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- CRAP
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- Episodio
4:
- SÓLO
UNA LÍNEA
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![](crap2-2.jpg) |
- La puerta se abrió sin ruido, apenas lo
suficiente para que una sombra se deslizara
dentro del dormitorio. Incapaz de conciliar un
sueño profundo, la boca dolorida y entumecida,
Boss abrió los ojos apenas percibió la
intrusión. Reconoció al instante la silueta
menuda, la remera ancha colgando sobre los
muslos, los movimientos sigilosos. Permaneció
muy quieto, preguntándose qué podía estar
haciendo Trash ahí y qué le convenía
hacer.
- La chica se detuvo junto a la cama y se agachó,
su cabeza a escasos centímetros de la de él.
Boss optó por hacerse el dormido, conteniendo su
sobresalto cuando sintió la mano sobre la suya,
apartando el repasador con el hielo. Otra mano
resbaló como un soplo por su mejilla, un aliento
cálido sobre su cara.
- No quise lastimarte... susurró
Trash, inclinada sobre él, tan cerca que sus
labios le rozaban la cara al moverse.
Perdoname, yo...
- Incapaz de contenerse más, Boss ladeó la cara
buscando con ansiedad su boca, desentendiéndose
del dolor de su propia boca cuando la encontró
en las sombras del dormitorio, esperando ser
apartado con violencia de un momento a
otro.
- Pero eso no sucedió. Por increíble que
resultara Trash le sujetó la cara con ambas
manos, enredó los dedos en su pelo, respirando
entrecortadamente al responder a su beso. Los
brazos de Boss rodearon su espalda y la estrecha
cintura, la levantó sin dificultad, la tendió
sobre su cuerpo y la apretó contra él. El mismo
cuerpo que sólo unas horas antes vislumbrara al
abrir bruscamente la mampara para ver si estaba
bien. Delgado, firme, la cabeza echada hacia
atrás, los mechones rojizos resbalando en el
agua que caía sobre los ojos cerrados y corría
después por el cuello arqueado y entre los
pequeños senos. Se olvidó de todo, del dolor,
de los dos al otro lado del pasillo, de lo
inconveniente que aquello podía resultar para el
grupo como tal. Sólo podía ser consciente de su
deseo, del calor del cuerpo de Trash contra el
suyo dejándose recorrer con suspiros ahogados,
de los dedos crispados entre su pelo, del rastro
húmedo de la boca de la chica en su cuello. La
hizo tenderse a su lado, se estiró sobre ella
sin dejar de besarla, las manos de los dos
moviéndose frenéticamente mientras la
respiración se aceleraba.
Algo duro y frío contra su ojo lo devolvió a la
realidad. Giró y se sentó en la cama con un
solo movimiento, tan rápido que lo mareó,
tirando al suelo el hielo que acababa de
aplastarle el párpado. Miró en derredor
todavía agitado. Nada. Nadie. Se dejó caer de
espaldas sobre el colchón y encontró a tientas
el hielo, aunque ahora se lo llevó a la frente,
no a la boca. Mierda. La única palabra
que su mente formó con claridad, una y otra vez
mientras trataba de serenarse. Mierdamierdamierda.
El último sueño que hubiera querido tener. Mierdamierdamierdamierdamierda.
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- * * *
- Yerba casera. Así le decían los pibes del
barrio a lo que habían fumado esa noche.
Marihuana cultivada en algún jardincito
escondido, secada con métodos domésticos. No
era rica, pero era más barata. El humo quemaba
la garganta al tragarlo y de inmediato uno
sentía lo que los pibes llamaban riendo "la
nube". La sensación por completo abstracta
de un punto en medio de la propia cabeza que se
inflaba y expandía hacia las paredes del
cráneo, tragándolo todo a su paso. Cuando la
nube "se estabilizaba" todo estaba
mucho mejor, y uno ya se podía relajar y charlar
con los amigos como correspondía, apagando el
ardor de la garganta con unos buenos tragos de
tinto. La cuestión solía ser la vuelta a casa.
Había que acostumbrarse a esa yerba casera y al
regusto que dejaba en la boca. Había que
acostumbrarse más que nada al dolor de cabeza
que quedaba cuando la nube se iba. Para eso nada
mejor que volver en colectivo, con la ventanilla
bien abierta y el viento frío en la cara, media
hora que se hacía eterna hasta llegar cerca del
Parque de la Paz, y desde ahí caminar sin apuro
las quince cuadras hasta casa. Total, si alguien
la llegaba a joder y la navaja no alcanzaba, una
bala de 22 en una pierna dejaría al inoportuno
sin ganas de seguirla.
Cruzó el jardín hacia la puerta de la cocina,
se sentó como siempre en el peldaño a fumarse
el último cigarrillo y masticar un chicle de
menta. Boss y Slash todavía no habían vuelto,
pero había luz en el dormitorio de Run. A pesar
de que era una noche bastante fresca, la ventana
de su compañero estaba un poco abierta, la
cortina escapándose hacia afuera y flotando
blanda en el viento de la madrugada. Podía
escuchar la música que salía con la cortina.
Una balada lenta, romanticona. Trash sonrió de
costado. Run podía dar la imagen que quisiera,
pero ella sabía que en el fondo era un tierno.
Seguramente ésa sería la clase de canción que
él elegiría en el momento de quedarse solo con
una chica... lo cual por lo poco que sabía de
cómo usaba Run su tiempo libre, hacía rato que
no pasaba... Fue entonces que le pareció
escucharlo hablar en voz muy baja, casi un
susurro. No pudo resistir la tentación. Sabía
que si Run la descubría espiándolo jamás
volvería a confiar en ella, pero lo que quedaba
de nube se reía en su cabeza de ese riesgo. Se
agachó junto a la ventana cuidándose bien de no
hacer ruido. En ese momento una sombra se
proyectó sobre el pasto en el recuadro de luz
que dibujaba la ventana. Imposible equivocarse.
Era la sombra de dos personas besándose. Volvió
a sonreír de costado. Run se había conseguido
una chica, y lo que era más: ¡una chica de su
estatura! Estaba tentada de aparecer por la
ventana para felicitarlo, porque eso sí que era
una figurita difícil.
Lo escuchó hablar, aunque no entendió lo que
decía. Pero se quedó helada al escuchar la voz
que le respondía. Los ojos se clavaron muy
abiertos en la sombra que se separaba para
dibujar dos cabezas. Tenía que haberse
confundido. Eran los restos de la nube, por
supuesto. Lechugón casero de mierda. Había
escuchado mal. Run volvió a hablar, otro susurro
cálido, un tono que ella jamás le había
escuchado. Trash se arrastró bajo la ventana
para situarse bajo la hoja entreabierta, lista
para confirmar su error previo. Pero no hubo
respuesta. Un par de suspiros, las dos sombras
diferenciándose sobre el pasto, la de Run
sacándose la camisa mientras las manos de la
otra le acariciaban el pecho, la cabeza de Run
inclinándose hacia adelante, los labios
entreabiertos, buscando. Entonces al fin la otra
voz habló, y Trash no pudo frenar su impulso de
pararse de un salto y enfrentar la ventana, los
ojos dilatados por la sorpresa. Pero no había
error posible. Había escuchado bien, las dos
veces. La persona con la que Run se estaba
besando mientras se desnudaba, ambos moviéndose
con mucha lentitud al ritmo de la música, era un
hombre. Y Trash lo reconoció: era el tipo del
restaurante.
El cielo raso a oscuras reemplazó la imagen de
Run. No trató de controlar su agitación. Dejó
que su pecho se llenara de aire como más le
gustara, tanteó su mesa de luz hasta dar con los
cigarrillos y prendió uno todavía jadeante. Mierda.
Así que eso había sido lo que la había
perturbado al ver a Run ese mediodía. El deseo
en los ojos y la sonrisa del otro tipo. La
tranquila aceptación del deseo ajeno en Run. Tal
vez el otro sea gay, pero Run no. Yo sé que no.
La pregunta surgió inevitable en su cabeza. ¿Y
si en realidad Run era homosexual, o bisexual? Mierda.
Eso no tiene que cambiar nada entre él y yo.
Nada. Destruyó el cigarrillo en el cenicero,
se cubrió los ojos con un brazo. Nada.
Mierda. No era un sueño que le gustara para
recordar, su amigo con ese tipo... ¿Su amigo? Yo
no tengo amigos. Pero Run era lo más cercano
a un amigo que alguna vez hubiera tenido...Y
en realidad no sé una mierda de él.¿Cuánto
necesitaba conocer a alguien para considerarlo
"confiable"? Ahogó un suspiro. Mierda.
- * * *
- Entró al vestuario a largas zancadas, abrió su
casillero, lo volvió a cerrar de un golpe.
Escuchó los pasos de León tras él y giró para
enfrentarlo tratando de dominar su furia. León
se apoyó con toda tranquilidad en la pared y se
cruzó de brazos, mirándolo con esa sonrisa
suya. Run sintió que las manos le ardían de
ganas de pegarle.
Te estás portando como un pendejo
malcriado, Rosschild esa suficiencia en su
acento, lo sacaba de quicio a veces. ¿Se
puede saber qué fue toda esa escena?
Run cruzó el vestuario en dos pasos y se irguió
frente a él con los puños cerrados, muy
apretados contra sus piernas, conteniéndose a
duras penas.
Si tenés algún problema conmigo,
largalo. Pero no me hagas quedar como un pelotudo
delante de todo el equipo porque no tenés los
huevos de hablarme.
Vamos, Rosschild, hasta un chico del
equipo menor podía ver que estabas jugando como
una nena. No es mi problema si salís de joda y
venís a entrenar sin dormir.
La mano de Run se aplastó abierta contra la
pared a escasos centímetros de la cara de León,
que ni siquiera pestañeó, sino que siguió
sosteniendo su mirada y sonriendo de
costado.
Fuiste vos el que me invitó a esa fiesta,
¿no? ¿Qué pasa? ¿Te jodió que me fuera con
esa chica y no con vos?
La sonrisa de León se desvaneció, y en sus ojos
negros brilló un destello amenazante.
Cuidá tu boca, Rosschild, si querés
conservar los dientes.
Run no podía evitar la satisfacción de haberle
borrado su expresión suficiente. Se sentía
herido en su orgullo y necesitaba cobrarse la
ofensa.
Creí que éramos amigos, León, y que
teníamos la confianza necesaria para que me
digas si te pasa algo.
Rosschild, te estás pasando de la
línea...
León apenas consiguió ocultar su sorpresa
cuando el otro le aferró el cuello de la remera
con ambas manos, arrancándolo de la pared para
mirarlo con ojos fulgurantes bien de cerca, su
voz un siseo furioso escapando entre los dientes
apretados.
No me paso de ninguna línea, estúpido.
Nos conocemos hace años y siempre me cuidé muy
bien de no meterme en tu vida. Siempre
bancándome tus límites pelotudos y tus cagazos
disfrazados de superioridad, siempre midiendo
cada palabra y cada gesto para no joderte. Pero
me cansé, ¿entendés? Si te pasa algo conmigo,
es mejor que lo largues de una vez y de frente.
No te voy a dejar que sigas humillándome delante
de todos porque te gusto y no te animás a
decírmelo y bancarte mi posible reacción.
Lo último que esperaba Run era ese golpe en el
estómago, un puñetazo certero que lo dobló en
dos y lo envió hacia atrás a los tropezones.
Alzó la cabeza respirando con fuerza, la cara
descompuesta de rabia y dolor. León lo miraba
casi con lástima, ambas manos flojas a los
costados. Run ya no intentó controlarse. Le
saltó encima, un puño buscando la cara morena,
de rasgos agradables, deseando borrarla de su
vista a golpes. Pero León lo esperaba. Se
esquivaron y se golpearon varias veces,
forcejearon, tropezaron, cayeron juntos. Run de
espaldas contra el piso, León boca abajo sobre
él. La impresión de sentir el peso de su cuerpo
encima lo paralizó. Sintió el frío de las
baldosas bajo su espalda, la transpiración que
le empapaba el pecho y le humedecía la remera,
la respiración agitada del otro hombre contra su
cara. Alzó los ojos desorbitados, encontrando la
sonrisa burlona de León demasiado cerca de su
boca.
¿Era así como querías tenerme? Haber
empezado por ahí...
Run lo apartó con un brusco empujón y se paró
lo más rápido que pudo, tanteando la pared tras
él. León se incorporó sin tanta prisa y se
cruzó de brazos a pocos pasos, todavía
burlándose con su mirada del muchacho jadeante y
desconcertado frente a él.
No me dedico a criar homosexuales,
Rosschild. Me gustan los tipos seguros de sus
preferencias, no los adolescentes
manejables.
Run sintió el hilo de sangre que le resbalaba
por el mentón desde la boca, se lo secó con una
mirada rencorosa al otro, que meneó la cabeza
con una mueca.
No te confundas Rosschild. Por supuesto
que me gustás, tendría que ser de piedra para
no tenerte ganas. Pero también es cierto que sos
el mejor amigo que alguna vez haya tenido, y que
eso justifica que me trague mi libido y te
respete se acercó a él, sonriendo cuando
Run se aplastó contra la pared, acorralado; le
sujetó la cara mirándolo de lleno a los
ojos. Es difícil, el amor de amigos entre
hombres. No estamos educados para aceptarlo con
naturalidad. ¿No te parece que podría haberme
aprovechado de eso hace rato con vos? ¿Que no
soy capaz de lavarte la cabeza lo suficiente para
llevarte a la cama? se le acercó más
aún, separando la cabeza de Run de la pared con
un tirón perentorio. ¿Y qué ganaría con
eso? su pulgar se deslizó sobre los labios
de Run, secando la sangre que volvía a brotar,
sintiéndolo temblar de pies a cabeza.
Cagarte la vida, Rosschild, porque si hay algo
que vos nunca vas a dejar de ser, por más que lo
intetaras y yo no deseara otra cosa, es ser
hetero hasta la médula. Y cagarte así la vida
es lo último que haría. Porque sos mi amigo, y
te prefiero como sos.
Run lo rechazó, haciéndolo retroceder hasta el
medio del vestuario, donde el otro permaneció
tranquilo y en silencio, todavía sonriendo, con
las manos en los bolsillos. Volvió a pasarse la
mano por la boca, esta vez para tratar de borrar
la caricia.
Si me volvés a tocar te juro que te rompo
las dos piernas gruñó, aún luchando
contra su agitación.
Tranquilo, Rosschild. El que busca
encuentra, sólo quería que lo supieras.
León dio media vuelta y salió del vestuario sin
mirar atrás. Pero la puerta que se cerró tras
él no era la del vestuario. Run parpadeó varias
veces mirando a su alrededor. Se había dormido
leyendo. Al final no había terminado el
capítulo. La última imagen que recordaba en su
mente antes de dormirse era la de León y Marron
despidiéndose. Cerró los ojos suspirando.
Volver a vivir aquella pelea con su amigo, la
única que jamás tuvieran, lo había agitado.
Pero de alguna manera le había servido. Lo
había ayudado a entender más a León. Respiró
hondo mientras un rastro de luz diurna se colaba
por la ventana de su dormitorio, tratando de
calmar la impresión y la rabia de hacía diez
años. Una semana después León había
renunciado sorpresivamente a su puesto como
entrenador del equipo intercolegial y se había
ido. Sin despedirse, sin explicarse. Simplemente
se había ido.
- * * *
- Slash pasó la noche despierto, en otra de sus
"maratones virtuales" como las llamaba,
perdido en la red. Había optado por la mesa del
comedor para que los hombros no le dolieran tanto
después de seis horas seguidas inclinado sobre
su pc, y tras el monitor había varias botellas
de cerveza vacías. Cuando notó que empezaba a
clarear hizo una pausa y se preparó un café. El
ruido de la puerta del pasillo lo sorprendió.
Consultó el reloj de pared. Las siete... Alguien
más que había pasado la noche de largo... Seguro
que es Boss, con como le dejó la jeta Trash no
debe haber podido pegar un ojo. Se asomó con
un chiste listo en la punta de la lengua, pero la
que venía para la cocina era Trash, y con solo
verle la cara supo que lo mejor era no hablarle a
menos que ella tomara la iniciativa. La chica lo
esquivó sin siquiera mirarlo, el ceño fruncido,
y se sirvió un café. Slash se encogió de
hombros volviendo a su máquina. La puerta que se
volvió a abrir y cerrar tras él lo hizo suponer
que Trash había vuelto a su pieza. Pero no.
Ahora sí era Boss, que casi chocó con Trash que
salía de la cocina, los dos a medio vestir y con
la vista baja.
Slash se tragó la risa viendo que se miraban un
instante antes de volver a apartar los ojos. La
expresión de Trash no había variado, y fue a
hundirse con su café y un cigarrillo en el
sillón de tres cuerpos. Pero Boss enrojeció
hasta las orejas, toda su cara del mismo color
que su boca lastimada. Se apresuró a agachar la
cabeza y él también se sirvió un café, que
prefirió tomar ahí mismo en la cocina, de
espaldas al ambiente más grande. Slash volvió a
encogerse de hombros y a tratar de concentrarse
en su máquina cuando entró Run al living, ya
vestido y listo para salir a correr aunque
todavía no fuera de día. Otro que se sirvió un
café, aunque se sentó a la mesa para tomarlo,
sin darse por aludido de la presencia de los
demás. Slash giró en su silla para mirar a
Trash, se enderezó para mirar a Boss, ladeó la
cara para mirar a Run.
Perdón, pero ¿me perdí de algo?
Sintió los tres pares de ojos fijos en él con
más incomprensión que hostilidad. Nadie
respondió. Slash meneó la cabeza, levantó su
máquina y se fue a su pieza para seguir
navegando tranquilo.
- * * *
- Así que tenemos a este Salvatore, dueño
de esta disco Paradiso, que se dedica a
"administrar" adolescentes de ambos
sexos para prostitución y venta callejera... Y
ustedes quieren que lo bajemos...
Trash y Slash asintieron al mismo tiempo, un
cabeceo idéntico, breve y convencido. Run
sonrió para sus adentros. Podían llevarse tan
mal cuando querían, pero trabajando en equipo
eran incomparables. Boss repartió café y se
sentó frente a Trash evitando cuidadosamente su
mirada, la boca amoratada como explicación por
demás evidente de su actitud esquiva hacia
ella.
Lo único que podemos hacer es tratar de
chequear la data. Y la única forma que se me
ocurre es ir a esa disco y tratar de hacer
negocios continuó Run ignorando la fugaz
mirada de soslayo que Trash le dirigió a la cara
lastimada de Boss, porque lo de los chicos
en la calle se supone que ustedes dos ya se
encargaron.
Por un rato terció Slash con una
mueca. Cuando el cogotudo tenga gente nueva
para manejarle a los pibes, los tenés a todos en
la calle de nuevo como si nada. La única forma
de darle un corte definitivo es bajar a ese hijo
de puta, porque si cae en cana entra por una
puerta y sale por la otra. Y los empleados son
sólo eso, empleados.
Ni sueñen con hacerme poner un pie en ese
lugar de mierda murmuró Trash
agriamente.
Slash alzó su taza de café hacia ella sonriendo
de costado.
Te cedo mi puesto, linda, porque yo sí
tengo ganas de divertirme un rato esta vez.
Run se volvió hacia Boss, que alzó las cejas
señalándose la boca y meneó la cabeza.
Bien. Entonces Slash y yo entramos y
ustedes nos cubren fingió no advertir el
embarazo de Trash y Boss al escucharlo.
Slash, le tenés que enseñar a Boss aunque sea
lo indispensable sobre el equipo para que pueda
monitorearnos sin problema. Trash, Boss no va a
poder hablar bien por un par de días, así que
te vas a quedar en la camioneta con él como
enlace con nosotros, lista para intervenir si
llegamos a necesitarte.
Slash se incorporó sonriendo satisfecho y le
palmeó un hombro a Boss.
Vamos, galán, que a la tarde quiero
dormir un rato.
El otro lo siguió con una mirada fulgurante a la
nuca de Slash. Run terminó de tomar su café sin
prisa, luego enfrentó a Trash, que lo miraba
fijamente. Alzó las cejas instándola a hablar.
La chica lo miró un momento más, frunció el
ceño y dejó el comedor hacia su cuarto en
silencio. Run se permitió suspirar.
- * * *
- La voz perdió fuerza y el médico calló
encogiéndose de hombros. Run sólo asintió
desviando la vista, corriéndose para que el otro
saliera de la habitación a paso rápido, como si
huyera. Esperó a que la puerta se cerrara antes
de girar hacia la cama donde Kao parecía estar
recorriendo al fin el último tramo de aquella
agonía tan larga como inútil. Trash seguía
sentada junto a él, sosteniéndole una mano
entre las suyas. Cuando el médico salió miró
interrogante a Run, que meneó la cabeza en
silencio. Ella respiró hondo con una mueca,
volviendo a contemplar la cara pálida e
inexpresiva de su compañero.
Ya le sugirieron al viejo que lo mejor es
desconectarlo dijo Run en voz baja,
rodeando la cama para sentarse al otro
lado.
Que caiga sobre su cabeza gruñó la
chica.
Los minutos transcurrieron lentos hasta que el
reloj de Run dejó oír su breve alarma. Trash se
incorporó en silencio, besó la frente del
muchacho en la cama y salió sin alzar la vista.
Run se demoró un momento, de pie junto a la
cama. Acomodó las manos de Kao a ambos lados de
su cuerpo, estrechó una sintiendo un nudo en la
garganta.
No los dejes decidir también el día de
tu muerte susurró, dio media vuelta y
salió a paso rápido de la habitación.
- * * *
- El local era inmenso, tal vez un cine o un teatro
remodelado, con capacidad para más de dos mil
personas cómodas, hasta cinco mil si se
apretaban un poco. Slash y Run se separaron
apenas entraron y se dirigieron cada uno por su
cuenta a dos de las cuatro barras. Mientras
tanto, en la camioneta, Boss estudiaba el plano
de los distintos niveles a medida que el sensor
los dibujaba en los monitores superiores.
Señaló un lugar del subsuelo; Trash, de pie
tras él, se inclinó para observarlo un momento
y asintió.
Abajo de todo indicó por el
micrófono a sus compañeros. Hay un sector
con mesas y sillones apartado de la pista de ese
nivel. Está casi vacío.
Yo estoy más cerca respondió Run
en un soplo.
Boss ya señalaba otro de los monitores.
Slash, las oficinas son dos y están
arriba de todo. Buscá una puerta en el extremo
opuesto a la cabina del d.j., se abren también a
una terraza y a una escalera de incendios.
Ok.
Estate lista para cubrirla susurró
Run.
Boss escuchó que Trash retrocedía y se movía a
sus espaldas, se concentró en los pasos de sus
otros dos compañeros en medio de esa multitud.
Una mano enguantada le ofreció una lata de
cerveza. Giró rápidamente en su asiento y
meneó la cabeza tratando de sonreír. La chica
asintió con una mueca, sus ojos resbalando
rápidamente por el labio amoratado. Boss se
apresuró a volver a darle la espalda.
¿Te jode si fumo? la oyó
preguntar.
Se tragó la sorpresa ante semejante consulta
haciéndole un gesto negativo con la mano,
evitando enfrentarla. La sombra de su sueño
parecía acechar en algún rincón de la
camioneta, lista para saltar sobre su cabeza
apenas se distrajera un instante. Y lo que menos
quería era un ojo a tono con su boca para
rematar el día.
Me llegás a quemar algo y te mato
siseó Slash en los oídos de ambos.
No me jodas replicó ella con un
gruñido.
Slash iba a contestarle cuando divisó la puerta
disimulada en el decorado de la pared, en una
galería estrecha que se abría directamente
sobre la pista principal, dos niveles más abajo.
Y unos metros más allá, acodada sola en la
baranda, una chica con un apretado vestido negro
que apenas le rozaba los muslos. Un haz de luz
cayó sobre su cara cuando se acercaba a ella, se
detuvo sorprendido.
¿Stella? preguntó vacilante.
La chica alzó la vista al instante, lo observó
tratando de reconocerlo, luego le dirigió una
gran sonrisa. En la camioneta, un rápido gesto
de Boss acalló el comentario que Trash estaba a
punto de hacerle a su compañero. Buscó el
anotador de bolsillo que llevara y garabateó al
vuelo unas palabras. Trash las descifró con
cierta dificultad, luego escribió a su vez una
pregunta, para mantener libre el canal. ¿Qué
hacía ahí esa chica si era de las que tenían
en la calle? Adentro del boliche, Slash estaba
haciendo esa misma pregunta.
Stella señaló la barra con sonrisa tímida, él
asintió y le tomó la mano para guiarla entre la
gente. La ayudó a sentarse a uno de los bancos
altos y pidió una botella de champagne, apoyando
la espalda contra la barra casi pegado a la
chica.
El patrón supo que ustedes me habían
levantado, alguno de los chicos me vio, y quiso
que hoy esté acá en vez de estar en la
calle...
Slash se inclinó hacia ella sonriendo de
costado, le hablaba mirándole la boca, sabiendo
los ojos del encargado de la caja fijos en
ellos.
¿Pero vos sabés para qué te pusieron
acá?
Stella asintió bajando la vista y se encogió
apenas de hombros.
Por lo menos no paso todas esas horas en
la calle... murmuró. Y voy a ganar
más...
Vení, linda, vamos a charlar más
cómodos le rodeó los hombros con un brazo
dominando su bronca, metió las dos copas en el
balde y se llevó el champagne y a la chica hacia
un sector más oscuro donde se vislumbraban
varios sillones.
¿Escuchaste, Run? susurró Trash
con voz silbante.
Run, que acababa de sentarse sólo en un sillón,
frente a una mesa baja, esperó a que el mozo se
alejara para responder. Slash se las compuso para
preguntarle con disimulo qué tenía ahí abajo.
Él miró en derredor reclinándose contra el
respaldo de cuero con actitud indolente.
Demasiado vacía esta parte, para la gente
que hay. Veo un par de chicos atendiendo a un par
de tipos grandes que están solos, pero el que me
atendió a mí es mayor que yo y está vestido de
mozo...
Slash llenó una copa de champagne y se la dio a
Stella con una risita.
Falló la suerte de principiante
murmuró. Después te doy un par de
clases.
¿Hay algún pibe de pelo oscuro por los
hombros? preguntó Trash obligándose a
controlar su ansiedad.
Run barrió el lugar con una mirada rápida y
ubicó al chico en la mesa más alejada. En ese
momento se estaba sentando junto a un hombre de
traje oscuro y cabeza ya blanca. Boss advirtió
el brillo en los ojos de Trash al escucharlo, la
vio encajar las mandíbulas respirando con
fuerza. Le indicó que se mantuviera callada,
ignorando la furiosa mirada con que ella
respondió a su gesto. Slash se acomodó
abrazando a la chica, que al ver su guiño pudo
sonreír y se reclinó contra él siguiéndole el
juego.
Decime, Stella, si un tipo quiere
compañía... pero que no sea mujer...
Abajo respondió ella sin
vacilar. Mi primo está ahí. Los que van a
las mesas de abajo eligen al que más les gusta y
se lo indican al mozo que los atiende.
Hijos y nietos de una gran puta
masculló Trash.
- * * *
- El monitor que mostraba el nivel superior
señaló que dos personas habían entrado a la
oficina. Slash se apostó con Stella a pocos
pasos de la puerta. Run terminó su bebida y se
levantó tratando de no mostrar prisa. Trash se
volvió hacia Boss con una mueca y tapó su
micrófono, indicándole que la imitara. Él
obedeció un poco sorprendido.
Dos a dos se puede complicar
susurró. Pero si voy...
Boss meneó la cabeza parándose y le señaló el
asiento que ocupara hasta entonces, se calzó
apresurado los guantes y se colgó un rifle al
hombro después de chequear la carga. Trash lo
miraba sin entender.
Yo voy dijo él en voz baja
volviendo a tapar el micrófono. No sirvo
acá si no puedo hablar claramente.
Trash pareció a punto de negarse, pero asintió
con un cabeceo brusco y se sentó frente a los
monitores, dándole la espalda. Boss salió de la
camioneta a la calle lateral de la disco sin
agregar más y se apresuró hacia la escalera de
incendios que bajaba desde la terraza. Mientras
tanto, Run y Slash se reunían frente a la puerta
de la oficina. Slash se volvió hacia Stella, que
no se animaba a preguntarle nada, y le acarició
la mejilla con una sonrisa afectuosa.
Ahora quiero que vayas a la barra del
segundo nivel y me esperes ahí. Si en media hora
no aparecí, hacé la tuya, ¿entendiste?
sacó del bolsillo cuanta plata tenía y se
la puso casi por la fuerza en la mano. Y
cuidate.
Están por volver a salir.
Slash le hizo señas a Stella de que se fuera y
se reunió con Run riendo por lo bajo.
¿Celosa, amorcito?
Tendrías que venir a cubrir la terraza
intervino Run, apoyándose con aire casual
exactamente junto a la cerradura casi invisible
de la puerta.
Boss ya está subiendo.
Slash enfrentó a Run con los ojos muy abiertos.
El otro se limitó a alzar las cejas.
¿Qué? ¿Te dejó con mis equipos?
su voz fue un susurro furioso.
¡Boss, pedazo de pelotudo! ¡Te vas a tener que
poner si rompe algo!
Salen lo interrumpió Trash.
Slash se había parado junto a Run como si
estuvieran charlando. Apenas la puerta se
entreabrió, los dos se situaron bloqueando el
paso de los que salían. Con un fugaz movimiento
Run aferró el cuello del que venía primero y lo
empujó hacia atrás, entrando con él y
apuntándolo con la 9 mm lista. Slash ya estaba
con él, apuntando al otro, la puerta cerrada
tras ellos. Estaban en un pasillo estrecho, al
final se veían dos puertas cerradas.
Llévennos con... empezó a decir,
pero vio incrédulo que Run fruncía el ceño
mirando a los tipos y bajaba el arma.
León, Marron... musitó Run,
tratando de reponerse de su asombro.
¿¡Los conocés?! exclamaron al
mismo tiempo sus tres compañeros.
León lo enfrentó sonriendo de costado, sin el
menor signo de sobresalto por su
irrupción.
Linda forma de entrar, Rosschild,
¿buscabas a alguien? preguntó con
calma.
Slash advirtió la vacilación de Run y se
adelantó volviendo a apuntarlos.
Sí, a un tal Salvatore. Llevanos con
él.
León no se inmutó por la fría amenaza en su
acento, lo miró como quien mira a un oso de
peluche.
¿Y para qué lo quieren ver, si se puede
saber?
Slash perdió la paciencia con su actitud
burlona. Lo empujó contra la pared y amagó a
ponerle el arma contra una sien, pero Marron se
adelantó y se interpuso entre ellos.
Está en su oficina. Vengan dijo,
dirigiendo una mirada rencorosa a Run.
Las oficinas están vacías informó
Trash. La del fondo da a la terraza, Boss
ya está ahí.
Run señaló el final del pasillo con su arma,
indicándole a Marron que los precediera. Sujetó
con firmeza un brazo de León, obligándolo a
caminar a su lado. La sorpresa del primer momento
había dejado paso ahora a una rabia que parecía
alimentarse de cada palabra y cada gesto de
León. Se detuvieron frente a la puerta del
fondo, Slash le indicó a Marron que la abriera
con lentitud, que no intentara nada. Una vez los
cuatro adentro, Run trabó la puerta y se paró
frente a ella mientras Slash se apostaba a
espaldas de los otros dos, junto a la
ventana.
Quién de los dos es Salvatore
preguntó entonces Run, y la frialdad de su
acento sorprendió a los que lo oyeron.
León sonrió de costado apoyándose contra el
borde del escritorio. Run se volvió hacia
Marron, señalándolo con su arma.
Quiero todos los papeles y los libros
contables. Los de verdad. Quiero nombres.
Marron enfrentó consternado a León, que
asintió sin apartar los ojos de Run, siempre
sonriendo. El otro ahogó un suspiro y sacó las
llaves de los cajones. Slash se le acercó para
que ni siquiera tratara de sacar de ellos más de
lo que le habían pedido.
Así que ladrón fino... terció
León alzando las cejas. Y eso que de chico
prometías...
Siempre va a ser mejor que prostituir
nenes.
Marron le tendió varias carpetas a Run, que
advirtió cómo le temblaban las manos. Las tomó
con expresión despectiva, les echó un vistazo.
Marron había girado hacia Slash señalando un
maletín negro en un rincón. León se acercó a
Run hasta que lo obligó a enfrentarlo.
No serás parte de ese grupito de pendejos
idealistas... largó una risita
burlona. Aunque sería de esperar, viniendo
de vos. ¿Y qué vas a hacer? ¿Matarme? ¿A
título de qué? Pensá, Rosschild. Esos pibes
buscan comida entre la basura cuando yo los
levanto. Y es lo que van a estar haciendo mañana
si pierden este laburo. ¿O vos les vas a dar
algo a cambio? Entre vos y yo hay sólo una
línea, que varía según quién la traza.
¿Quién tiene razón, quién está equivocado?
¿Vos, jugando a Don Quijote y condenando a esos
pibes a volver a la miseria? ¿Yo, dándoles al
menos la oportunidad de comer todos los días, a
ellos y a sus familias?
Run lo empujó hacia atrás encajando las
mandíbulas.
Acá falta información.
Slash le mostró el maletín. Él volvió a
señalar a Marron para que lo abriera.
Apuren el trámite intervino
Trash.
En ese momento Marron amagó a abrir el maletín,
y en cambio giró bruscamente y trató de golpear
a Slash en la cara con él. Tres disparos sonaron
al mismo tiempo que Slash esquivaba el golpe.
Marron se desplomó sin siquiera quejarse,
alcanzado entre los ojos por un certero disparo
de Boss desde la terraza.
Run, que apartara de un manotazo a León, giró
hacia él al escuchar un gemido. Su amigo había
caído de rodillas, doblado sobre sí mismo y
aferrándose el estómago con ambas manos, donde
había recibido el disparo desviado de Slash. Se
agachó a su lado y lo sostuvo.
¡Run, vamos! exclamó Slash, ya
listo para saltar por la ventana.
No se preocupen, esto es a prueba de ruido
murmuró León, apoyándose contra el pecho
de Run, que le presionaba ambas manos contra la
herida para contener la hemorragia, aún sabiendo
que lo único que hacía era retrasar su
muerte.
Slash, volvé con Boss, yo ya voy.
¿Estás loco? exclamó Boss.
¡Salgan los dos de ahí ya mismo!
Run se volvió hacia Slash sin dejar a León. Se
miraron un instante a los ojos, Slash asintió en
silencio y salió por la ventana, yendo al
encuentro de Boss.
No tardes le dijo solamente, ya
desde la escalera de incendios.
Run se arrancó el micrófono y se inclinó sobre
León, que había cerrado los ojos, la cara
contraída por el dolor, respirando con
dificultad. A él también le costaba respirar;
le dolía el pecho, le ardían los ojos. Lo
abrazó con fuerza, hundiendo la cara en su pelo.
Lo sorprendió sentir que León le presionaba el
brazo.
Terminá lo que empezaste, Rosschild
le dijo en un soplo. No quiero tardar
horas en morirme.
Run le levantó la cabeza, encontrando sus ojos
negros brillantes como siempre, los labios
curvados en su eterna sonrisa. Supo que no
tendría el valor de negárselo. Se sentó en el
piso, acomodándolo entre sus piernas,
sosteniéndole la cabeza entre su brazo y su
pecho, la 9 mm lista en la otra mano.
Sabés... Siempre hiciste lo que quisiste,
León. Con tu vida y con la mía también... Y lo
peor es que nunca pude ni siquiera enojarme con
vos por eso... Te admiraba demasiado... A veces
me asustaba lo importante que eras para mí...
tragó con dificultad, empeñado en
disimular el temblor de su voz. Incluso
ahora, que todavía no puedo creer que hayas
montado semejante aberración como forma de
vida...
Rosschild... no me jodas... me estoy
muriendo...
Run rió con voz entrecortada, León volvió a
sonreír.
Siempre tan hermoso, pendejo de mierda...
su cara se contrajo con un espamo de
dolor. Si supieras cuánto te quería...
Por eso trataba de alejarte... Lo habrás
imaginado al conocer al boludo de Marron... me
cago en él...
No me vas a decir...
León asintió con otra mueca.
Era un pendejo pelotudo... pero era tan
parecido a vos... que valía la pena
aguantarlo...
Run volvió a estrecharlo contra su pecho
cerrando con fuerza los ojos, los dientes muy
apretados, tratando de contenerse.
¡La puta madre, León! Si no te hubieras
ido...
Rosschild... no aguanto más... el
dolor...
Él asintió mordiéndose el labio inferior, los
ojos llenos de lágrimas. León consiguió
levantar una mano para rozarle la cara, juntó
fuerzas para sonreírle.
Dale, amigo... La última línea... Te
toca trazarla a vos...
Run le sujetó bien los hombros, levantándole la
cabeza e inclinando la suya hacia él. Le mojó
la cara con sus lágrimas al apoyar la 9 mm
contra su pecho. León movió la cabeza sólo un
poco. Lo miró a los ojos por última vez,
todavía sonriendo al rozarle suavemente los
labios con los suyos. Run no se apartó,
permitiéndole besarlo mientras buscaba
desesperado la fuerza para apretar el
gatillo.
- Hasta que la encontró.
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