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CRAP
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- Episodio 8:
- Reencuentro
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- —
El problema es que no estoy seguro de reconocerlos...
- —
Pensé que habías mirado con atención las fotos que te
consiguió Rover.
- —
Con la cantidad de gente que hay, podría tener a mi abuela al
lado y no reconocerla.
- Slash
tuvo que darle la razón. Él y Boss se demoraron un poco más
junto a la barra, contemplando el mar de caras que se agitaba en
medio de la música y las luces cambiantes. La verdad que el
plan de Run hacía agua por todos lados, pretender encontrar a
los Sterne ahí, pero era lo mejor que se les había ocurrido.
- —
Vamos a dar una vuelta —dijo, cabeceando hacia el corredor
atestado que rodeaba la pista.
- Boss
lo siguió en silencio, tratando de espiar entre cientos de
cabezas hacia los otros cientos que bailaban medio metro más
abajo. Una mano se cerró sobre su brazo y lo detuvo de un tirón.
Giró sobresaltado para enfrentar a una chica de su edad que le
saltó encima para abrazarlo riendo a carcajadas. Él la estrechó
riendo también, hasta que ella retrocedió acomodándose el
breve vestido, que se deslizara hacia arriba con el abrazo. Se
miraron de nuevo, los dos meneando la cabeza, sorprendidos y
contentos.
- —
Tu vieja me dijo que te habías ido del país... —le dijo ella
a gritos, por encima de la música.
- —
Vine por unos días, nomás —fue lo primero que se le ocurrió—.
Llegué ayer y...
- —
¡Y todavía no me habías llamado, mal amigo! —le agarró la
mano y tironeó de él hacia la barra—. Pero no te vas a
escapar tan fácil. Vamos a charlar un rato.
- —
¡Pero... Claudia... mi amigo...!
- —
Nada. Mi novio está por llegar y quiero que tomemos algo antes
—y sin darle tiempo a decir más, se lo llevó.
- —
Mejor vamos arriba, que acá... —Slash se interrumpió al
girar y no encontrar a Boss tras él. Alcanzó a verlo irse tras
una linda rubia, de la mano, a todas luces en dirección a la
barra. Se tragó una puteada, meneó la cabeza y volvió a
abrirse paso hacia la escalera más cercana.
-
- —
...así que por eso no tuve tiempo de despedirme de nadie...
- La
chica siguió mirándolo un momento más, jugueteando con la
sombrillita de su trago. Boss trató de esconderse de su
observación con la excusa de tomar su cerveza. Siempre había
sabido que algo así podía pasar, que en cualquier momento podría
encontrarse con alguien que lo conociera, y que entonces tendría
que tragarse todos sus escrúpulos y mentir como lo acababa de
hacer. Sólo lo sorprendía que no le hubiera resultado más difícil.
Claudia y él habían sido amigos, meses más o menos, desde que
nacieran, y Boss no creía haber cambiado tanto, desde que se
uniera a CRAP, para que ella no pudiera siquiera sospechar que
no le estaba siendo sincero. Como fuera, lo mejor era apartar la
conversación de sí mismo.
- —
¿Y vos, piba? Nombraste a un novio...
- Ella
asintió con una morisqueta y le mostró el anillo en su mano
derecha. Boss arqueó
las cejas, la chica rió divertida ante su asombro.
- —
Bueno, el candidato de las mamis se había ido del país, así
que tuve que buscarme sustituto. Lo conocí hace cosa de un año
en el laboratorio y llevamos seis meses juntos.
- —
¿Químico como vos? —preguntó él sin darse por aludido.
- Claudia
humedeció los dedos en su martini y lo salpicó volviendo a reír.
- —
Mandado para hacerte el tonto, ¿eh? No, se dedica más al maletín
que a la redoma. Es el gerente comercial de nuestro mejor
cliente.
- —
Así que decidió llevarse bien con la hija del dueño...
- —
¡Si serás...! Perdiste el tren para hacerte el celoso. Y fue
al revés, digamos que me fijé en él bastante antes que él en
mí. Pero ya sabés cómo soy...
- —
Puesto el ojo, puesta la bala.
- Rieron
los dos y volvieron a brindar. En ese momento se les acercó un
hombre que rondaba los treinta años, atractivo, de movimientos
y sonrisa indolentes. Sus ojos negros brillaron al posarse en la
chica, un poco escondidos tras un flequillo que a Boss le recordó
mucho el de Trash. La expresión de ella se iluminó al verlo y
le tendió una mano.
- —
¡Tobías, llegaste! Vení, quiero presentarte a alguien.
- Boss
se tragó el sobresalto al escuchar su nombre y le estrechó la
mano. Claudia estaba explicándole a su novio que él era ese
gran amigo que tantas veces le mencionara, pero Boss ya no les
prestaba atención: pocos pasos detrás del tal Tobías, vio a
Slash haciéndole señas. Su mímica no era la mejor, pero su
cara era suficiente para saber que tenía que inventar una
excusa para despedirse ya mismo.
- —
Chicos, ahí está mi amigo buscándome. Los dejo tranquilos...
—empezó, tratando de sonreír con naturalidad.
- —
¡Pero cómo! ¿Ya nos dejás? Claudia me habló mucho de vos y
sé que hace rato que no se ven...
- Boss
forzó otra sonrisa y estrechó una mano de su amiga, que lo miró
a los ojos un momento y asintió.
- —
Andá. Pero si te llegás a ir de nuevo sin pasar por casa, te
busco y te mato, ¿entendido?
- Él
asintió también, le besó la frente antes de soltar su mano,
se apartó de ellos en dirección opuesta adonde estaba
Slash. Pocos minutos después se reunían frente a la
puerta del local y salían.
-
- *
* *
- Run abrió
otra cerveza y volvió a llenar los vasos. El silencio en el
estar era extraño, además de tenso, y por primera vez se
detuvo a notar cuánto se había habituado al usual buen humor
de Boss. Con bromas ocasionales, a veces con preguntas que caían
como balde de agua fría, muchas veces sin necesidad de hablar
siquiera. Pero en los meses que llevaba con ellos, sus maneras
simples y tranquilas se habían ganado su lugar. El desconocido,
el “suplente de Kao”, se había transformado en uno de ellos
sin que se percataran siquiera.
- Ahora
Slash movía los ojos de su expresión ceñuda a Run como
pidiendo auxilio. Boss, sin prestarles atención, miraba
fijamente su vaso encerrado en un silencio hosco y obstinado.
Trash también parecía un poco afectada por su actitud. Lo
observaba entre sorprendida y molesta, algo en ella parecía
reprocharle: “la huraña acá soy yo, no vos”, tratando de
disimular que no sabía bien cómo tratarlo en ese momento.
- —
Tiene que haber otra forma —dijo Boss de pronto, rompiendo la
incómoda pausa que siguiera a la breve exposición de Run.
- —
Si la encontrás, encantado de dejar de lado mi primera idea
—respondió Run con suavidad.
- Slash
no aguantó más, se paró con un gruñido y salió por la
puerta de la cocina. Boss, sin prestarle atención, se dignó a
enfrentar a Run.
- —
No creo que ni ella ni su viejo lo sepan —insistió.
- Run
arqueó las cejas en silencio. Trash chasqueó la lengua
impaciente.
- —
¡No le venden aspirinas, Boss! ¿Que vos los conozcas implica
que sean santos? ¡El viejo le vende al Cartel y la piba sale
con un Sterne! ¡Abrí los ojos, querés!
- Boss
se volvió a enfrentarla con ojos fulgurantes y ella se echó
hacia atrás como si la hubiera empujado con solo mirarla. Run
alzó una mano, conteniendo cualquier posible respuesta.
- —
Ése no es el tema —terció con su proverbial tranquilidad—.
Y tampoco nuestro trabajo, de momento. Lo que nos encargaron fue
vigilar el lugar y, cuando hagan la reunión, dejar a los Sterne
sin compradores. Después que lo hayamos hecho, veremos qué
dice Rover de este dato extra.
- Trash
se encogió de hombros con una mueca, Boss sacudió la cabeza.
-
- *
* *
-
- — Ahí
los tenés.
- John
se reclinó hacia atrás en su silla al tiempo que Krazler, de
pie a su lado frente al monitor, giraba lo indispensable para
mirar a Tobías. Él lo enfrentó sin moverse del sillón en el
que estaba hundido.
- —
¿Tenés qué? —inquirió distraído, el cigarrillo subiendo y
bajando entre sus labios.
- —
Al amigo de tu novia con el violinista.
- Ahora
Tobías se irguió con rapidez, frunciendo apenas el ceño.
- —
¿Querés decir que el pibe que conocí el otro día es un CRAP?
- Krazler
cabeceó en dirección al monitor por toda respuesta. Tobías no
se molestó en mirar para confirmar sus palabras. Sonrió de
costado y volvió a reclinarse hacia atrás en el sillón con
expresión casi risueña.
- —
Entonces los tenemos agarrados por las pelotas —canturreó.
- John
giró en su silla para enfrentarlo sorprendido, Krazler se limitó
a arquear las cejas, poco dispuesto a dejarse convencer tan fácilmente.
- —
Lo único que tenemos es la cara del nuevo, que hasta ahora se
nos había escapado.
- —
Y su nombre verdadero. Con apellido, dirección, teléfono y número
de documento en caso necesario —terció Tobías sonriente—.
Y si lo tenemos a él, caen los demás como un dominó. Espíritu
de equipo y toda esa mierda que tanto les gusta a ellos.
- —
Traeme su cabeza y después hablamos.
- Tobías
largó una risita al escuchar la voz del cuarto ocupante de la
habitación, un muchacho alto y delgado, de pelo rubio largo,
vestido enteramente de negro. De pie junto a la ventana, de
espaldas a ellos, había hablado sin mirarlos.
- —
Está bien, Salomé, pero te voy a cobrar en especias —rió
Tobías.
- El
otro no se dignó a contestarle y siguió mirando hacia afuera
en silencio.
- —
Jaques tiene razón —terció Krazler—. Traeme la data
chequeada y después hablamos.
- Tobías
se puso de pie sin dejar de sonreír y manoteó su chaqueta
consultando la hora.
- —
Esta noche, jefe. Ahora tengo que ir a buscar a mi chica, y el
romance suele ponerla locuaz.
- Krazler
y John lo vieron salir y cruzaron una mirada escéptica. Desde
de la ventana llegó la voz de Jaques, suave y sin asomo de
dudas.
- —
Todo lo que va a traer son datos falsos. La chica sabe o
sospecha qué le compramos realmente a su viejo, y las preguntas
de Tobías le van a dar mala espina. Va a contestar, sí, pero
todas mentiras.
- Krazler
volvió a arquear las cejas, dubitativo.
- *
* *
-
- Los
ojos de Claudia se perdieron en el tránsito de autos y gente al
otro lado de la vidriera. Frente a ella en la mesa, Boss se armó
de paciencia, sabiendo que tenía que respetar su silencio. Era
una suerte que la hubiera encontrado saliendo del laboratorio,
sin necesidad de entrar y anunciarse. Y era una suerte que ella
tuviera tiempo de tomar un café con su viejo amigo. La mentira
que Slash había armado parecía haber pasado sin demasiados
problemas. Era bastante tonta, pero le permitía dejar preguntas
sin responder alegando que era información clasificada. En
realidad, si lo pensaba un poco, lo que acababa de contarle a
Claudia tenía ciertos visos de verdad. Run había aceptado tras
cierta vacilación esta alternativa a su plan original, y Trash
lo había tachado de “completa estupidez”, pero Boss prefería
arriesgarse a pesar de los demasiados puntos débiles que ofrecía
su historia.
- Ahora
contemplaba a su amiga en silencio. Se habían sentado en un
rincón del local, donde terminaba la vidriera, y él se había
ubicado de espaldas contra la pared, de manera que las cortinas
recogidas con su enorme moño azul lo ocultaran a miradas
indiscretas desde la calle y buena parte de las mesas. Pero la
luz caía directamente sobre Claudia, revelándole los cambios
que el tiempo operara en ella. Su actitud vivaz y espontánea no
había cambiado, pero durante la conversación había creído
percibir ciertos destellos de recelo en su mirada antes tan
llana. Como midiendo qué
se tiene que callar a medida que yo hablaba. De pronto
Claudia apagó con un gesto brusco su cigarrillo recién
prendido y lo enfrentó con una amplia sonrisa.
- —
Ya me parecía que eso del viaje era un verso —dijo,
satisfecha—. ¿Renunciar a la cana por una beca de
especialización? ¿Vos? ¡Vos naciste para ese uniforme de
mierda! Aunque nunca te hubiera imaginado laburando encubierto
—le palmeó una mano sobre la mesa con una risita—. Pero me
alegra que me hayas contado la verdad.
- Boss
se limitó a asentir devolviéndole la sonrisa, pero ella no lo
dejó contestar.
- —
No te preocupes por mí. Soy una tumba —aseguró.
- Linda
expresión estando en medio de semejante kilombo,
gruñó él para sus adentros. Entonces ella pareció reparar en
algo.
- —
¡Mierda! ¡En casa conté que te había visto! ¡Y Tobías
también te vio!
- —
No hay problema —Boss sonrió con gesto tranquilizador, como
quien está acostumbrado a manejar contingencias de esa
clase—. Si cualquiera te vuelve a preguntar por mí, decí que
no me volviste a ver. Con eso alcanza.
- —
¿Y tu vieja?
- —
Mi vieja sólo sabe lo indispensable para no preocuparse, y yo
la llamo cada tanto. No se va a sorprender si se entera que vos
me encontraste de casualidad y después volví a desaparecer.
- Claudia
rió meneando la cabeza.
- —
Una mina piola, tu vieja. Hubiera sido una buena suegra.
- Boss
sólo pudo quedarse mirándola con los ojos muy abiertos, ella
volvió a reír con un guiño.
- —
No sé qué te hizo este laburo, pero te sienta bien. Te vestís
mejor, el pelo más largo te queda bien, y ya no sos tan
acartonado como antes. ¡Y ese arito! ¿Quién lo hubiera dicho
de mi amigo el cadete? Te juro que si no estuviera de novio, te
atracaría en el Parque cualquier noche de éstas.
- —
Ya, ya. Con ese anillo en el dedo cualquiera se va de boca.
- Claudia
hizo un bollito con una servilleta y se la tiró a la cara.
- —
¿Ves? ¡Antes te hubieras puesto colorado y ahora me retrucás!
- Boss
sólo rió con ella.
-
- * *
*
-
- — Esto va
a ser para kilombo.
- Run alzó
la vista de su libro para enfrentar a Trash, que se apoyara en
el marco de su puerta con los brazos cruzados y el ceño más
fruncido que de costumbre.
- — ¿Esto?
—repitió con calma, el libro todavía abierto frente a su
cara.
- — Esto
—gruñó ella con un cabeceo—. Lo de esa minita. Va a ser
para kilombo.
- Atraído
por sus voces, Slash salió de su cuarto para acercarse a Trash,
que ni siquiera lo miró. Run arqueó las cejas, instándola a
explicarse. Ella resopló con una mueca.
- — Tobías
la ve en el boliche, ¿no? Lo más posible es que esté ahí
mientras hacen el negocio.
- — Sí,
seguro que los va a ayudar con la balanza...
- Una breve
mirada de Run silenció a Slash, que torció la boca meneando la
cabeza.
- — No seas
boludo, querés —replicó Trash—. Estoy hablando de Boss. No
doy dos mangos por sus nervios si huele el mínimo riesgo para
su amiguita. Eso va a
traer kilombo.
- — ¿Estás
celosa o me quedé sordo?
- Trash giró
en redondo para enfrentar a Slash con los ojos fulgurantes. Él
se apoyó en la pared ante ella y se cruzó de brazos con
sonrisa burlona.
- — Todo
bien, linda, total queda en familia.
- Run vio
cerrarse los puños de Trash y volvió a leer, desentendiéndose
del asunto. Al fin y al cabo, cada quien es dueño de perder los
dientes como más le gusta. Pero la chica sólo miró a Slash un
momento más, las mandíbulas apretadas, como buscando qué
contestar.
- — Sos tan
pelotudo —masculló al fin, cruzó el pasillo en dos zancadas
y entró a su pieza, cerrando la puerta de un golpe.
- Slash volvió
a menear la cabeza con una risita.
- — Está
celosa —señaló divertido.
- — Sí,
pero también tiene razón —contestó Run, con una breve
mirada antes de seguir leyendo—. Tenemos que encontrar la
forma de que Boss se quede atrás. No podemos arriesgarnos a que
se corte solo como acostumbra y nos ponga en peligro a todos.
- Slash se
quedó en silencio, sopesando sus palabras. Después respiró
hondo con una mueca y volvió a su pieza sin agregar más.
-
- * * *
-
- En los últimos
días parecía haberse hecho común el silencio tenso a la hora
de comer. Y ese almuerzo no era la excepción. De acuerdo al último
informe de Rover, los Sterne recibirían a los compradores esa
noche, pero Run había evitado cuidadosamente el tema y todavía
no se habían sentado a planear cómo se moverían para
frustrarles el negocio. Boss apartó su plato casi sin haber
probado la comida y miró a los otros tres alternativamente,
fijando su vista por último en Slash.
- — Bien,
¿alguien se va a dignar a decirme qué carajo pasa?
- Slash
cabeceó en dirección a Run sin responder, Trash se fue a la
cocina con la excusa de servirse más. Run terminó de masticar
sin ninguna prisa, después se limpió la boca, tomó un trago
de cerveza, se volvió a limpiar. Un segundo antes de que Boss
estallara, lo enfrentó con su mirada tranquila.
- — Esta
noche vos no entrás con nosotros —dijo con suavidad, mirándolo
de lleno a los ojos.
- Las cejas
de Boss formaron un arco perfectamente inquisitivo, la boca
abierta, demasiado sorprendido para reaccionar.
- — ¿¡Qué!?
—exclamó cuando pudo hablar, retrepándose en la silla.
- — No nos
podemos arriesgar a ninguna distracción, Boss. Son los Sterne,
no cualquier correo. Y con los Sterne no hay segundo intento. Si
esta noche algo sale mal, lo más seguro es que alguno de
nosotros, si no todos, no vuelva a casa.
- Boss se
reclinó contra el respaldo con una profunda inspiración,
controlándose, y logró sonreír de costado asintiendo
lentamente.
- — Así
que ustedes piensan que como entré último al grupo tengo menos
experiencia en este tipo de situaciones... Creen que si la veo a
Claudia ahí me voy a olvidar de todo y mandarlos a ustedes al
asador por cuidarla. Que soy un pobre boludo que agarró su
primer fierro ayer y que mis nervios son papel higiénico...
Bien, me alegra saberlo.
- Mientras
hablaba se iba inclinando nuevamente hacia adelante, su acento
cada vez más cortante y frío. Cuando amagó a levantarse, la
mano de Slash se cerró sobre su brazo y lo mantuvo sentado.
Boss lo enfrentó con tal expresión que el otro retiró la mano
como si se hubiera quemado. Trash se había detenido con su
plato lleno junto a la barra del desayunadero, detrás de Run,
que ahogó un suspiro bajando la vista.
- — No seas
boludo, flaco —terció Slash en tono conciliador—. ¿Cómo
vas a boquear así? ¿Te pensás que me olvido que ya me
salvaste dos veces? ¿Te pensás que Run y Trash también se
olvidan? ¿Qué no sabemos darnos cuenta de lo que valés?
- — Es una
cuestión de puro sentido común —intervino Run—. Imaginé
que sabías que hay que evitar las implicaciones subjetivas, y
que si las hay, no podemos tenerlas en primera línea en el
momento de laburar.
- Boss
volvió a sonreír con ironía.
- — Como
él esa noche en el puerto, ¿no? —inquirió señalando a
Slash—. O ella en lo de ese García. O vos en el boliche de tu
amigo. ¿Por qué clase de boludo me tomás, Run? —apartó la
silla y se paró meneando la cabeza—. Hagan lo que quieran.
Vayan ustedes tres, a que les pateen el culo de nuevo. Me
importa una mierda. Pero de camino al boliche, avísenle a Rover
que llame al que me siga en la lista de repuestos.
- Nadie le
respondió ni trataron de detenerlo cuando dejó el comedor.
Oyeron el portazo en su cuarto, el silencio espesándose entre
ellos. Slash se volvió hacia Run con expresión apremiante, el
otro había respirado hondo y vuelto a comer con la vista fija
en el plato.
- — ¿No
pensás hacer nada? —murmuró Slash incrédulo.
- Run lo
enfrentó alzando las cejas. — ¿Hay algo que pueda hacer?
- —
Disculparte, como mínimo. Lo trataste como a un pendejo
malcriado y lo sabés. Y también sabés que todo lo que dijo
era cierto, y lo que le planteaste vos es mierda de paloma, no
sirve ni para abono.
- El
otro sacudió la cabeza y siguió comiendo. El argumento
alternativo, en ese contexto, iba a resultar más humillante que
constructivo: ellos tres conocían a los Sterne y sabían
demasiado bien a qué grados de crueldad se enfrentaban,
mientras que Boss, por suerte para él, todavía no había
tenido oportunidad de ver cuán lejos eran capaces de llegar los
favoritos de Méndez. Y Run no quería que su primera vez fuera
esa noche, con su amiga de por medio. Pero tampoco tenía
sentido recordárselo a Slash. Él y Boss se habían acercado
cada vez más, ahora Slash respaldaba la posición de su nuevo
amigo sin vacilar. Y Run sabía que Trash y él no se bastaban
solos para hacer lo de esa noche.
- Slash
masculló algo antes de vaciar su vaso, y estaba por hablar
cuando Trash se acercó de pronto a Run y se paró junto a él
hasta que la enfrentó. Ella los miró un momento a los dos,
ceñuda, sacudió la cabeza enojada y salió del comedor
también. La escucharon ir hasta el final del pasillo y golpear
una puerta. Run sonrió de costado, anticipándose a Slash.
- —
Si ella no lo calma, al pedo que nosotros lo intentemos.
- —
¿Qué decís? ¡Se van a cagar a piñas!
- —
Tal vez eso le resulte más sincero y efectivo. Siempre viene
bien descargar tensiones, ¿no?
- Slash
se quedó con los ojos muy abiertos un momento, completamente
desconcertado. Trash acababa de golpear de nuevo la puerta, esta
vez con más fuerza. Slash largó una risita.
- —
Mejor llamá al Turco para que tenga todo listo. Por las dudas.
-
- *
* *
-
- Boss
estaba guardando su ropa en la mochila cuando golpearon la
puerta. Estaba furioso, y de solo pensar en tener que aguantar
de nuevo los fallidos diplomáticos de Slash o la calma distante
de Run, las manos le hormigueaban. Si llegaba a escucharlos en
los próximos... sesenta días, no estaba seguro de poder
contener sus ganas de pegarles. Así que siguió sacando su ropa
del placard y doblándola sobre la cama antes de guardarla.
Hubiera preferido tirar todo adentro en dos minutos e irse, pero
no quería tener que volver después a buscar lo que quedara,
así que hacía su mochila a consciencia, aprovechando el
espacio.
- Volvieron
a golpear la puerta. Varias veces ahora, y con bastante fuerza.
Encajó las mandíbulas y abrió de un tirón, encontrándose a
Trash con el puño en alto, dispuesta a seguir golpeando. Se
mostró sorprendido un instante, pero cuando la chica abrió la
boca para hablar le cerró la puerta en la cara. Del otro lado,
Trash contuvo sus ganas de abrir de una patada y optó por la
vía más convencional del picaporte. Entró sin ningún
preámbulo, cerró y se apoyó de espaldas contra la puerta con
las manos en los bolsillos. Boss decidió ignorarla y siguió
guardando sus cosas en silencio. Cuando la mochila estuvo llena
la cerró sin prisa, se puso su campera y se la colgó al
hombro. No quedaban más que un par de remeras viejas en un
estante, algún par de medias, un póster en la pared. Caminó
hasta detenerse a dos pasos de Trash y cabeceó hacia el
pasillo.
- —
Dejame pasar —dijo con calma.
- Trash
alzó las cejas con una mueca burlona.
- —
Realmente, no sos más pelotudo porque no te entrenás, ¿eh?
- Boss
digirió el asombro de que ella también hablara con calma y no
se moviera.
- —
Trash...
- Ella
sacó sus cigarrillos y prendió uno lentamente. Boss la miró
perplejo al ver que un amago de sonrisa le curvaba los labios.
Aquello era una bravuconada abierta y explícita, pero una
sonrisa suya no dejaba de ser lo más extraño que viera desde
que llegara a esa casa... A pesar de que su catálogo de rarezas
se había ampliado considerablemente a partir de ese día.
- —
No entendés una mierda, ¿no, miliquito? —terció ella muy
tranquila, ahora tirándole el humo en la cara—. De tanto usar
la gorra de cana se te encogió el cerebro.
- Boss
se obligó a no contestarle y se decidió por una expresión
aburrida. La sonrisa de Trash se acentuó al tirar la ceniza en
el piso.
- —
¿Estás buscando que te corra, Trash? —preguntó él lo más
suavemente que pudo—. Sabés que pegarle a las minas no es mi
fuerte, pero puedo hacer una excepción.
- —
Una excepción sería que te mostraras inteligente una puta vez
en la vida.
- El
acento de Trash se había endurecido, ni rastros de su sonrisa,
su cara la mueca rabiosa de siempre. Avanzó hasta él y le
clavó el índice en el pecho, empujándolo hacia atrás.
- —
Les importás, pedazo de boludo —siseó con los dientes
apretados—. Por eso tratan de cuidarte de esos carniceros.
Tienen miedo que maten a tu amiguita para hacerte saltar y
después te maten a vos. Pero eso es demasiado para tu cerebro,
¿no?
- Boss
no ocultó su sorpresa al escucharla, pero se compuso enseguida
y sonrió con ironía. Aquello pareció sacar de quicio a Trash,
que tiró el cigarrillo y lo apagó de un pisotón corriéndose
a un costado.
- —
Hacé lo que quieras —gruñó.
- Él
asintió y avanzó hasta la puerta, ahí se detuvo a mirarla por
encima del hombro.
- —
Gracias —su voz era llana, sin segunda intención—.
Nunca imaginé que fueras a molestarte en venir a
hablarme.
- Trash
se encogió de hombros volteando la cara para no mirarlo.
- —
Acerté cuando le dije a Run que tus nervios no valían un
mango. Lo que no sabía era que tampoco tenías huevos.
- El
primer impulso de Boss fue cruzar el cuarto y golpearla como si
fuera un hombre. Hasta que entendió. Entonces sintió que el
estómago se le contraía con una carcajada súbita. Soltó la
mochila y cruzó el cuarto; antes de que la chica reaccionara la
abrazó con fuerza y le besó la cabeza riendo. Ahora la
contracción en el estómago se debió al puño de Trash, que se
hundió con toda su fuerza entre las costillas. Se dobló sobre
sí mismo todavía riendo, ella lo empujó a un lado,
haciéndolo caer sobre la cama, y se fue a paso rápido.
- Por
casualidad, Run y Slash habían recordado unos minutos atrás
que tenían que sacar algo del depósito vecino al cuarto de
Boss. También por casualidad, salieron del depósito justo
cuando Trash se dirigía casi corriendo a su propio dormitorio.
Pero ellos alcanzaron a notar la cara colorada como su pelo y la
respiración agitada. Slash se tapó la boca para no largar la
risotada ahí mismo. Run suspiró sonriendo y le sacó las cosas
de las manos antes de que se le cayeran.
- —
Día de portazos temperamentales —terció—. Otra crisis como
ésta y vamos a tener que cambiar todas las puertas.
- —
Otra crisis como ésta y vas a ser tío —replicó Slash sin
aguantar la risa.
- En
ese momento se asomó Boss al corredor, la campera todavía
puesta, un brazo todavía apretándole el estómago. También se
lo veía divertido. Los señaló menenado la cabeza, buscó aire
para hablar, rió por lo bajo.
- —
La próxima vez vengan ustedes, cobardes, así por lo menos
puedo devolver el golpe.
- Run
ya había entrado y salido del baño, le tiró un pote que Boss
atajó en el aire.
- —
Desinflamatorio —informó sonriendo—. Menos mal que no fue
en la cara de nuevo. Esta noche tenemos que estar todos al 200%.
-
- *
* *
-
- —
¿Seguro que querés ir adentro? Porque...
- —
Querés ver si está la minita.
- El
acento agrio de Trash intrrumpió a Slash, pero Boss sólo
volvió a asentir con sonrisa paciente. Ella chasqueó la lengua
con desdén y le dio la espalda con la excusa de volver a
chequear sus armas. Run lo observaba en silencio por el espejo
retrovisor. Él sonrió por enésima vez.
- —
Pueden llamarlo el famoso plan B. Si estos Sterne son tan
jodidos como ustedes aseguran, siempre es bueno tener un plan B
a mano, ¿no? —miró directo a los ojos de Run en el
espejo—. Tal vez no podamos cortar la luz desde afuera, o
surja cualquier otro imprevisto.
- —
Te preferiría en el techo de enfrente, cubriéndonos...
- Boss
palmeó el hombro de Trash, que se sacudió su mano como si
fuera una culebra.
- —
Esta noche yo apostaría más a la puntería de ella que a la
mía.
- Run
sólo asintió y tornó a mirar hacia delante, justo cuando el
semáforo se ponía en verde. Slash seguía dado vuelta en su
asiento, observándolo.
- —
Me gustaría saber qué mierda esperás que pase...
- —
Ojalá que nada.
- Una
mirada fugaz de Run acalló el siguiente comentario de Slash y
nadie más habló durante el resto del viaje. Cuando tuvieron la
camioneta estacionada en el callejón que se abría al costado
del boliche, los sensores mostraron que la oficina trasera,
donde se suponía que harían el negocio, estaba vacía. Había
tres personas en la oficina vecina, pero la dejaron bien pronto,
bajaron hasta el segundo nivel del boliche y volvieron al local
por el depósito de ese nivel.
- —
¿Sólo tres? —murmuró Slash frunciendo el ceño.
- —
Cuatro como mínimo, si no los cinco —terció Run con una
mueca—. Bien, salimos.
- Trash
saltó primera a la calle, Run la siguió, Boss se demoró junto
a Slash, que tenía que quedarse monitoreando hasta que llegaran
los clientes.
- —
¿Está lista la pocket? —le susurró Boss antes de irse—.
Tenela a mano.
- Slash
sólo asintió con una mueca de incomprensión, pero sabía que
ya no había tiempo para preguntas. Siguió en su monitor
a los otros tres que se alejaron a toda prisa y se separaron
para cubrir la cuadra de la entrada posterior del inmenso cubo
de cemento que era el boliche. Pronto tuvo en funcionamiento la
cámara que se llevara Run, que le permitía monitorear varias
cuadras de esa calle desde el nivel del piso. Un momento
después se activaba la de Boss, mostrando el otro extremo de la
calle. Por último la de Trash, desde el techo del edificio de
enfrente, a cuatro pisos de altura. Entonces detectó movimiento
cerca de la conexión eléctrica. Run y Boss también habían
visto al tipo
parado junto al pilar.
- —
John —susurró Run.
- —
Ése me debe una —gruñó Trash desde arriba.
- —
Guardalo para el postre, linda —replicó Slash.
- —
Tsk...
- —
Viene un auto —interrumpió Boss, apurándose a esconderse en
un umbral a oscuras sobre la calle transversal, sin tiempo de
reacomodar la cámara.
- —
Y ahí salen a recibirlos —agregó Slash.
- —
Tobías —Trash pareció escupir el nombre.
- —
Con alguien más —murmuró Run, arrepintiéndose de haber
hablado en el mismo momento de hacerlo.
- Un
auto grande, importado, a todas luces caro, se acercaba a la
posición de Boss a escasa velocidad, y él no podía
arriesgarse a salir de su escondite para asomarse a la esquina.
- —
¿Quién es? —su susurro fue perentorio.
- —
Tu mina —replicó Trash.
- En
ese momento dos hombres más salieron del boliche.
- —
Mierda. Jaques y Krazler —masculló Run.
- —
Lindo show el de esta noche. Ojalá pudiéramos ponerles una
bomba —gruñó Slash.
- —
Esperá a que saquemos a los dos mil carneros de adentro
—terció Boss aplastándose contra la puerta tras él mientras
el auto pasaba y se detenía unos metros más allá. Dos tipos
armados con automáticas medianas se apearon y caminaron a paso
rápido hacia el boliche. Uno se quedó en mitad de la calle, el
otro fue hasta el grupito en la entrada posterior y después
siguió hacia la otra esquina. El auto volvió a avanzar con
lentitud hasta detenerse frente a Tobías y a Claudia.
- —
Mierda con la seguridad. ¿Bin Laden o el papa?
- Nadie
respondió al chiste de Slash. Boss había retrocedido hacia la
esquina, se asomó y volvió a esconderse.
- —
Run, vení. ¿Te bancás sola, Trash?
- —
A estos y a veinte más.
- Run
vaciló al escuchar a Boss, mientras Slash reía para sus
adentros de cómo su amigo había formulado la pregunta de tal
manera que era obvio que la chica contestara así.
- —
Run, la están usando de escudo –agregó Boss—. Ya saben que
estamos acá. Si matamos al cliente la van a fusilar. Y ese John
sigue al lado del pilar. Apenas entren, andá a la van.
- Run
no respondió. La puerta no había terminado de cerrarse cuando
vio una sombra que cruzaba en cuatro pasos la calle y se hundía
en el callejón lateral. Aún vacilaba, pero prefirió confiar
en su instinto, y éste le decía que Boss no estaba actuando de
atolondrado. Sólo había puesto en marcha su famoso plan B.
-
- *
* *
- Boss guió
a Run hacia la entrada del boliche sin atender a la larguísima
cola que se formara ante la puerta. Habían cambiado sus
pantalones por jeans a toda prisa, y llevaban los intercom en
los bolsillos de las camperas. Al llegar a la entrada, vieron
que del otro lado había otra fila igual: los que pretendían
ser conocidos de alguien para entrar gratis. Boss ignoró
también ésa, sacó una tarjeta de su billetera y encaró al
encargado sin titubear. El tipo, bajo y esmirriado pero con un
gigante inflado de anabólicos detrás, le clavó una mirada
fulgurante; no le gustaba que nadie salteara el “control de
admisión”, su pequeña parodia de poder. Pero apenas leyó la
tarjeta esbozó una sonrisa falsa y se hizo a un lado
invitándolos a pasar con un ademán. Le susurró algo al
gigante y los acompañó para que no los obligaran a pasar por
el detector de metales. Boss le agradeció con aire distraído y
le indicó a Run que lo siguiera. El otro se dejó guiar hacia
el fondo del local y la barra del nivel inferior, se detuvieron
antes de sobrepasar la pista y Boss lo encaró muy serio.
- —
Hacete el descompuesto. Claudia está ahí, sola, y vamos a ir
con ella.
- Run
sólo atinó a asentir, un poco sorprendido por el acento bajo y
reconcentrado de su compañero. Estaba acostumbrado a la actitud
dócil y amistosa de Boss, nunca antes le había escuchado ese
tono ni visto esa expresión en los ojos, que le endurecía por
completo el semblante amable, siempre con tendencia a sonreír.
Boss pasó un brazo bajo los de Run, que se llevó una mano a la
cabeza gacha y se dejó guiar a través de la gente. Boss lo
hizo sentar en uno de los banquillos y lo dejó ahí con una
última mirada. Un minuto después volvía con Claudia, que
enseguida se acercó a Run con expresión preocupada y se
inclinó para verle los ojos.
- —
Hola, soy Claudia, mucho gusto, ¿te bajó la presión?
- —
Laureano, qué tal. Sí, casi me caigo redondo en medio de la
pista. Me quedé sin aire...
- —
Hoy hay mucha gente... necesitás algo dulce...
- —
¿No hay ningún lugar tranquilo para llevarlo hasta que se le
pase? — la interrumpió Boss dominando el estruendo de la
música.
- La
chica dudó un momento, después asintió con un cabeceo
enérgico e insistió en ayudar a su amigo a cargar a Run hacia
el final de la barra. Ahí abrió una puerta disimulada en la
pared y los hizo pasar a un corredor estrecho y sin luces.
Tanteando a la derecha encontró un picaporte, abrió la puerta,
manoteó el interruptor. La luz mostró una oficina estrecha
pero elegante, y Boss y Run contuvieron su alegría al ver en
uno de los rincones, casi detrás de un modular con botellas y
vasos, una caja de llaves eléctricas.
- —
Pasen, pasen — apremió Claudia señalando un sillón de un
cuerpo en la pared de enfrente, y se empeñó en acompañar a
Run hasta sentarlo en él. Boss se apresuró a cerrar la puerta,
haciendo girar también la traba.
- — ¿De
quién esta oficina?
- Ella
giró para enfrentarlo, sorprendida por su acento, y al ver su
expresión frunció el ceño.
- —
De Tobías, ¿por qué?
- —
Y no tener tiempo de revisarla —gruñó él—. Escuchame,
Claudia, quiero que me prestes atención y hagas todo lo que te
digo, ¿ok?
- Ella
asintió, más perpleja a cada palabra suya. Boss se acercó y
le sujetó los brazos, mirándola de lleno a los ojos.
- —
Ahora quiero que agarrés tus cosas y te vayas a tu casa. Ya
mismo, ¿entendiste? —miró a Run por encima de la cabeza de
la chica y cabeceó hacia la caja de llaves en la pared.
- Claudia
se volvió hacia Run frunciendo el ceño al verlo moverse sin
problemas, más aún al ver la minicomputadora que sacaba de un
bolsillo y los cables que salían del otro. Giró hacia Boss
interrogante.
- —
Estoy laburando, Claudia —dijo él, y asintió al ver la muda
pregunta en los ojos de ella—. Sí, él trabaja conmigo.
- —
Los... Esos tipos que llegaron hace un rato, ¿no? —murmuró
la chica turbada.
- Run
giró en redondo al escucharla, una mirada de Boss lo silenció,
empezó a conectar los cables a la pocket y a las llaves en
silencio.
- —
Tobías me obligó a salir a recibirlos... parecían mafiosos,
con esos guardias armados en plena calle... —Claudia se
interrumpió abriendo mucho los ojos—. ¡Era por eso que te
encontré acá...! ¡Dios mío! ¡Y son clientes del jefe de
Tobías! ¿Vos creés que él también...?
- —
No sé, y no creo que te convenga preguntarle, por las dudas.
Ahora haceme caso: agarrá tus cosas y andate. No pidas un taxi
desde acá. Quiero que en dos minutos estés en la calle.
- Ella
asintió de inmediato y descolgó un tapado negro y una cartera
del perchero de la puerta. Volvió a detenerse frente a Boss, a
sólo un paso de él, y lo miró un momento con una vaga
sonrisa. Su mano se alzó para acariciarle la mejilla con
suavidad.
- —
Cuidate, querés.
- Boss
sintió que todas sus barreras amenazaban derrumbarse ante esa
mirada tan llena de confianza y afecto. Le sujetó la mano,
deteniéndola, y sacó su intercom del bolsillo. Le sacó con
facilidad el rastreador y se lo dio, ajustándose el micrófono
a su oído.
- —
Tomá, ponelo entre tu ropa. Slash,
¿me copiás?
- Claudia
se quedó con el diminuto aparato en la mano, sus ojos
moviéndose de él a su amigo. Oyó el susurro proveniente del
intercom de Boss.
- —
Le di mi localizador a Claudia, ¿lo tenés? Bien, voy a dejar
la pocket prendida, seguime con eso. Ok —volvió a mirar a la
chica y le sonrió con ternura—. Ahora andate derecho a tu
casa, y tira eso antes de entrar, ¿sí?
- Ella
se apresuró a asentir y vaciló un momento, después deslizó
el rastreador bajo el escote de su vestido con un guiño.
- —
Supongo que ahí está seguro.
- —
Hoy en día, y con vos...
- Ríeron
brevemente, con voz entrecortada. Boss cabeceó en dirección a
la puerta, ella asintió y salió sin mirar atrás.
- — ¿Cómo
van? —preguntó Slash en cuanto escuchó la clave sonora de
Run.
- —
Ya casi. En un par de minutos lo tengo —respondió el otro—.
¿En qué están?
- —
Me gustaría saberlo. Todavía no pasaron a la oficina grande.
Hay dos Sterne con los dos tipos en la oficina de al lado. En la
grande hay un par moviéndose, me huelo los guardaespaldas del
comprador revisando que el lugar sea seguro.
- —
Son esos dos —confirmó Trash.
- —
¿Tenés un buen tiro desde ahí? —inquirió Boss estudiando
atentamente las paredes y el techo de la oficina.
- —
Salvo que se pongan en un rincón junto a las ventanas, los
puedo bajar con el rifle común.
- —
Listo —dijo Run entonces, desconectando rápidamente la pocket
y dándosela a Boss—. En cinco minutos estamos ahí.
-
- *
* *
-
- —
¿Adónde vas tan apurada?
- Claudia
se estremeció al sentir que le sujetaban la mano,
deteniéndola. Trató de sonreír para enfrentar a Tobías, que
deslizó un brazo por su cintura.
- —
A casa, me siento medio floja... te busqué para avisarte, y
como no te encontré...
- —
¿Medio floja? —los ojos negros de Tobías brillaban detrás
del flequillo. La voz de la chica temblaba un poco, y el pelo no
ocultaba del todo el sudor en su frente, se la tocó con amplia
sonrisa— No te me habrás enfermado...
- Ella
dominó la súbita repulsión cuando la tocó y sacudió la
cabeza llevándose una mano al vientre.
- —
No, tengo un poco de dolores, estoy en fecha, ya viste cómo
soy...
- —
¿Por qué no recostás en mi oficina? No puedo llevarte hasta
que esta gente se vaya, y no quiero que andes sola...
- —
Está bien, mi amor... —casi se atragantó al decirlo, se
forzó a controlarse cuanto pudiera—. Llamame un taxi y
list...
- —
Pero lo vi a tu amiguito por ahí, ¿te vas a ir sin saludarlo?
- Ahora
Tobías percibió sin dificultad el escalofrío que corrió por
la espalda de la chica. Volvió a sonreír guiándola de vuelta
hacia el fondo del local.
- —
Vení, tengo analgésicos en la oficina. Y mientras vos te
tomás uno, yo busco a tu amigo y te lo llevo para que te haga
compañía, ¿te parece, amor?
- Claudia
se detuvo bruscamente y menó la cabeza con energía.
- —
No, no, Tobías, me quiero ir a casa, a dormir. Si no me podés
llevar, llamame un auto y seguí trabajando.
- Él
se inclinó para hablarle al oído, disfrutando el temblor que
la sacudió de pies a cabeza al escucharlo.
- —
Tengo una noche bastante difícil, querida.
No te pongas molesta, por favor, que hoy no tengo paciencia para
caprichos. Te dije que vamos a mi oficina, así que caminá.
- En
el momento en que Claudia, agitada y temblorosa, daba el primer
paso, todo el inmenso local quedó a oscuras. Sintió que
Tobías retiraba el brazo de su cintura para aferrarle la mano y
arrastrarla tras él mascullando algo entre dientes. Trató de
resistirse. En medio de la muchedumbre que se apretaba voceando
en la oscuridad, Tobías le dio una cachetada y se la llevó
apartando a la gente a empujones. Cuando las luces de emergencia
se prendieron, ya habían desaparecido tras la puerta junto a la
barra.
-
- *
* *
-
- Boss y Run
dejaron el boliche en medio de la multitud que salía y se
perdieron entre la gente hacia el callejón lateral. Cuando
llegaron a la van, Slash los esperaba con sus armas listas.
- — ¿Y
Claudia? —preguntó Boss chequeando la carga de su rifle.
- — Ya debe
haber salido —replicó Slash recibiendo las camperas de los
dos.
- Boss alzó
la vista hacia el monitor de los rastreadores y frunció el
ceño.
- — ¿Qué
es eso?
- — Apuren
el trámite —gruñó Trash desde su posición.
- Slash miró
con él, masculló algo entre dientes sentándose de un salto en
su lugar y activó el sensor de calor de los rastreadores. Run
notó la gota de sudor que resbaló desde su sien cuando el
monitor mostró el resultado.
- —
¡Mierda! Volvió a la oficina. Y no está sola.
- Boss se
inclinó junto a él apoyando una mano en su hombro. Slash
alcanzó a mirar de reojo a Run, que suprimió un suspiro
demasiado sincero para ser oído. El monitor acababa de mostrar
que Claudia estaba forcejeando con un hombre armado. Boss
retrocedió con ojos fulgurantes y enfrentó a Run, que ocupaba
la salida de la camioneta.
- — ¿Vas a
ir a buscarla?
- — ¿Dejo
que la maten por ayudarnos?
- — Están
entrando —avisó Slash señalando el monitor que mostraba la
oficina trasera.
- — Están
todos —confirmó Trash—. Sólo falta Tobías.
- Run
frunció el ceño interrogante, vio el cabeceo afirmativo de
Slash, se hizo a un lado.
- — Slash,
dejá eso y vení. Tenemos que terminar esto rápido.
- Boss ya
estaba revisando la puerta lateral para ver cómo abrirla.
Forzó la cerradura y giró hacia la van, estacionada entre
otros autos a pocos metros. Run sorteaba los vehículos hacia la
calle posterior. Boss vio su gesto, creyó adivinar una breve
sonrisa. Slash llegó corriendo junto a él, el rifle colgando a
su espalda.
- — Seguí
este pasillo. Es la primera puerta a tu izquierda, de este lado
—dijo rápidamente, y se alejó para alcanzar a Run, que ya
estaba a mitad de camino.
- — No te
hagas el héroe —oyeron que gruñía Trash, que esa noche
parecía haber hecho gárgaras de vinagre.
- Boss le
sacó el seguro a su 9 milímetros y se hundió en el corredor a
oscuras.
-
- * * *
-
- Todo
daba vueltas, la cabeza dolía, especialmente en la parte de
atrás, donde sentía la piel tensándose sobre un chichón que
crecía. Una sombra: la sombra de una cabeza inclinándose sobre
él. La dureza firme y uniforme del piso bajo su espalda. Una
mano que presionaba suavemente su frente y la acariciaba. Luchó
por abrir los ojos. Su mirada desenfocada alcanzó a reconocer
la cara de Claudia muy cerca de la suya, bañada en lágrimas.
Algo la apartó bruscamente, tirando de ella hacia atrás.
Sintió una patada sin fuerza en su costado. Alguien más
quería que despertara. Logró que sus párpados se separaran
del todo y frunció el ceño al encontrar la sonrisa cínica e
indolente de Tobías allá arriba, el techo de fondo.
- El
acento agrio de Trash intrrumpió a Slash, pero Boss sólo
volvió a asentir con sonrisa paciente. Ella chasqueó la lengua
con desdén y le dio la espalda con la excusa de volver a
chequear sus armas. Run lo observaba en silencio por el espejo
retrovisor. Él sonrió por enésima vez.
- —
Pueden llamarlo el famoso plan B. Si estos Sterne son tan
jodidos como ustedes aseguran, siempre es bueno tener un plan B
a mano, ¿no? —miró directo a los ojos de Run en el
espejo—. Tal vez no podamos cortar la luz desde afuera, o
surja cualquier otro imprevisto.
- —
Te preferiría en el techo de enfrente, cubriéndonos...
- Boss
palmeó el hombro de Trash, que se sacudió su mano como si
fuera una culebra.
- —
Esta noche yo apostaría más a la puntería de ella que a la
mía.
- Run
sólo asintió y tornó a mirar hacia delante, justo cuando el
semáforo se ponía en verde. Slash seguía dado vuelta en su
asiento, observándolo.
- —
Me gustaría saber qué mierda esperás que pase...
- —
Ojalá que nada.
- Una
mirada fugaz de Run acalló el siguiente comentario de Slash y
nadie más habló durante el resto del viaje. Cuando tuvieron la
camioneta estacionada en el callejón que se abría al costado
del boliche, los sensores mostraron que la oficina trasera,
donde se suponía que harían el negocio, estaba vacía. Había
tres personas en la oficina vecina, pero la dejaron bien pronto,
bajaron hasta el segundo nivel del boliche y volvieron al local
por el depósito de ese nivel.
- —
¿Sólo tres? —murmuró Slash frunciendo el ceño.
- —
Cuatro como mínimo, si no los cinco —terció Run con una
mueca—. Bien, salimos.
- Trash
saltó primera a la calle, Run la siguió, Boss se demoró junto
a Slash, que tenía que quedarse monitoreando hasta que llegaran
los clientes.
- —
¿Está lista la pocket? —le susurró Boss antes de irse—.
Tenela a mano.
- Slash
sólo asintió con una mueca de incomprensión, pero sabía que
ya no había tiempo para preguntas. Siguió en su monitor
a los otros tres que se alejaron a toda prisa y se separaron
para cubrir la cuadra de la entrada posterior del inmenso cubo
de cemento que era el boliche. Pronto tuvo en funcionamiento la
cámara que se llevara Run, que le permitía monitorear varias
cuadras de esa calle desde el nivel del piso. Un momento
después se activaba la de Boss, mostrando el otro extremo de la
calle. Por último la de Trash, desde el techo del edificio de
enfrente, a cuatro pisos de altura. Entonces detectó movimiento
cerca de la conexión eléctrica. Run y Boss también habían
visto al tipo
parado junto al pilar.
- —
John —susurró Run.
- —
Ése me debe una —gruñó Trash desde arriba.
- —
Guardalo para el postre, linda —replicó Slash.
- —
Tsk...
- —
Viene un auto —interrumpió Boss, apurándose a esconderse en
un umbral a oscuras sobre la calle transversal, sin tiempo de
reacomodar la cámara.
- —
Y ahí salen a recibirlos —agregó Slash.
- —
Tobías —Trash pareció escupir el nombre.
- —
Con alguien más —murmuró Run, arrepintiéndose de haber
hablado en el mismo momento de hacerlo.
- Un
auto grande, importado, a todas luces caro, se acercaba a la
posición de Boss a escasa velocidad, y él no podía
arriesgarse a salir de su escondite para asomarse a la esquina.
- —
¿Quién es? —su susurro fue perentorio.
- —
Tu mina —replicó Trash.
- En
ese momento dos hombres más salieron del boliche.
- —
Mierda. Jaques y Krazler —masculló Run.
- —
Lindo show el de esta noche. Ojalá pudiéramos ponerles una
bomba —gruñó Slash.
- —
Esperá a que saquemos a los dos mil carneros de adentro
—terció Boss aplastándose contra la puerta tras él mientras
el auto pasaba y se detenía unos metros más allá. Dos tipos
armados con automáticas medianas se apearon y caminaron a paso
rápido hacia el boliche. Uno se quedó en mitad de la calle, el
otro fue hasta el grupito en la entrada posterior y después
siguió hacia la otra esquina. El auto volvió a avanzar con
lentitud hasta detenerse frente a Tobías y a Claudia.
- —
Mierda con la seguridad. ¿Bin Laden o el papa?
- Nadie
respondió al chiste de Slash. Boss había retrocedido hacia la
esquina, se asomó y volvió a esconderse.
- —
Run, vení. ¿Te bancás sola, Trash?
- —
A estos y a veinte más.
- Run
vaciló al escuchar a Boss, mientras Slash reía para sus
adentros de cómo su amigo había formulado la pregunta de tal
manera que era obvio que la chica contestara así.
- —
Run, la están usando de escudo –agregó Boss—. Ya saben que
estamos acá. Si matamos al cliente la van a fusilar. Y ese John
sigue al lado del pilar. Apenas entren, andá a la van.
- Run
no respondió. La puerta no había terminado de cerrarse cuando
vio una sombra que cruzaba en cuatro pasos la calle y se hundía
en el callejón lateral. Aún vacilaba, pero prefirió confiar
en su instinto, y éste le decía que Boss no estaba actuando de
atolondrado. Sólo había puesto en marcha su famoso plan B.
-
- *
* *
- Boss guió
a Run hacia la entrada del boliche sin atender a la larguísima
cola que se formara ante la puerta. Habían cambiado sus
pantalones por jeans a toda prisa, y llevaban los intercom en
los bolsillos de las camperas. Al llegar a la entrada, vieron
que del otro lado había otra fila igual: los que pretendían
ser conocidos de alguien para entrar gratis. Boss ignoró
también ésa, sacó una tarjeta de su billetera y encaró al
encargado sin titubear. El tipo, bajo y esmirriado pero con un
gigante inflado de anabólicos detrás, le clavó una mirada
fulgurante; no le gustaba que nadie salteara el “control de
admisión”, su pequeña parodia de poder. Pero apenas leyó la
tarjeta esbozó una sonrisa falsa y se hizo a un lado
invitándolos a pasar con un ademán. Le susurró algo al
gigante y los acompañó para que no los obligaran a pasar por
el detector de metales. Boss le agradeció con aire distraído y
le indicó a Run que lo siguiera. El otro se dejó guiar hacia
el fondo del local y la barra del nivel inferior, se detuvieron
antes de sobrepasar la pista y Boss lo encaró muy serio.
- —
Hacete el descompuesto. Claudia está ahí, sola, y vamos a ir
con ella.
- Run
sólo atinó a asentir, un poco sorprendido por el acento bajo y
reconcentrado de su compañero. Estaba acostumbrado a la actitud
dócil y amistosa de Boss, nunca antes le había escuchado ese
tono ni visto esa expresión en los ojos, que le endurecía por
completo el semblante amable, siempre con tendencia a sonreír.
Boss pasó un brazo bajo los de Run, que se llevó una mano a la
cabeza gacha y se dejó guiar a través de la gente. Boss lo
hizo sentar en uno de los banquillos y lo dejó ahí con una
última mirada. Un minuto después volvía con Claudia, que
enseguida se acercó a Run con expresión preocupada y se
inclinó para verle los ojos.
- —
Hola, soy Claudia, mucho gusto, ¿te bajó la presión?
- —
Laureano, qué tal. Sí, casi me caigo redondo en medio de la
pista. Me quedé sin aire...
- —
Hoy hay mucha gente... necesitás algo dulce...
- —
¿No hay ningún lugar tranquilo para llevarlo hasta que se le
pase? — la interrumpió Boss dominando el estruendo de la
música.
- La
chica dudó un momento, después asintió con un cabeceo
enérgico e insistió en ayudar a su amigo a cargar a Run hacia
el final de la barra. Ahí abrió una puerta disimulada en la
pared y los hizo pasar a un corredor estrecho y sin luces.
Tanteando a la derecha encontró un picaporte, abrió la puerta,
manoteó el interruptor. La luz mostró una oficina estrecha
pero elegante, y Boss y Run contuvieron su alegría al ver en
uno de los rincones, casi detrás de un modular con botellas y
vasos, una caja de llaves eléctricas.
- —
Pasen, pasen — apremió Claudia señalando un sillón de un
cuerpo en la pared de enfrente, y se empeñó en acompañar a
Run hasta sentarlo en él. Boss se apresuró a cerrar la puerta,
haciendo girar también la traba.
- — ¿De
quién esta oficina?
- Ella
giró para enfrentarlo, sorprendida por su acento, y al ver su
expresión frunció el ceño.
- —
De Tobías, ¿por qué?
- —
Y no tener tiempo de revisarla —gruñó él—. Escuchame,
Claudia, quiero que me prestes atención y hagas todo lo que te
digo, ¿ok?
- Ella
asintió, más perpleja a cada palabra suya. Boss se acercó y
le sujetó los brazos, mirándola de lleno a los ojos.
- —
Ahora quiero que agarrés tus cosas y te vayas a tu casa. Ya
mismo, ¿entendiste? —miró a Run por encima de la cabeza de
la chica y cabeceó hacia la caja de llaves en la pared.
- Claudia
se volvió hacia Run frunciendo el ceño al verlo moverse sin
problemas, más aún al ver la minicomputadora que sacaba de un
bolsillo y los cables que salían del otro. Giró hacia Boss
interrogante.
- —
Estoy laburando, Claudia —dijo él, y asintió al ver la muda
pregunta en los ojos de ella—. Sí, él trabaja conmigo.
- —
Los... Esos tipos que llegaron hace un rato, ¿no? —murmuró
la chica turbada.
- Run
giró en redondo al escucharla, una mirada de Boss lo silenció,
empezó a conectar los cables a la pocket y a las llaves en
silencio.
- —
Tobías me obligó a salir a recibirlos... parecían mafiosos,
con esos guardias armados en plena calle... —Claudia se
interrumpió abriendo mucho los ojos—. ¡Era por eso que te
encontré acá...! ¡Dios mío! ¡Y son clientes del jefe de
Tobías! ¿Vos creés que él también...?
- —
No sé, y no creo que te convenga preguntarle, por las dudas.
Ahora haceme caso: agarrá tus cosas y andate. No pidas un taxi
desde acá. Quiero que en dos minutos estés en la calle.
- Ella
asintió de inmediato y descolgó un tapado negro y una cartera
del perchero de la puerta. Volvió a detenerse frente a Boss, a
sólo un paso de él, y lo miró un momento con una vaga
sonrisa. Su mano se alzó para acariciarle la mejilla con
suavidad.
- —
Cuidate, querés.
- Boss
sintió que todas sus barreras amenazaban derrumbarse ante esa
mirada tan llena de confianza y afecto. Le sujetó la mano,
deteniéndola, y sacó su intercom del bolsillo. Le sacó con
facilidad el rastreador y se lo dio, ajustándose el micrófono
a su oído.
- —
Tomá, ponelo entre tu ropa. Slash,
¿me copiás?
- Claudia
se quedó con el diminuto aparato en la mano, sus ojos
moviéndose de él a su amigo. Oyó el susurro proveniente del
intercom de Boss.
- —
Le di mi localizador a Claudia, ¿lo tenés? Bien, voy a dejar
la pocket prendida, seguime con eso. Ok —volvió a mirar a la
chica y le sonrió con ternura—. Ahora andate derecho a tu
casa, y tira eso antes de entrar, ¿sí?
- Ella
se apresuró a asentir y vaciló un momento, después deslizó
el rastreador bajo el escote de su vestido con un guiño.
- —
Supongo que ahí está seguro.
- —
Hoy en día, y con vos...
- Ríeron
brevemente, con voz entrecortada. Boss cabeceó en dirección a
la puerta, ella asintió y salió sin mirar atrás.
- — ¿Cómo
van? —preguntó Slash en cuanto escuchó la clave sonora de
Run.
- —
Ya casi. En un par de minutos lo tengo —respondió el otro—.
¿En qué están?
- —
Me gustaría saberlo. Todavía no pasaron a la oficina grande.
Hay dos Sterne con los dos tipos en la oficina de al lado. En la
grande hay un par moviéndose, me huelo los guardaespaldas del
comprador revisando que el lugar sea seguro.
- —
Son esos dos —confirmó Trash.
- —
¿Tenés un buen tiro desde ahí? —inquirió Boss estudiando
atentamente las paredes y el techo de la oficina.
- —
Salvo que se pongan en un rincón junto a las ventanas, los
puedo bajar con el rifle común.
- —
Listo —dijo Run entonces, desconectando rápidamente la pocket
y dándosela a Boss—. En cinco minutos estamos ahí.
-
- *
* *
-
- —
¿Adónde vas tan apurada?
- Claudia
se estremeció al sentir que le sujetaban la mano,
deteniéndola. Trató de sonreír para enfrentar a Tobías, que
deslizó un brazo por su cintura.
- —
A casa, me siento medio floja... te busqué para avisarte, y
como no te encontré...
- —
¿Medio floja? —los ojos negros de Tobías brillaban detrás
del flequillo. La voz de la chica temblaba un poco, y el pelo no
ocultaba del todo el sudor en su frente, se la tocó con amplia
sonrisa— No te me habrás enfermado...
- Ella
dominó la súbita repulsión cuando la tocó y sacudió la
cabeza llevándose una mano al vientre.
- —
No, tengo un poco de dolores, estoy en fecha, ya viste cómo
soy...
- —
¿Por qué no recostás en mi oficina? No puedo llevarte hasta
que esta gente se vaya, y no quiero que andes sola...
- —
Está bien, mi amor... —casi se atragantó al decirlo, se
forzó a controlarse cuanto pudiera—. Llamame un taxi y
list...
- —
Pero lo vi a tu amiguito por ahí, ¿te vas a ir sin saludarlo?
- Ahora
Tobías percibió sin dificultad el escalofrío que corrió por
la espalda de la chica. Volvió a sonreír guiándola de vuelta
hacia el fondo del local.
- —
Vení, tengo analgésicos en la oficina. Y mientras vos te
tomás uno, yo busco a tu amigo y te lo llevo para que te haga
compañía, ¿te parece, amor?
- Claudia
se detuvo bruscamente y menó la cabeza con energía.
- —
No, no, Tobías, me quiero ir a casa, a dormir. Si no me podés
llevar, llamame un auto y seguí trabajando.
- Él
se inclinó para hablarle al oído, disfrutando el temblor que
la sacudió de pies a cabeza al escucharlo.
- —
Tengo una noche bastante difícil, querida.
No te pongas molesta, por favor, que hoy no tengo paciencia para
caprichos. Te dije que vamos a mi oficina, así que caminá.
- En
el momento en que Claudia, agitada y temblorosa, daba el primer
paso, todo el inmenso local quedó a oscuras. Sintió que
Tobías retiraba el brazo de su cintura para aferrarle la mano y
arrastrarla tras él mascullando algo entre dientes. Trató de
resistirse. En medio de la muchedumbre que se apretaba voceando
en la oscuridad, Tobías le dio una cachetada y se la llevó
apartando a la gente a empujones. Cuando las luces de emergencia
se prendieron, ya habían desaparecido tras la puerta junto a la
barra.
-
- *
* *
-
- Boss y Run
dejaron el boliche en medio de la multitud que salía y se
perdieron entre la gente hacia el callejón lateral. Cuando
llegaron a la van, Slash los esperaba con sus armas listas.
- — ¿Y
Claudia? —preguntó Boss chequeando la carga de su rifle.
- — Ya debe
haber salido —replicó Slash recibiendo las camperas de los
dos.
- Boss alzó
la vista hacia el monitor de los rastreadores y frunció el
ceño.
- — ¿Qué
es eso?
- — Apuren
el trámite —gruñó Trash desde su posición.
- Slash miró
con él, masculló algo entre dientes sentándose de un salto en
su lugar y activó el sensor de calor de los rastreadores. Run
notó la gota de sudor que resbaló desde su sien cuando el
monitor mostró el resultado.
- —
¡Mierda! Volvió a la oficina. Y no está sola.
- Boss se
inclinó junto a él apoyando una mano en su hombro. Slash
alcanzó a mirar de reojo a Run, que suprimió un suspiro
demasiado sincero para ser oído. El monitor acababa de mostrar
que Claudia estaba forcejeando con un hombre armado. Boss
retrocedió con ojos fulgurantes y enfrentó a Run, que ocupaba
la salida de la camioneta.
- — ¿Vas a
ir a buscarla?
- — ¿Dejo
que la maten por ayudarnos?
- — Están
entrando —avisó Slash señalando el monitor que mostraba la
oficina trasera.
- — Están
todos —confirmó Trash—. Sólo falta Tobías.
- Run
frunció el ceño interrogante, vio el cabeceo afirmativo de
Slash, se hizo a un lado.
- — Slash,
dejá eso y vení. Tenemos que terminar esto rápido.
- Boss ya
estaba revisando la puerta lateral para ver cómo abrirla.
Forzó la cerradura y giró hacia la van, estacionada entre
otros autos a pocos metros. Run sorteaba los vehículos hacia la
calle posterior. Boss vio su gesto, creyó adivinar una breve
sonrisa. Slash llegó corriendo junto a él, el rifle colgando a
su espalda.
- — Seguí
este pasillo. Es la primera puerta a tu izquierda, de este lado
—dijo rápidamente, y se alejó para alcanzar a Run, que ya
estaba a mitad de camino.
- — No te
hagas el héroe —oyeron que gruñía Trash, que esa noche
parecía haber hecho gárgaras de vinagre.
- Boss le
sacó el seguro a su 9 milímetros y se hundió en el corredor a
oscuras.
-
- * * *
-
- Todo
daba vueltas, la cabeza dolía, especialmente en la parte de
atrás, donde sentía la piel tensándose sobre un chichón que
crecía. Una sombra: la sombra de una cabeza inclinándose sobre
él. La dureza firme y uniforme del piso bajo su espalda. Una
mano que presionaba suavemente su frente y la acariciaba. Luchó
por abrir los ojos. Su mirada desenfocada alcanzó a reconocer
la cara de Claudia muy cerca de la suya, bañada en lágrimas.
Algo la apartó bruscamente, tirando de ella hacia atrás.
Sintió una patada sin fuerza en su costado. Alguien más
quería que despertara. Logró que sus párpados se separaran
del todo y frunció el ceño al encontrar la sonrisa cínica e
indolente de Tobías allá arriba, el techo de fondo.
- — ¿Linda
la siestita, pibe? —entre la cara de Tobías y la de Boss
había una pistola con silenciador que le apuntaba directamente
entre los ojos— Levantate, dejá de dar lástima.
- Boss
obedeció en silencio, sintiendo ahora el dolor de sus
costillas. Se ve que Tobías le había dado algo más que un
culatazo cuando lo emboscara en el pasillo a oscuras. Su
intercom debía haber quedado tirado ahí. Encajó las
mandíbulas aguantando las puntadas y el mareo, trató de
erguirse, supo que no conservaría el equilibrio. Claudia saltó
para sostenerlo al verlo tambalearse, Boss se agachó
apoyándose en ella hasta quedar casi en cuclillas.
- —
Perdoname —la oyó sollozar con un hilo de voz—. Todo esto
es culpa mía.
- Se mordió
un labio antes de responder, su mano derecha bajando a toda
prisa hacia su tobillo, maldiciéndose por estar usando así a
su amiga. Pero Tobías le aferró el pelo y la obligó a
pararse, pegándola a su cuerpo cuando Boss se irguió con su 45
lista y amartillada. La Magnum de Tobías apuntaba ahora a la
garganta de Claudia, su sonrisa burlona era para él.
- —
Tranquilo, pibe. No querrás que la mate por hacerte el loquito,
¿no?
- Boss
respiró hondo prohibiéndose mirarla. Su cabeza acababa de
despejarse como por encanto y su pulso era casi el de siempre.
Sabiendo que Tobías no ganaba nada matando a Claudia en ese
momento, se tomó su tiempo para apuntar.
- — ¿Tu
flequillo es antibalas? —preguntó, terriblemente serio,
mirando a Tobías de lleno a los ojos.
- El otro se
permitió mostrarse sorprendido y largar una alegre carcajada.
- — Mierda.
Sos más divertido que el violinista.
- — Soltala
con movimientos lentos. Pestañeás y te pongo.
- Tobías
obedeció casi divertido, pero no dejó de apuntar a la chica,
que amagó a ir con Boss.
- — Quieta
ahí, Claudia.
- Ella
retrocedió amedrentada. Nunca había visto ese brillo feroz en
los ojos de su amigo, ni había escuchado ese acento frío,
cortante. En ese momento le inspiraba más miedo que el propio
Tobías, y creyó entender por qué Tobías la necesitaba. Los
dos seguían mirándose fijamente, en silencio. Boss apuntando a
Tobías, Tobías apuntándola a ella, ella comprendiendo que su
intención no podía ser realmente matarla. Quiso creer que su
amigo también lo vería: no le daría tiempo para un segundo
disparo. Tenía que estar planeando alguna otra cosa. Por eso
Boss la había hecho quedarse lejos de los dos. El corazón le
latía tan rápido y tan fuerte que resultaba doloroso. Las
sienes empezaron a martillearle, su vista se nubló por un
instante, el aire le pareció enrarecido. Tuvo miedo de
desmayarse. Retrocedió buscando al tanteo la pared o una silla
tras de sí, algo que la ayudara a sostenerse antes de buscar
con qué golpear a Tobías.
- Su
movimiento no distrajo a los dos hombres, pero un paso antes de
llegar al escritorio Claudia tropezó con el borde de la
alfombra. Y su exclamación logró distraer a Boss, que le echó
una mirada fugaz. Fue suficiente: Tobías no precisaba más para
mover su pistola y dispararle. Vio la expresión de horror en la
cara de la chica casi antes de sentir el calor que le atravesaba
el hombro derecho, empujándolo hacia atrás. Volvió a apuntar
sosteniéndose el brazo herido con la mano izquierda, pero
Tobías ya disparaba de nuevo, esta vez a su pierna. No podía
sostenerse en pie, así que disparó al mismo tiempo que se
movía hacia el Sterne. Tal vez alcanzara a tirarlo con él al
piso, si no él y Claudia ya estaban muertos.
- El disparo
se incrustó en la puerta, aunque su reacción tomó un poco
desprevenido a Tobías, que esperaba al menos desmayarlo y
alcanzó a rechazarlo con un certero puñetazo en la cara. Boss
cayó pesadamente hacia atrás. El otro retrocedió con un
gruñido y giró hacia Claudia, pero ella ya no estaba ahí, ni
junto a su amigo. La chica apareció de la nada tras él, de
espaldas contra la puerta, sus ojos de pronto secos mirándolo
con rencoroso desdén. Le apuntó el pecho sin vacilar,
escuchaba que el pibe volvía a moverse detrás suyo. Aquello
estaba saliendo demasiado mal, y para peor en ese momento oyó
los disparos y gritos en la oficina trasera.
- — Correte
o te mato.
- La sonrisa
irónica de Claudia realmente lo sorprendió. Escuchaba con
claridad los gritos de Krazler dando órdenes mientras los
disparos seguían resonando en el pasillo, trató de empujarla
perdiendo la paciencia. Pero ella lo rechazó y volvió a
sonreír cuando él apoyó el silenciador contra su pecho.
- — ¿Te
animás a quedarte sin escudo, cobarde de mierda?
- —
Correte, pendeja, o...
- — ¿O
qué...?
- Boss había
logrado ponerse de rodillas y sólo podía observarlos
apretándose ambas heridas, tratando de contener la hemorragia y
de no perder el sentido.
- —
Claudia... —murmuró.
- Ella no lo
oyó, o prefirió ignorarlo. Tobías, en cambio, recuperó su
sonrisa burlona dejando de apuntarla para dirigir su arma hacia
Boss.
- — Correte
o tu am...
- La
cachetada de la chica lo interrumpió. Claudia le aferró la
mano que empuñaba la Magnum y deslizó dos dedos sobre el que
rodeaba el gatillo. Tobías volvió a empujarla desconcertado,
la otra mano de la chica le rodeó la muñeca y movieron con
rapidez su mano, hasta que la Magnum apuntaba a su propio pecho.
La cara de Claudia estaba congestionada por el esfuerzo, y
Tobías estaba tan asombrado que apenas atinó a tratar de
liberarse de ella. Los dos dedos presionaron el suyo sobre el
gatillo, él consiguió desviar el arma y la bala lo alcanzó en
el brazo. Quiso retroceder mascullando de dolor, pero la chica,
apelando a toda su fuerza, lo retuvo donde estaba y volvió a
moverle la mano, esta vez apuntándose a sí misma, hasta apoyar
el silenciador de nuevo en su pecho. Le sonrió con ironía.
- — Cuidate
de tus propias manos, mi
amor. Te dejan indefenso.
- Boss
contuvo el aliento al escuchar el ruido seco, breve, del
disparo. Claudia se mantuvo en pie un momento más, hasta que
Tobías, también aturdido, liberó su mano y su arma. Entonces
se desplomó con el pecho bañado en sangre. Boss consiguió
alcanzar su 45 y volvió a empuñarla sintiendo las lágrimas
que le quemaban la piel al caer y la garganta dolorosamente
cerrada. Apuntó a la cabeza de Tobías, pero el otro fue más
rápido: sujetándose el brazo herido, la vista clavada la chica
muerta a sus pies, abrió la puerta lo indispensable para huir.
Boss se dejó caer sentado junto a Claudia, comprobó que ya no
tenía pulso, le cerró los ojos advirtiendo la sonrisa que aún
curvaba apenas sus labios.
-
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