieran cuando Tobías atacara
a Slash.
- Uno de los ascensores se detuvo entonces frente a
ellos y las puertas se abrieron con un zumbido
breve. John les indicó que subieran primero,
apagando el cigarrillo sobre la alfombra del
hall. Pero en el momento en que daban un paso
dentro de la caja metálica, todo el edificio
tembló y se sacudió desde los cimientos. Run
saltó hacia atrás, arrastrando con él a Trash,
en el instante en que la alarma se activaba y las
puertas del ascensor se cerraban con un chasquido
seco. John se irguió enseguida frente a ellos
apuntándolos, aunque sus ojos se habían
desviado hacia la escalera, el ceño fruncido con
una expresión de duda. Los otros dos
intercambiaron una mirada de inteligencia.
-
- * * *
- Slash entreabrió los ojos aturdido, pero no
conseguía reconocer ninguna forma a su
alrededor. Todo era humo y polvo de escombros,
que le entraban por la nariz y la garganta,
sofocándolo. Se llevó una mano a la cabeza
dolorida, aunque enseguida reparó en las
punzadas que subían desde su pierna. Estaba
tendido de espaldas en el piso, y haciendo un
esfuerzo consiguió arrastrarse hacia atrás unos
metros, hasta que su espalda chocó con algo que
debía ser los escombros de una pared interna. El
aullido de la alarma atronaba el espacio, y los
aspersores del techo tiraban en vano su lluvia.
- Se incorporó a medias, apoyado en un codo, para
revisarse la pierna. Al ver la herida de bala las
imágenes de los instantes previos a la
explosión volvieron a su memoria: Tobías lo
había empujado a un costado para inclinarse
junto al explosivo activado, y cuando él quiso
saltarle encima, el Sterne le había disparado a
la pierna, derribándolo y desentendiéndose de
él. Pero lo siguiente todavía resultaba confuso
para él. Había visto a Tobías salir corriendo
al comprender que no tenía tiempo de desactivar
la bomba, pero alguien más había aparecido
entonces, había sacado el artefacto y se lo
había llevado. No muy lejos, a juzgar por el
desastre que ahora lo rodeaba, aunque de todos
modos parecía demasiado desastre para que
la explosión hubiera sido de una sola de sus
bombas.
- Entonces se acordó de Boss, y rió entre dientes
mientras se rasgaba la polera para hacerse un
torniquete en la pierna. El chico tenía encima
el juego de explosivos de emergencia que habían
preparado. Y aunque Slash no se imaginaba cómo,
era evidente que Boss se las había ingeniado
para reemplazar los que Tobías había sacado y
además llegar a tiempo para sacar el del
laboratorio en el que él había quedado tirado.
- En ese momento escuchó pasos de varias personas
que se acercaban corriendo, y un par de disparos.
Una de las personas siguió corriendo hasta
llegar a la habitación destruida donde él
estaba, y Slash reconoció la sombra menuda de
Trash donde antes había estado la puerta.
- Acá le indicó, alzando una mano.
- La chica se apuró hacia él mientras en lo que
había sido el pasillo se escuchaban tres
disparos más. Entonces Slash vio la sangre en el
brazo de su compañera. Ella le echó un vistazo
a su pierna.
- ¿Podés caminar?
- Si me ayudás.
- Trash pasó su brazo sano por la cintura de Slash
y tiró de él hacia arriba, después lo sostuvo
hasta el hueco de la puerta, que ahora estaba
tirada y quebrada en medio del corredor, y lo
hizo apoyarse contra lo que quedaba de pared. El
humo y el polvo ya eran asfixiantes y no se veía
nada a más de medio metro. Pero ya no se
escuchaban disparos.
- ¿Tobías? preguntó Trash en un
susurro.
- Se escapó, por supuesto gruñó
Slash, tapándose la cara con la manga y ahogando
un acceso de tos. ¿Y ustedes? ¿Qué les
pasó?
- John. Zafamos pero bajó atrás nuestro y
nos venía tirando a matar. Run se quedó cerca
de la escalera a esperarlo.
- ¿Y nosotros que esperamos acá? ¿Ver
quién llega primero y vivo?
- Trash lo miró de soslayo y respiró hondo
desviando los ojos de nuevo hacia la escalera.
Slash consiguió inclinarse sin caerse y sacar la
9mm que llevaba sujeta al tobillo de la pierna
sana. La empuñó sacándole el seguro y cabeceó
hacia donde quedara Run.
- Vamos. Todavía nos queda encontrar a
Boss, y espero que no en pedacitos.
- Se adelantaron con lentitud, pegados a las
paredes de la derecha. En tres de las
habitaciones del laboratorio había fuego, y
empezaban a escuchar las sirenas de bomberos y
policías en la calle, acercándose al edificio.
Realmente tenían que apurarse si no querían
quedar atrapados entre fuego y uniformes.
- Avanzaron un poco más, lentamente, hasta que
distinguieron un poco más adelante la sombra de
lo que parecía una persona inclinada sobre otra
caída. Se detuvieron y Trash hizo que su
compañero se apoyara contra la pared humeante.
- Dame el arma y esperame acá.
- Slash obedeció gruñendo, pero en ese momento la
persona se irguió cargando el cuerpo y avanzó a
paso rápido hacia ellos. Trash le apuntó sin
vacilar, la mano de Slash sobre el arma la
obligó a bajarla. Run llegó con ellos con Boss
desmayado en brazos y cabeceó hacia el otro
extremo del corredor.
- La salida de emergencia dijo
solamente.
- Alcanzaron la calle antes de que el edificio
fuera cercado por los bomberos y nadie los vio
alejarse por una calleja oscura hacia la van
escondida. Ahí Run dejó a Boss en la parte de
atrás e indicó a los otros dos que lo
atendieran. Trash vio que se disponía a volver
al edificio y lo detuvo con una mirada
interrogante.
- El zip con los datos. No podemos dejarlo
ahí, y hay que quemar esos cuerpos
contestó él, y volvió a alejarse a todo
correr.
- Trash se tragó un suspiro y cerró las puertas
traseras de la van. Slash ya revisaba a su
compañero desmayado, descubriendo el golpe en la
cabeza que lo dejara sin sentido, además de la
multitud de raspones superficiales que le habían
dejado la ropa toda rasgada. Era obvio que no
había podido alejarse lo suficiente de las
explosiones. La chica se sentó frente a él,
Boss entre ellos, y lo enfrentó alzando una
ceja.
- Este boludo casi se muere por salvarme
gruñó Slash por toda respuesta.
Pedazo de infeliz. Nunca va a aprender a laburar
en equipo.
- De... nada...
- Slash bajó los ojos sorprendido y encontró la
mirada vidriosa tras los párpados entornados.
Trash se permitió una risita.
- Por suerte tenés la cabeza dura
dijo, sosteniendo la toalla mojada contra
el chichón que iba creciendo atrás y un poco
más arriba de la oreja izquierda de Boss.
- Él consiguió sonreír apenas volviendo a cerrar
los ojos. En ese momento Run subió al asiento
delantero de la van y la puso en marcha,
estirando hacia atrás un brazo con dos objetos.
Trash los recibió sorprendida; no sólo había
recuperado el disco: también había traído de
vuelta su Magnum.
- ¿Adónde vamos? preguntó Slash,
viendo que Run tomaba el camino contrario a la
casa.
- A lo del Turco a que los atienda un poco.
Entre los tres no hacen uno.
- Slash se deslizó junto a él en el asiento
delantero y prendió la radio y un cigarrillo.
- ¿Y John? intervino Trash desde
atrás, acomodando una campera bajo la cabeza de
Boss, que le agradeció con otra sonrisa pálida.
- Se escapó alcanzó a contestar Run
antes que Slash empezara a cantar a todo pulmón
según su costumbre.
- Piedad... murmuró Boss frunciendo
el ceño. Por qué... saqué esa...
bomba...
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