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CRAP Episodio 3:
VACACIONES
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- El tránsito vertiginoso y congestionado del
centro rugía en torno a Trash, que caminaba con
la vista baja, clavada un metro delante de sus
pies, el walk-man a todo volumen, esquivando a la
multitud de peatones más que nada por intuición
y costumbre. Un mes, había dicho Rover. Un mes
como mínimo. El tiempo se arrastraba como una
culebra desde el episodio del subte. Una tarjeta
del viejo había sido suficiente para que la
policía los dejara ir de inmediato, a ella y a
Boss, después de detenerlos en la última
estación. Pero se habían expuesto demasiado y
ahora se imponía desaparecer por un buen rato,
que los creyeran fuera de actividad, que se
relajaran. Mientras tanto, absolutamente nada
para hacer, más que tratar de matar el tedio
como mejor pudieran.
- Y Kao a punto de cumplir su segundo mes de
internación. Una espina en el costado que se
negaba a ser arrancada sin mucho dolor, y que
prometía aún más dolor para su ausencia.
- Esperó maquinalmente que el semáforo cambiara
para cruzar la ancha avenida y se internó en la
calle estrecha y casi sin vereda que la cortaba.
- Se detuvo junto a una puerta baja de metal,
frente a la cual se amontonaban varias cajas de
basura que los gatos callejeros empezaban a
inspeccionar. Golpeó tres veces y esperó. Un
hombre bajo como la puerta le abrió. Gordo tras
su delantal blanco, calvo bajo el gorro que
estipulaba sanidad, le sonrió reconociéndola y
la hizo pasar. Trash lo siguió en silencio hacia
la cocina, donde tres mozos y dos mujeres
vestidas de blanco comían en una mesa en un
rincón. Ellos también la saludaron sonriendo y
siguieron con su almuerzo desentendiéndose de
ella. El hombre abrió la gran heladera y sacó
una caja que olía a verduras, a salsa y a
carne.
- Hoy tenés suerte, tuvimos un almuerzo
para veinte le dijo con un guiño,
dándosela.
- Trash sólo asintió al tomarla. Espió el
interior, la cerró con cuidado.
- ¿Querés una bolsa?
- Seguí comiendo. Están en ese estante,
¿no?
- El hombre asintió y volvió a la mesa con sus
compañeros. Trash cruzó la cocina, espiando el
interior del local al pasar junto a las puertas,
hasta el aparador. Sacó una bolsa, guardó la
caja, retrocedió hasta las puertas. Desde los
vidrios circulares podía ver buena parte del
restaurant, lujoso y cálido, casi vacío. Y
directamente frente a ella, en una mesa para dos
junto a la vidriera, el sol del mediodía que
blanqueaba los edificios allá afuera recortaba
un perfil que le era bien conocido. Run.
Run cruzado de brazos frente a un pocillo de
café, mirando y escuchando con toda atención al
hombre sentado ante él, que se había acodado en
la mesa y se inclinaba un poco hacia adelante
para hablar.
- Que no te vea el encargado oyó que
le decía uno de los mozos.
- Trash retrocedió de inmediato, les agradeció
por la caja de comida encaminándose a paso
rápido hacia la salida lateral. Los empleados la
saludaron sin dejar de comer. Cinco minutos más
tarde subía a un colectivo que cruzaba el
cinturón de barrios pobres, la zona más
miserable y peligrosa de la ciudad.. Se sentó
sola en un asiento doble y prendió un
cigarrillo. Los conductores de esa línea la
conocían hacía años, y dada la clientela de
ese recorrido, debía ser la única en toda la
ciudad en la que los pasajeros podían tomarse
ciertas libertades sin que nadie se atreviera a
amonestarlos por eso.
- ¿Qué hacía Run en ese restaurante caro, con
ese tipo? A pesar de que siempre era muy
cuidadoso de su apariencia, ella podía notar que
se había vestido con esmero para la ocasión,
esa polera blanca y esos pantalones de tela que
no usaba nunca, el saco colgado en el respaldo de
su silla... sencillo pero elegante, como
- el otro. Volvía a verlos sentados uno frente a
otro en la mesa. La atención que evidenciaban la
postura y la cara de Run, la sonrisa vaga del
otro tipo mientras le hablaba... la distancia tan
escasa entre ellos... ¿Quién podía ser para
actuar así con Run, siempre tan medido y
reservado?
- * * *
- Se bajó del colectivo diez cuadras después de
entrar al primer barrio, en una calle de tierra
bordeada por dos zanjas de agua sucia que casi no
fluía hacia la alcantarilla de la esquina, la
tapa destrozada y el hueco atascado de basura
vieja. Se internó en un corredor al que se
abrían no pocas casillas de chapa y madera,
demasiado estrecho para que un auto circulara por
él, se detuvo poco antes de llegar a la esquina
de la calle siguiente. Dos nenes jugaban frente a
la tabla remendada que oficiaba de puerta de una
de las casillas; jugaban con autitos rotos,
viejos; ambos descalzos, la ropa vieja y rota
como sus juguetes. Alzaron hacia ella sus caritas
sucias y la saludaron con grandes sonrisas. Uno
de ellos corrió hacia adentro llamando a gritos
a su madre, el otro le echó los brazos al cuello
y la sofocó con un abrazo. Trash lo alzó y
entró con él en la casilla. Una mujer sólo
tres o cuatro años mayor que ella se acercaba
para recibirla secándose las manos en un
repasador percudido de grasa.
- ¡Hola! ¡No te esperaba! Vení, pasá.
Nosotros ya comimos, pero te puedo calentar algo
si tenés hambre.
- Trash la siguió hacia la diminuta cocina y dejó
la caja que traía sobre el mármol de la mesada,
quebrado e inclinado. Notó que en la pileta,
junto con las dos ollas abolladas, había cuatro
platos y miró disimuladamente hacia la cortina
que separaba ese ambiente del único dormitorio y
el baño.
- Ya almorcé, gracias dijo, dejando
al nene en el piso para prender un
cigarrillo. Acá te traje algo. ¿Pudiste
arreglar la heladera? Si no, van a tener que
comerlo a la noche para que no se eche a
perder...
- La mujer sonrió de una forma que la
desconcertó, señalando el rincón donde antes
había estado la heladera. La que había ahí
ahora era nueva.
- Tomy la trajo hoy explicó la mujer,
su acento colmado de orgullo, su sonrisa
mostrando los dientes manchados por la falta de
calcio.
- Trash manoteó una silla de respaldo roto y se
sentó frunciendo el ceño.
- ¿Tomy? repitió. ¿Tomás?
¿Y de dónde...? su expresión y su voz se
endurecieron. No estará saliendo a afanar,
¿no, Fanny?
- La mujer se apresuró a sacudir la cabeza.
- ¡No! ¿Cómo se te ocurre? Pegó un
laburo hace diez días. Le pagan por semana, y
apenas cobró la sacó en cuotas... Mejor dicho,
su jefe la sacó para él.
- Trash desvió la vista con una mueca. Tomás
tenía trece años... qué trabajo podía haber
conseguido para que le pagaran en una semana lo
suficiente para la cuota de un
eléctrodoméstico, y en el que su jefe aceptara
ser titular de su deuda...
- No es nada ilegal.
- Trash alzó la cabeza al instante, enfrentando al
chico que apareciera en la puerta del dormitorio.
Su tono y su expresión no eran las de un nene de
su edad, pero era comprensible dado su papel de
"hombre de la casa". Lo que la
sorprendió fue su aspecto. Estaba vestido con
ropa nueva, muy informal pero de marca, el pelo
que le cubría los hombros estaba brillante y
limpio, las puntas recién cortadas, sus
zapatillas eran nuevas como la ropa y a todas
luces caras.
- ¡Tomy! No quería despertarte, yo...
se disculpó la mujer.
- Todo bien, mamá el chico cruzó la
cocinita hacia Trash, pero no se inclinó para
saludarla con un beso en la mejilla como
solía. Me alegra encontrarte. Ya no
necesitás traernos más cosas, ahora estoy
laburando y puedo mantener a mamá y a los nenes
sin problemas. A tu tía la volvieron a echar,
así que le podés llevar todo a ella, que le va
a venir muy bien.
- Trash se paró frente al chico, apenas más alta
que él, y lo miró de lleno a los ojos sin
ninguna simpatía.
- Decime en qué carajo te metiste
susurró con los dientes apretados.
- El chico le sostuvo la mirada sin inmutarse y
hasta sonrió de costado, negándose a responder.
Ella giró hacia la madre, que evitó sus ojos
meneando la cabeza, y volvió a enfrentar al
chico.
- Si me llego a enterar que andás en algo
raro...
- Cortala. Ya te dije que no y que no
necesito que nos ayudes más. Ahora yo me voy a
encargar de ellos.
- Trash asintió con un breve cabeceo todavía
mirándolo a los ojos.
- Cuidado con lo que hacés, pendejo
siseó. Más te vale que no te metas
en quilombos lo esquivó y salió de la
casilla sin saludar a nadie. El chico volvió a
sonreír volviéndose hacia su madre, que miraba
preocupada la puerta que Trash acababa de
cruzar.
- Tranquila, mamá. Ya sabés cómo es. En
unos día se le va a pasar y va a venir como si
nada.
- * * *
- ¿Pero estás seguro? Te va a mandar a la
mierda...
- Vos quedate en el molde y dejame hablar.
Yo me encargo de levantarla.
- Boss asintió con un suspiro y volvió a
acomodarse en el asiento. Slash disminuyó la
velocidad para detenerse junto a una chica de
quince años que ofrecía flores a los
automovilistas en un semáforo. Al verlo bajar la
ventanilla y sonreirle se acercó apresurada,
tendiéndole un ramo que a la mañana debía
haber tenido excelente aspecto, pero que a esa
hora de la tarde ya estaba mustio y caído.
- ¿Te querés ganar unos mangos,
linda?
- La chica fingió no entender y trató de
mostrarse sorprendida.
- ¿Quiere flores, señor?
- Mi amigo y yo, ¿te animás? Te pago lo
que valgan los ramos que te quedan y un extra
para vos.
- Perdón, pero qué...
- Slash apoyó el brazo en la ventanilla y el
mentón en el brazo, sonriéndole mientras la
miraba por encima de los anteojos negros. A su
derecha, Boss trataba de anticipar el momento
exacto en el que la chica le daría una cachetada
y se iría.
- ¿Comiste hoy? Te invito a almorzar,
además de pagarte las flores.
- El otro meneó la cabeza y desvió la vista
esperando el sonido del cachetazo, que no llegó.
En cambio, escuchó que Slash le decía algo a la
chica riendo por lo bajo y bajaba de la camioneta
para dejarla subir. La chica se acomodó entre
los dos con la cabeza y la vista gacha, tratando
de evitar cualquier contacto con Boss. Slash le
gritó algo al conductor del auto de atrás, que
tocaba la bocina con insistencia, volvió a subir
y aceleró antes de que el semáforo volviera a
ponerse en rojo. Prendió la radio mientras se
escurrían entre autos y colectivos por las
calles más céntricas, cantando en voz bien alta
según su costumbre, haciendo que el silencio
cohibido de la chica pasara inadvertido. Boss la
sintió temblar, vio sus manos estrujar
nerviosamente el ramo, los dientes clavarse en su
labio inferior. Olía a ollín, aunque su ropa
gastada estaba bastante limpia y remendada con
cuidado, pero era comprensible si pasaba el día
en una esquina tan transitada y moviéndose entre
los coches. Slash le convidó un cigarrillo antes
de prenderse uno, ella sacudió la cabeza sin
levantarla. Él rió palmeándole la
pierna.
- Vamos, linda, con confianza.
- Boss advirtió como la chica daba un respingo y
un brillo húmedo en sus ojos. Miró enojado a
Slash, pero su sonrisa le indicó no intervenir.
Se detuvieron frente a una galería comercial con
una sola salida, sólo los dos locales que daban
a la calle estaban ocupados. Slash estacionó y
bajó, indicando a la chica que lo imitara y
sujetándole una mano sin darse por aludido de su
intento de retroceder. Boss los siguió notando
con aprensión cómo temblaban las flores en la
mano libre. El negocio de la izquierda se
dedicaba a la compra y venta de instrumentos
musicales usados, y el tipo que leía tras la
registradora sonrió con un guiño cómplice
cuando Slash se asomó a saludarlo.
- Hola, Pez, subo por dos horas.
- Slash volvió a arrastrar a la chica tras él y
se dirigió al fondo de la galería vacía. Junto
a los baños se abría una escalera angosta y
empinada, por la cual subieron hasta una puerta,
que Slash abrió con una llave que sacó de su
bolsillo. Al otro lado había una pieza chica,
sin más muebles que una cama de dos plazas
contra la pared opuesta y una mesa con dos sillas
a un costado, bajo una ventanita que se abría al
patio trasero del edificio de al lado. Boss
entró siguiendo a la chica y giró hacia Slash,
aún en el último escalón junto a la puerta
abierta.
- Ahora vengo, voy a buscar algo de comer.
Prestame guita por las dudas.
- Boss obedeció meneando la cabeza.
- Traele algo rico y abundante.
- Todo bien, papá. Si tardo y se aburren,
acordate para qué le dijimos que vino.
- No seas forro y apurate, querés.
- Slash cerró la puerta con una risita y lo
escucharon bajar de a varios escalones por vez.
Boss giró con una honda inspiración para
enfrentar a la chica, que se quedara parada en
medio de la habitación, la cabeza siempre gacha
y las flores muy apretadas entre sus manos. La
vio estremecerse cuando se acercó a ella y que
cerraba los ojos instintivamente al sentir la
mano de él en su hombro.
- Tranquila, está todo bien le dijo
con cuanta suavidad pudo. ¿Cómo te
llamás?
- Stella... señor...
- Boss le rozó el mentón instándola a
enfrentarlo.
- ¿Nunca hiciste esto antes, Stella? ¿Por
qué aceptaste?
- Desde ayer... que no como murmuró
ella negándose a mirarlo. Boss volvió a
sonreír y a presionarle el hombro.
- Todo bien, entonces. Lo único que
queremos es hacerte unas preguntas sobre tu
patrón, ¿entendés?
- La chica alzó la cabeza bruscamente,
sorprendida, aunque su cara enseguida delató su
miedo.
- Pero... no puedo... cuando vean que no
estoy...
- Te vamos a pagar como te dijimos, y apenas
terminemos de comer te llevamos de vuelta a tu
esquina. ¿Vos creés que vas a tener
problema?
- Si llevo plata no...
- La confusión y el alivio en sus ojos oscuros lo
conmovieron, le sonrió con dulzura.
- Entonces no tenés que preocuparte.
- * * *
- Caminaban lado a lado en silencio, al mismo paso,
sin prisa, las sombras de ambos proyectándose
ante ellos mientras el sol resbalaba para
hundirse tras los edificios. Run miró a León de
reojo, su sonrisa vaga y constante, esa calma y
ese aplomo que siempre lo hicieran destacarse, no
importaba entre quiénes estuviera.
- No puedo creer que todavía no te animes a
preguntarlo, Rosschild dijo León, los ojos
siempre moviéndose por las caras de los que
cruzaban por la calle.
- Tal vez todavía espero que me lo
expliques por las tuyas.
- El otro ladeó la cabeza sonriendo de
costado.
- Tenés más vueltas que una
quinceañera.
- Caminaron en silencio varias cuadras más, hasta
un edificio de departamentos de fachada elegante.
Cruzaron el lobby hacia un corredor amplio y de
piso lustroso, las paredes a ambos lados eran de
vidrio y se abrían a dos estrechos jardines
llenos de plantas y árboles chicos, en los que
Run descubrió incluso una diminuta cascada en
cuyo estanque nadaban peces de colores. El
ascensor los dejó en el piso veinte sin que
hubieran vuelto a cruzar palabra, directamente en
el vestíbulo de un loft amplio y luminoso,
arreglado con lujo acorde al edificio.
- Calentá un poco de café, Rosschild. Me
voy a fijar si Marron ya se fue.
- Run se dirigió a la amplia cocina, perfectamente
ordenada y limpia, y prendió la cafetera.
Escuchó a León dirigirse a su dormitorio y
saludar riendo a su pareja. Una risa cálida y
breve. Lo escuchó volver, detenerse de pronto,
otra risa breve, ahora ahogada, el inconfundible
sonido de un beso.
- Tranquilizate que vine con Rosschild.
Vestite y tomate un café con nosotros antes de
salir.
- Run respiró hondo antes de girar y se obligó a
sonreír para saludar a Marron, sin más prendas
que su ropa interior, de pie junto a León a
medio camino entre el living y el baño.
- Hola, Rosschild. Disculpá, no sabía que
estabas.
- Todo bien. ¿Te sirvo un café?
- Gracias, pero tengo que vestirme
primero.
- León ya estaba en la cocina. Se sentó a la mesa
y le señaló a Run una silla frente a él. Lo
estudió un momento antes de probar su
café.
- Parece mentira que todavía te choque
verme con él.
- Run alzó las cejas tratando de volver a
sonreír, pero no respondió.
- No irás a dejar la pose de quinceañera
por una pose de suegra, ¿no?
- Como si se pudiera tratar de darte una
opinión sobre tu vida...
- León rió, divertido por su acento, entre
burlón y disgustado. Él no necesitaba que Run
le dijera nada, aunque la tentación de
aguijonearlo le resultaba irresistible. Pero Run
habló antes de que pudiera agregar nada.
- Estoy esperando tu famosa
explicación.
- León asintió con otra sonrisa de costado.
- Lo que hizo Joel fue abrir una almohada de
plumas y desparramar el relleno en el viento,
Rosschild. Hiciera lo que hiciese, nadie iba a
volver a tratarme como antes después de que
abrió la boca.
- Pero todos sabíamos que lo hizo por
envidia, porque sabía que te preferíamos a vos
y no se bancaba ser simplemente tu
ayudante.
- Sí, Rosschild, sí, pero entendé que no
podía quedarme; por el bien del equipo, si
querés, pero me tenía que ir. Todos ustedes me
conocían bien y me aceptaban sin problemas, pero
pensá en los padres de los más chicos. No iban
a aguantar que un homosexual entrenara a sus
hijos y compartiera las duchas con ellos.
- Y te tenías que ir así, de un día para
el otro y sin avisar, como un ladrón... Irte y
cuidarte bien de que nadie pudiera saber más de
vos...
- Run calló desviando la vista. Pero León había
visto la rabia en sus ojos. Buscó su mano sobre
la mesa y la apretó un momomento con la suya,
retirándola de inmediato, antes de que Run
pudiera hacer o decir nada para rechazar su
gesto.
- No te lo hice a propósito, Rosschild
susurró. Vos eras la última persona
que quería lastimar, pero entendé que tenía
que desaparecer. Por el bien de ustedes y por el
mío propio...
- Marron se les unió en ese momento. Alto y de
figura atlética como León, aunque pálido y
rubio, Run pensaba mirándolo que daba toda la
impresión de ser la pareja ideal para su amigo.
Pero aún había algo en él que lo incomodaba,
sin que lograra descubrir con exactitud qué.
Marron se tomó de un solo trago el café que
León le acababa de servir mientras se ponía su
saco apurado.
- Me voy o llego tarde. Te espero allá
se volvió hacia Run sonriendo. Nos
vemos, Rosschild, no lo entretengas hasta más de
las diez que tenemos pilas de laburo hoy.
- Run le devolvió la sonrisa viendo como se
saludaban con un fugaz beso de despedida junto al
ascensor abierto. León volvió sin prisa, los
ojos fijos en él desde lejos con expresión
irónica.
- Está celoso de vos dijo mientras le
servía más café, y sonrió ante el asombro que
Run no ocultó. Tranquilo, ya sabe que sos
demasiado heterosexual para mi gusto. Pero opina
que también sos demasiado parecido a él
físicamente para que le guste dejarnos solos
mucho tiempo.
- * * *
- La casa estaba insólitamente silenciosa cuando
Run volvió esa noche, poco antes de las nueve.
El living comedor estaba a oscuras y vacío, y al
dirigirse a su pieza tampoco vio señales de los
demás. Se cambió y volvió a la cocina para
prepararse algo de comer. Ahí encontró la nota
garabateada en una letra desprolija e infantil
que reconoció enseguida como la de Trash.
"Boss y Slash siguen cazando fiolos, yo
vuelvo tarde."
- La dobló sonriendo de costado y se la guardó en
el bolsillo. Quince minutos y un sandwich
después sacaba su moto del garage y volvía a
salir. Si Trash andaba sola él sabía dónde
buscarla. Y no era un lugar bueno para recorrer a
pie, ni siquiera para alguien como ella.
- Se alejó del centro hacia los barrios más
pobres que crecían al otro lado de la autopista
Tres. Ignoró a las pandillas de adolescentes que
se juntaban en las esquinas y se dirigió hacia
un terreno baldío que ocupaba toda una manzana,
a mil metros de la autopista, apenas iluminado
por un farol en cada esquina. Dos arcos de
fútbol desvencijados señalaban la cancha
polvorienta, en el extremo opuesto a varios
caños de cemento, pintados con colores vivos, un
tobogán roto y dos hamacas, que delimitaban el
sector para los más chicos del barrio. Divisó
las sombras de un grupo sentado bajo uno de los
arcos y se detuvo de inmediato, apagando el
motor. Empujó la moto hasta la esquina más
cercana y se ocultó tras la primera casilla de
esa cuadra. Sintió más que ver los ojos que lo
espiaban desde todas las aberturas a su alrededor
y a sus espaldas, pero no se dio por aludido. Dos
siluetas se acercaron por atrás tratando de no
hacer ruido. Run no giró, sólo se acomodó la
campera de forma que la culata de la 9 mm quedara
visible en su cintura. Los dos muchachos se
detuvieron.
- Es el amigo de Anita dijo uno en un
susurro. Los escuchó retroceder.
- Trash no parecía tener ningún apuro, sentada
con media docena de chicos de entre doce y veinte
años, compartiendo yerba y vino mientras
charlaban. Run se armó de paciencia, siempre
atento a cualquier rumor que pudiera surgir
detrás de él. Finalmente, casi una hora más
tarde, advirtió que el grupo se movía. Se
habían puesto todos de pie y se despedían a
grandes voces. Los dos más altos se situaron uno
a cada lado de Trash y se encaminaron con ella
hacia la autopista. Run esperó a que se
internaran en una calleja paralela a la suya,
puso en marcha la moto y retrocedió con
lentitud, esperando a verlos cruzar cada esquina
antes de seguir. Ya a la salida del barrio se
adelantó, cruzó la primera calle asfaltada y se
escondió bajo las sombras de la autopista. Desde
ahí observó cómo Trash se despedía de sus
amigos y seguía sola hasta la parada del
colectivo. Pocos minutos después un taxi bajó
de la autopista y aminoró la velocidad al ver a
la chica sola. Trash lo miró con el ceño
fruncido un momento, consultó la hora, se
subió. Faltaba demasiado para el próximo
colectivo. Entonces Run salió de atrás de uno
de los pilares y se fue en dirección
opuesta.
- * * *
- Trash se demoró fumando un cigarrillo antes de
entrar a la casa por la puerta de la cocina.
Había luz en el dormitorio de Run y quería que
su aliento no oliera tanto a marihuana cuando lo
saludara. Él no le iba a decir una palabra al
respecto, pero ella sabía que esas salidas
nocturnas suyas lo preocupaban un poco.
- Masticó mucho el chicle, tragando hasta que casi
no le quedaba sabor, prendió otro cigarrillo. Lo
que se había enterado no le gustaba nada.
Tomasito laburando en un boliche del centro...
una disco que los pibes del barrio aseguraban que
no sólo era frecuentaba por gente joven.
"Un sauna para viejos cogotudos" lo
habían definido. Exhaló el humo por la nariz
con fuerza, controlando su disgusto. Tomasito
laburaba en la cocina, le habían dicho, lavaba
vasos, y limpiaba los baños para ganarse un
extra. Pero sus amigos empezaban a desconfiar. Lo
habían visto demasiado bien vestido, habían
visto la heladera que le había comprado a la
madre. Era mucho para un lavacopas... Tiró el
cigarrillo y entró.
- Música tranquila desde la pieza de Run. Ese pop
inglés que tanto le gustaba. Se detuvo frente a
su puerta y se guardó el chicle antes de llamar.
Lo encontró recostado en su cama leyendo, listo
para irse a dormir. Run bajó el libro y la
enfrentó con una breve sonrisa, indicándole que
se acercara.
- ¿Todo bien?
- Ella asintió tratando de sonreír.
- ¿Comiste? En la heladera hay fiambre y
cerveza.
- Heladera. Sacudió la cabeza frunciendo el
ceño.
- Creo que tengo algo dijo. Un
boliche donde podrían estar haciendo trata de
blancas.
- Run se sentó en la cama al instante,
enfrentándola con mirada inquisidora. Ella se
encogió de hombros.
- Tengo el nombre del lugar, nada más. Pero
creo que valdría la pena chequearlo.
- ¿De dónde sacaste la data?
- El hijo de una conocida está laburando
ahí y... parece que está ganando más de lo que
debería.
- Run la observó con atención, después consultó
la hora.
- Andá a darte una ducha para despejarte y
acostate. Mañana, cuando estemos todos, vemos
qué hacer le dijo, cuidando que su acento
careciera de toda intencionalidad.
- Trash sostuvo su mirada un momento, intentando
adivinar a qué obedecían sus palabras. Run le
dirigió otra sonrisa breve antes de volver a
levantar el libro. Ella asintió y dejó la
habitación sin agregar más. Si Slash llegaba
antes de las próximas dos horas y le veía los
ojos tan enrojecidos, no iba a contener su
lengua. Y él tenía ganas de leer un rato e irse
a dormir tranquilo, no de contener cualquier
posible respuesta de Trash para que el otro
bocón no terminara lastimado.
- * * *
- Boss y Slash guardaron la camioneta y entraron
con sigilo por la cocina, sorprendiéndose al
descubrir luz en las piezas de los otros dos.
Slash se detuvo a abrir una cerveza, todavía
riendo entre dientes.
- Se la vamos a poner linda a ese hijo de
puta comentó. Voy a aprovechar que
Run está despierto para comentarle las novedades
ahora, así mañana mismo nos ponemos en
movimiento.
- Todo tuyo, yo me voy a dormir.
- Slash lo siguió hacia los dormitorios con otra
risita y se detuvo frente a la primera puerta de
la izquierda. Boss siguió hacia su cuarto
murmurando su buenas-noches. Run seguía leyendo,
y prefirió no protestar cuando Slash lo hizo
correr sus largas piernas para sentarse a los
pies de la cama, la botella de cerveza en la mano
y una gran sonrisa en la cara.
- Lo tenemos, Run. Y el muy hijo de puta es
un cogotudo lleno de guita. Tiene a varios tipos
que hacen el laburo por él, pero todos lo
mandaron al frente apenas los apretamos.
- Run se limitó a alzar las cejas, instándolo a
explayarse.
- Levanta pendejos de la calle, tanto chicos
como chicas. A los más presentables los baña,
los viste, los perfuma y los tiene en su boliche
para deleite de cualquier viejo verde que ponga
un billete. A los que no sirven para eso, los
pone a laburar en la calle vendiendo flores o
estampitas o lo que sea. Por eso necesita
ayudantes, para que le manejen a los que tiene
afuera y...
- Slash advirtió que Run entornaba los ojos,
típico gesto indicador de que estaba atando
cabos con algo que viera o escuchara en otro
lado; en esos casos solía terminar armando
algún rompecabezas que a los otros tres le
había pasado inadvertido.
- Ya tenías el dato, para variar.
- Pero Run meneó la cabeza con lentitud, todavía
pensando.
- No, Trash tiene algo parecido...
- Slash se limitó a asentir, dándole su tiempo.
Los ojos de Run se fijaron en un cuadro de la
pared frente a él, mirando sin ver, pero
enseguida volvió a menear la cabeza.
- Mañana nos sentamos a ver qué es lo que
averiguaron, ustedes y ella. Y ahí decidimos
cómo nos conviene movernos. Ahora ya es
tarde.
- El otro sonrió al escucharlo y se paró.
- Ok. Pero ni se te ocurra despertarme
temprano. Mañana le toca limpiar a Boss.
- Run lo vio salir sin contestar, sus ojos
volvieron a perderse ciegamente en el cuadro. Se
preguntó por qué seguía viniéndole a la
cabeza con toda claridad la imagen de León y
Marron ("tan parecido a él" había
dicho su amigo) despidiéndose esa tarde con un
beso.
- Una voz iracunda y el ruido de algo pesado que
caía lo sobresaltó. Se paró de un salto y se
asomó al pasillo al mismo tiempo que Slash, que
entendió primero la escena y largó una
carcajada. La puerta del baño se cerró con
estrépito mientras Boss, en remera y
calzoncillos, se incorporaba cubriéndose la boca
con una mano.
- Mal abordaje, galán se burló
Slash, palmeándole la espalda cuando pasó
frente a él hacia la cocina.
- ¡Andá al carajo, querés! gruñó
el otro sacudiéndose la mano de Slash.
- Run detuvo a Boss y lo instó a mostrarle la
boca. Al ver la sangre que brotaba del labio
inferior le indicó que fuera a la cocina por
hielo mientras él rescataba el botiquín del
baño. Golpeó antes de entrar, sin retroceder
cuando la puerta se abrió bruscamente y la
sombra de Trash saltó sobre él.
- Desinfectante y cicatrizante dijo,
deteniéndola con su proverbial calma.
- La cabeza de Trash chorreaba agua sobre la
remera, que no disimulaba la ausencia de ropa
interior. La chica le dio el botiquín de mano
respirando con fuerza.
- La próxima vez le rompo los dientes
siseó.
- ¿Te estabas duchando?
- Ella asintió resoplando.
- El pelotudo abrió la mampara de golpe
y...
- No creo que vuelva a pasar Run dio
media vuelta y se encaminó a la cocina,
deteniéndose un momento frente a Slash, que se
disponía a volver a entrar a su cuarto.
Más vale que mañana no haya comentarios sobre
esto. No tuyos, al menos.
- Boss lo esperaba con varios cubitos de hielo
contra el labio lastimado, envueltos en un
repasador que empezaba a mancharse de sangre. Run
le echó un vistazo rápido a su boca.
- Un derechazo desde abajo, ¿no? Te
mordiste el labio. Tomá, hacelo vos que sentís
dónde te hace falta tomó el hielo de sus
manos y buscó otro repasador limpio.
- Escuché la ducha y me asustó que no
contestaran, pudo articular, aguantando el
ardor del desinfectante. No sabía que era
ella, y no sabía...
- Que se baña con los walk-man
asintió Run permitiéndose una sonrisa
fugaz. Te haría bien si podés dormir con
el hielo contra la boca, así mañana no la
tenés amoratada.
- Boss murmuró algo que sonó a "voy a
parecer un orangután" y balbuceó un
gracias antes de volver a su dormitorio. Run lo
vio irse sonriendo de costado y apagó las luces,
esperando que ahora sí podría terminar el
capítulo antes de irse a dormir.
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- Sayaki - 4/2k
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