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CRAP
Episodio
5:
STERNE
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![](trash-1.jpg) |
- La camioneta surgió de la nada , bajando a la
calle desde uno de los senderos peatonales del
Parque de la Paz. Slash alcanzó a frenar al
tiempo que volanteaba, y la vio perderse más
allá de la autopista tratando de recuperar el
aliento.
- ¡Pedazo de pelotudos! masculló
todavía agitado, los nudillos blancos apretando
el volante. Entonces le pareció escuchar, a
través de la música y el sobresalto, un gemido.
- Tornó a mirar el sendero de donde apareciera la
camioneta. Había algo ahí tirado, en medio del
camino a la sombra de los árboles.Y ese algo se
movía como una persona que trata de arrastrarse,
y gemía roncamente. Saltó de la van y corrió
en esa dirección, imaginando que los de la
camioneta habían atropellado a alguien y huído.
Era un chico que no llegaba a los 18 años,
tirado boca abajo, y Slash ahogó una
exclamación al ver el charco de sangre que lo
rodeaba. Se agachó junto a él y lo tendió boca
arriba, sosteniéndole la cabeza mientras buscaba
el origen de la hemorragia. El chico fijó en él
los ojos desorbitados, tratando desesperadamente
de hablar.
Lina... balbuceó aferrando la
camisa de Slash, que en ese momento advirtió la
herida en forma de estrella en su costado
Lina... ellos...
¿Se la llevaron? completó Slash
sujetándole un brazo y exponiéndolo a la luz. Y
sí, ahí estaban las marcas, un confuso mapa de
pequeños hematomas en la parte interna del codo
y el antebrazo. El chico asintió, gimiendo
cuando Slash pasó un brazo bajo sus piernas y lo
levantó.
Esto va a doler, hermanito gruñó
él, retrocediendo apurado hacia la van. Sentía
la sangre hervir dentro de su cuerpo, y el
esfuerzo de contener su furia hacía que le
zumbaran los oídos. Acomodó al chico en la van
lo mejor que pudo y arrancó, saliendo a toda
velocidad al tiempo que prendía su
celular.
¡Atendé, mierda! masculló pasando
de largo una luz roja. Pero la p... Viejo,
al fin... Prepará todo... No, ninguno de
nosotros, allá te explico.
Tiró el celular sobre el panel y sujetó al
chico al doblar en una esquina sin aminorar la
velocidad, acelerando aún más apenas la van se
acomodó en la calle transversal.
-
- ***
- Run chequeó la hora con disimulo mientras
deslizaba el cd de Rover en la laptop y prendía
la televisión en el comedor oscurecido. Rover
explicó con pocas palabras de quiénes eran las
caras en pantalla y que ellos cuatro tendrían
que interceptar un desembarco de cocaína sin
procesar en el puerto la noche siguiente.
- El embarque entra a la mañana
siguió Rover, pero no lo pueden
retirar en pleno día. Es de suponer que vayan
entre medianoche y las cuatro, antes que lleguen
los primeros estibadores.
¿Y van a pagar ahí mismo?
inquirió Trash desde el sillón
grande.
Rover asintió. Los cobradores no pueden
dejar el puerto, pero a los otros tienen que
seguirlos.
El laboratorio terció Boss, parado
como siempre detrás del sillón que solía
ocupar Run en esas ocasiones, aunque ahora el
otro estaba sentado a la mesa, operando la laptop
en ausencia de Slash. Rover lo enfrentó con otro
cabeceo afirmativo. No pueden tocarlos
hasta averiguar dónde la procesan.
Boss se dijo que era curioso cómo Rover no
precisaba poner fin explícitamente a las
reuniones, y sin embargo nunca quedaban dudas de
cuándo terminaban. Se dirigió a la cocina a
servir café, escuchó la puerta del corredor
indicando que Trash había dejado el comedor.
Cuando llevó las tazas a la mesa vio que Rover
miraba brevemente a Run cabeceando hacia el hall.
El otro lo siguió en silencio.
Se suponía que tenían que permanecer
inactivos al menos un mes dijo el hombre
apenas la puerta se cerró entre ellos y el
comedor.
Run se limitó a sostener su fría mirada
hundiendo las manos en los bolsillos. Rover
arqueó las cejas casi ahogando un suspiro.
Sé que asumís toda la resposabilidad por
lo de esa disco, Paradiso. Sólo esperamos que no
vuelva a pasar. Una de tus funciones es frenar
sus ímpetus.
Run amagó a responder, pero la puerta de calle
abriéndose lo interrumpió. Slash frenó en seco
al encontrarlos ahí, pero enseguida los esquivó
para seguir hacia el comedor. Los otros dos lo
siguieron de inmediato. Si la escasa luz no les
había permitido ver bien la sangre que manchaba
toda su ropa, el olor había bastado para que
supieran que era mucha.
¡Mierda! ¿Qué te pasó? exclamaba
Boss cuando entraron tras él.
Slash lo esquivó a él también, cruzando el
ambiente en dos pasos hacia la heladera, sacó
una cerveza y tomó un largo trago de la botella
antes de enfrentarlos. Además de estar cubierto
de sangre, a todas luces ajena, la furia
contenida que delataba su expresión mantuvo a
los demás en silencio, esperando que
hablara.
Volvieron dijo al fin, triturando
cada letra que pronunciaba.
Trash, que acababa de volver a la cocina, fue la
primera en reaccionar. ¿Los Sterne?
exclamó frunciendo el ceño.
Boss tornó a mirar a Run por una explicación,
pero su cara le indicó que dejara sus preguntas
para más tarde. Slash se volvió hacia Rover
respirando con fuerza.
Acabo de llevarle al Turco a un pibe que
acuchillaron en el Parque. Seguro que debía
bastante, porque le dieron una paliza, lo
marcaron y se llevaron a la novia.
Rover asintió. Mañana a primera hora le
aviso a... pero no pudo terminar. Slash
atravesó el comedor como una tromba hacia él.
Un brazo extendido de Run lo detuvo cuando quiso
agarrarle las solapas.
¡Mañana un carajo! gritó furioso
tratando de apartar a Run. ¡Mañana están
los dos muertos, y algún otro pobre pendejo va a
estar desangrándose en otro lado!
Por primera vez desde su llegada a CRAP, Boss
advirtió que Rover sentía la presión de los
ojos de los otros tres clavados en él. El hombre
chequeó la hora, volvió a enfrentarlos, al fin
se encogió apenas de hombros girando hacia
Run.
En dos días quiero la dirección de ese
laboratorio dijo, y se fue.
Slash quiso seguirlo, pero esta vez fue Trash la
que lo contuvo. Se le paró delante sujetándole
ambos brazos y lo obligó a enfrentarla.
¡Calmate, carajo! Slash bajó la
vista hacia ella un poco sorprendido, encontrando
sus ojos claros y brillantes fijos en los
suyos. La piba fue. Aunque salgamos a
buscarla ahora. Y que el pibe se salve no depende
ni de el Turco. Así que andá a darte una ducha
y vení, que tenemos laburo.
Slash se sacudió sus manos bruscamente.
¡Que laburo ni qué mierda!
Run se adelantó, deteniéndose junto a Trash
frente a él. El cartel recibe merca
mañana.
Sus palabras surtieron el efecto de un baldazo de
agua fría sobre Slash: su expresión cambió de
inmediato, sorpresa reemplazando a la furia, y un
momento después se metía en el baño sin
chistar.
-
- ***
- ¿El destornillador chico?
- En el galpón.
Boss cerró el último cajón de la bajomesada y
se escurrió hacia el patio cuidando de no pisar
donde el suelo seguía húmedo. Cuando Trash
limpiaba lo mejor era buscarse algo para hacer
afuera de la casa, que temblaba desde los
cimientos con su música heavy a todo volumen, y
evitar dejar caer siquiera una mota de polvo
adentro hasta que ella terminara. Cruzó el
jardín hacia el galpón. A mitad de camino algo
empezaba a querer acallar el estruendo que
escapaba a través de las paredes detrás de él.
Música, también. Pero completamente distinta.
La melodía del violín parecía derramarse sobre
las últimas flores del otoño y acariciarlas un
momento, para enseguida cobrar fuerza y alzarse
estremecida hacia el cielo matinal frío y sin
nubes.
Boss entró al galpón sin llamar, sabiendo que
podían pasar horas hasta que Slash lo escuchara,
si lo hacía. Se las ingenió para encontrar la
caja de herramientas en la oscuridad de la
casilla, sacó al tanteo el juego de
destornilladores y volvió a salir, cerrando la
puerta a sus espaldas sin que la melodía hubiera
siquiera vacilado por su intrusión. Con los
destornilladores en su poder, volvió al garage
donde Run y él trabajaban en el motor de la
van.
Slash apenas si se percató de la intrusión.
Perdido en las emociones que movían sus dedos
por el diapasón, intentaba en vano desahogar
todo lo que el hallazgo de la noche anterior
reavivara en su interior. Tocaba a oscuras, con
los ojos cerrados. Sentir el metal tibio de las
cuerdas bajo su mano izquierda era suficiente
para que la derecha supiera cómo mover el arco.
Hacía mucho tiempo que no necesitaba mirar lo
que hacía ni seguir una partitura. Mucho. Tal
vez demasiado. Siempre había habido un violín
al alcance de su mano desde que tenía memoria.
Su primer maestro de música solía decir que
parecían hechos uno para el otro, el niño y el
instrumento... ¿Cuándo había tocado su primera
pieza? ¿A los cinco años, a los seis? Ya no lo
recordaba.
Sintió un escozor en su costado izquierdo.
Encajó las mandíbulas y siguió tocando. Las
cicatrices no duelen, sólo los recuerdos. Y esa
cicatriz en forma de estrella volvía a hablarle
de una época confusa y oscura, en la que lo
único más o menos claro era el recuerdo de
Selda, la cómplice linda y descarada, la única
capaz de seguirle el ritmo. Una época de la que
saliera con vida sólo de milagro. Un milagro que
tenía nombre y cara: Kao. El que lo había
encontrado, como él al pibe del Parque, y no
había seguido de largo.
El que lo visitara seguido durante su
rehabilitación y finalmente le presentara a
Rover. El primer amigo que alguna vez hubiera
tenido. El que ahora agonizaba en esa habitación
odiosa, rodeado de aparatos inútiles, mientras
él todavía podía tocar el violín gracias a
él. Aunque su pasmosa habilidad para la música
se hubiera secado pinchazo a pinchazo, viaje a
viaje. Aunque ya nunca podría interpretar Mozart
o Beethoven como antes. Seguía vivo. Y Kao se
moría. Y los Sterne, como los llamaban, habían
vuelto a aparecer.
Un chico desangrándose en algún lugar oscuro de
la ciudad, una chica (Selda, Lina, cualquiera)
secuestrada para castigar al deudor después de
marcarlo para siempre, los cinco encargados del
trabajo sucio, los cobradores,
divirtiéndose con ella hasta matarla. Seis meses
desde que supieran de ellos por última vez,
desde que se les escaparan de las manos cuando
casi los tenían.
El arco lastimó las cuerdas, arrancándoles un
gemido. Se mordió el labio inferior hasta sentir
el gusto de su propia sangre. Habían vuelto. Y
no dejaría escapar otra oportunidad.
-
- ***
- Había llovido al atardecer. Una lluvia breve de
otoño. La temperatura había bajado y el cielo
seguía cubierto de nubes oscuras y pesadas, que
reflejaban la luz de la ciudad a sus espaldas. En
algún dique cercano estaban cargando un buque
que zarparía apenas despuntara el sol. En éste
no se advertía el menor movimiento en torno a
los enormes containers apilados junto a los
depósitos. Run fue el primero en escuchar el
rumor indistinto de un auto deslizándose sobre
el empedrado mojado. Entraba al dique a poca
velocidad, doblaba para tomar la calle que
corría paralela a la orilla.
- Vienen dijo una voz en su
oído.
Por suerte Boss estaba en condiciones de
apoyarlos desde la van. Run lo hubiera preferido
afuera con él y Trash, cubriéndolos desde
algún lugar alto con su rifle de largo alcance y
esa puntería infalible. Pero era una pérdida de
tiempo siquiera pensar en que Slash se quedara
atrás esa noche.
Los veo contestó en un
susurro. Un solo auto.
Acá vienen los otros terció
entonces Slash, apostado al otro lado del
depósito, fuera de su radio visual.
Vendedores a la izquierda señaló
Trash.
Run arqueó las cejas sin responder. Los
compradores del lado de Slash. Sólo esperaba que
haber pasado el día encerrado tocando el violín
le hubiera servido para desahogarse lo
suficiente, y que ahora no cometiera ninguna
estupidez. Daban por descontado que al menos un
par de los Sterne estarían escoltando a los
compradores.
Tranquilo, amigo, todo bajo control.
Run se permitió sonreír de costado al escuchar
a Slash contestando a sus pensamientos.
Cuatro y cuatro dijo Boss
entonces.
Los dos autos de vidrios oscuros pasaron frente a
sus escondites y se detuvieron delante del
depósito central. Sus ocho ocupantes se apearon.
Cuatro negociadores, cuatro guardaespaldas
ostentosamente armados. Trash se deslizó sin
ruido desde su escondite, en medio de los
containers apilados frente al depósito vecino.
Tenía que estar lista para ayudar a los otros
dos de ser necesario. Si todo salía bien, sólo
tendría que retroceder hasta la van para seguir
con Boss a los compradores mientras Run y Slash
se encargaban de los vendedores. Distinguió la
sombra de Run contra la pared del otro depósito,
a sólo veinte metros de donde se detuvieran los
autos. Un tipo estaba abriendo un compartimiento
oculto del primer container, los otros tres
negociadores esperaban tras él, los otros
matones permanecían junto a sus respectivos
vehículos.
Ahí están, los hijos de puta
siseó Slash.
Intercambio avisó Boss entonces,
interrumpiéndolo. Listos.
Un guardaespalda de los compradores estaba
guardando varias bolsas al parecer pesadas en el
baúl del auto, un maletín había sido abierto
sobre el otro y los vendedores chequeaban su
contenido.Uno de los compradores ya había vuelvo
a subir al auto. Un momento después los demás
volvían a ocupar sus respectivos lugares y los
dos vehículos se ponían en marcha.
Vamos susurró Run.
Él y Slash dejaron sus escondites por posiciones
que les permitieran hacer puntería, Trash se
preparó también, mientras los autos daban
marcha atrás para irse por donde vinieran.
Cuando el de los compradores comenzó a alejarse,
Run y Slash se irguieron al mismo tiempo, listos
para disparar. El otro auto hizo un par mas de
maniobras antes de volver a acomodarse en la
estrecha calle y avanzar. La fugaz interferencia
en los auriculares les indicó que Boss había
puesto en marcha la camioneta.
Los dos disparos fueron simultáneos. Muerto el
conductor, el auto de los vendedores se salió de
control, y avanzó unos metros zigzagueante hasta
que el segundo disparo de Run alcanzó el tanque
de nafta y Slash dio fuego al combustible que
caía. El otro guardaespalda salió corriendo del
auto antes de que explotara, y viendo a Run a
pocos metros quiso dispararle, pero Trash
interrumpió su carrera con una sola bala desde
su posición.
¡Correte! ella y Run escucharon la
voz de Slash y un gruñido de Boss al ser
apartado del volante de la van.
Los vemos en casa saludó Run sin
siquiera girar hacia donde escondieran la
camioneta, que ya salía a toda velocidad para
alcanzar a los compradores.
Trash se le unió un momento después. Él la
miró de reojo mientras desmontaba su rifle y
sonrió fugazmente.
- Gracias.
- Ella se encogió de hombros señalando su
auricular con una mueca. Run asintió con otra
breve sonrisa y se colgó su mochila. Slash
había cerrado el canal de audio apenas subiera a
la van. Un momento después los dos se perdían
en las sombras de los muelles desiertos en
dirección a la salida del puerto. Tras ellos el
auto ardía en medio de la calle, empezaban a
llegar curiosos de los diques vecinos, alguien
pedía a gritos un teléfono.
- Espero que ese boludo no haga cagadas
comentó ella cuando estuvieron en la
calle.
Run meneó la cabeza cerciorándose que nadie los
hubiera visto salir. Boss no lo va a
dejar.
Pocos metros más adelante había una entrada
para camiones con su casilla de inspección. El
sereno se asomó al ver el reflejo del fuego a lo
lejos. Run rodeó los hombros de Trash con su
brazo y la instó a caminar a paso lento. Ella
entendió y deslizó un brazo por su cintura. En
ese momento escucharon el clic del canal de audio
al ser abierto y una risita.
Bingo. Y los hijos de puta están ahí
también. Los tenemos en bandeja.
No necesitaban contestarle a Slash, que volvió a
cerrar el canal de inmediato. Pasaron abrazados
junto al sereno, que los miró en busca de
alguien con quien comentar lo que pasaba y les
dio la espalda al verse ignorado.
Al fin una que sale bien.
Run sólo asintió, la vista perdida en las luces
de la avenida. Trash tenía razón. Pero si esos
cinco carniceros volían a estar en el medio,
seguramente las cosas se iban a complicar de ahí
en más. El nuevo clic en el auricular reclamó
su atención. Esta vez era Boss.
Llamó Rover. Kao tuvo un paro cardíaco
hace media hora.
Ninguno de los dos escuchó si dijo algo más.
Trash se paró en seco y alzó la vista hacia Run
con los ojos muy abiertos. Él respiró hondo
sosteniendo su mirada, la mezcla de sorpresa y
dolor en la mirada de la chica parecía apretar
el súbito nudo en su garganta. Sólo pudo
abrazarla con fuerza, dejarla esconder la cara en
su pecho para que nadie, ni siquiera él, supiera
si lloraba. Sintió los dedos que se crispaban en
su espalda, inclinó la cabeza cerrando los
ojos.
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- Sayaki - 9/2k
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