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CRAP
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- Episodio 10:
- Cuatro Días
- Segunda Parte
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- Día
3
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- Una luz
muy intensa y blanca me alcanzó a través de mis párpados
cerrados. Percibí el perfume de la almohada. La cama de
Slash. Estaba acostada de lado, de frente a la ventana
que el sol acababa de tocar, un rayo atravesando la habitación
como una lanza hasta mi cara. Volvieron a salvarme.
Sentí un roce como de tela, muy suave, en torno a mi
cuello; imaginé qué era. Sentí también algo cuadrado y
pequeño que presionaba mi cabeza apenas, por encima de la
nuca. Estoy hecha un andrajo humano. Entreabrí los
ojos sonriendo apenas. La cabeza, el cuello, el brazo. Si
tardaba una semana más en volver a casa, lo iba a hacer en
cucharita. Pero por encima de las molestias físicas me sentía
sorprendentemente tranquila. Era como abrir los ojos en mi
cama, en mi cuarto, en mi casa... No, es mejor. Nunca me
había detenido a sentirme tan segura... Protegida. Así
era cómo me sentía. Y era la sensación más agradable que
recordaba haber tenido en mucho tiempo.
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- Aparté
la vista de la ventana y recién entonces advertí la
silueta alta, oscura y delgada, apoyada en la pared,
envuelta en las sombras entre la ventana y el ropero. Vi
otra silueta oscura, escapada de la confusa lucha nocturna,
erguida y fuerte, violenta, peligrosa. Ambas siluetas se
fundieron en la cabeza trigueña que asomó a la luz y Run
se acercó con las manos en los bolsillos.
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- — ¿Cómo
te sentís? —era extraño cómo hacía las preguntas, poniéndo
el mínimo énfasis indispensable para que la frase fuera
interrogativa. Se detuvo junto a la cama, alto y oscuro como
la noche anterior, como cuando me encontrara cerca de ese
callejón bajo la lluvia. Siempre algo y oscuro, frío,
peligroso. Sentía sus ojos fijos en mí desde su cara en
sombras. Asentí en silencio, mi voz también perdida en su
sombra—. Hoy quedate en cama. ¿Algo de tomar?
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- — Un té
está bien, gracias —murmuré, moviendo la cabeza para
seguir sus pasos en torno a la cama y hacia la puerta.
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- Salió
con un cabeceo afirmativo y cerró la puerta. Yo me quedé
mirando la puerta cerrada con esa sensación vaga de vacío
que ya había experimentado la mañana anterior, cuando
saliera sola con él. Me encogí bajo las cálidas cobijas y
me tapé hasta el mentón, de espaldas a la ventana y a la
luz, tiritando. El que entró cinco minutos después era
Slash, con un suculento desayuno en una bandeja y un
cuaderno bajo el brazo. Se sentó al borde de la cama y me
ayudó a acomodarme. El contraste entre su presencia y la de
Run fue más notoria que nunca.
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- — Así
que el golpe te dejó inapetente —se rió, dejando la
bandeja sobre mis piernas.
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- Me encogí
de hombros riendo con él.
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- — Un
par más de noches agitadas y termino la dieta más efectiva
del mundo.
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- Slash
había traído té para los dos, y mientras ponía azucar en
ambos tazones traté de hacer memoria de lo último que
recordaba de la noche pasada. La imagen del auto embistiendo
la moto volvió con claridad.
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- —
Boss... ¿Cómo está Boss?
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- Slash me
alcanzó la taza con una morisqueta.
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- —
Magullado como vos, en cama como vos, pero nada grave; fue
el porrazo, nomás, por suerte el auto no lo tocó. Pero en
cualquier momento dejo la electrónica y la música para
abrir una clínica. Toda la casa apesta a desinfectante.
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- —
Arenas —agregué, mirándolo con el ceño fruncido—. Se
escapó... ¿Y ahora qué...?
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- La
sonrisa de Slash se hizo más bien torva al torcerse.
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- —
Cuando trató de estrangularte con la cadena, debe haber
tirado muy fuerte porque se rompió. No encontramos el
medallón cerca de ti, y después comprobamos que había
quedado en el auto y funcionando —su sonrisa se torció más
todavía—. Ya sabemos dónde buscarlo.
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- Asentí
pensativa. Saber dónde buscarlo era una cosa, que eso nos
ayudara a encontrar a Pauline y a Silvie era otra, y que
lográramos sacarlas vivas y enteras de ahí era muuuuy
otra... Se lo iba a decir cuando vi mi cuaderno junto a él
sobre la cama. Lo señalé con la cabeza. Él lo miró y su
sonrisa volvió a ser la de siempre.
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- — Quedó
en el comedor ayer, y creo que alguien lo estuvo leyendo. Te
lo traje por si preferías guardarlo con tus cosas.
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- Alcé
las cejas con gesto interrogante, él las alzó en un gesto
vago y un poco burlón.
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- — Run
—dijo, y largó una risita ante mi sorpresa—. Creo que
se sintió culpable por insistir en mandarte sola al bar y
casi haber llegado tarde para salvarte después. Cuando
terminé de curarte, lo encontré sentado en la cocina, con
el cuaderno cerrado frente a él en la mesa —lo tomó pidiéndome
permiso con la mirada y lo abrió, pasando las hojas hasta
la tercera; volvió a enfrentarme con otra sonrisa irónica—.
Tal vez lo que escribiste lo tocó, con él nunca se sabe.
Pero su secreto vergonzoso es ser un amante de la poesía.
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- — ¿Secreto
vergonzoso? —repetí sorprendida, no por la revelación
sino por cómo la calificaba Slash, que alzó los hombros
sin dejar de sonreír con sorna.
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- — Un
asesino poeta... no suena demasiado... coherente.
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- Creo que
mi expresión lo hizo revisar lo que acababa de decir. La
silueta oscura disparando sobre un auto pareció
interponerse entre nosotros sobre la cama. Se le unió otra
silueta oscura persiguiendo a tres tipos desde un callejón.
Lo miré a través de esas visiones nocturnas, encontré sus
ojos almendrados imperturbables, su cara convertida en una máscara
hermética de algo cercano a la indolencia. Bajé la vista a
mi té y tomé un poco, esconciéndome tras el tazón de esa
mirada de pronto casi tan fría como la de Run.
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- — Pensé
que te habías dado cuenta.
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- Su
acento era suave, pero sin la menor inflexión de amabilidad
o simpatía. De pronto una parte del rompecabezas que me
llevara a esa ciudad y a esa mañana terminaba de encajar.
La que correspondía a los cuatro personajes tan distintos
entre sí, que vivían juntos sin motivo aparente y que de
noche peleaban en callejones oscuros, moviéndose como un
equipo que sabe actuar como tal. Los mismo que me habían
dado techo y ayuda cuando yo no sabía siquiera donde buscar
ambas cosas. Los únicos que me habían dado una explicación
creíble a la seguidilla de cosas incomprensibles que
comenzara cuando Pauline recibiera el mail de Arenas, una
explicación coherente y que hasta ahora se revelaba
correcta. Bajé la taza evitando cuidadosamente mirarlo a la
cara al hablar.
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- — ¿Se
supone que debería salir corriendo a hacer la denuncia en
alguna comisaría y pedir refugio en mi embajada?
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- — Lo más
seguro es que no llegarías a la comisaría.
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- Ahora su
suavidad me hizo estremecer, pero me esforcé por dominarme
y por volver a enfrentarlo tratando de sonreír.
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- — Y me
lo tendría merecido...
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- Slash
largó una alegre carcajada y se robó de mi plato una
rodaja de pan con dulce. Poco después se paraba con la
bandeja para irse.
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- —
Trash salió y Run está arreglando la moto —me
guiñó un ojo—. Mejor voy a procurarnos algo para
el almuerzo.
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- Cuando
se fue me quedé un rato largo recostada mirando para
afuera, dejando que mis pensamientos corrieran sin
molestarme en seguirlos. Al bajar la vista me encontré el
cuaderno junto a mis piernas, todavía abierto como lo
dejara Slash. Lo levanté y releí lo que había escrito la
tarde anterior, eso que tal vez había tocado a la silueta
oscura y fría que viera al abrir los ojos esa mañana.
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-
- Todo
vuelve
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- Constantemente
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-
- Sin
sentido
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- Como
si necesitáramos mirar hacia atrás
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- Para
enfrentar el presente
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-
- Para
entender el futuro
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-
- Ese
viejo sueño de cristal vuelve a cerrarse.
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-
-
- Mi
casa de muñecas
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-
- Mi
infierno privado
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-
- Mi
espacio para volvar
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-
- Se
cierra y aún no sé
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- Si
quiero tener algo qué ver
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- Con
lo que queda afuera
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- No
le temo al dolor
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- Aquí
adentro hay tanto
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- Que
ya olvidé cómo temerle
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- Y
siempre hay algún rayo de luz
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- Que
me ayuda a recordar
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- Cómo
era ser feliz.
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- Vi el
atado de cigarrillos de Slash sobre la mesa de luz y prendí
uno volviendo a mirar por la ventana. Asesinos poetas,
asesinos amables, asesinos que cuidaban el jardín... Asesinos
que me salvan la vida una vez por día... Aparté las
cobijas y me levanté. Si Trash y Slash habían salido y Run
trabajaba en el garage, no había nadie para fijarse si Boss
necesitaba algo. Me asomé a su pieza, vi que dormía
tranquilamente, aunque con la mano y el antebrazo derecho
vendados y otra venda en la frente.
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- Yo me
había sacado mis propios apósitos de la nuca y el cuello,
y agradecí tener una polera para ocultar la marca roja que
la cadena me dejara. Todavía me dolía un poco tragar y
toser, pero la tranquilidad del despertar volvía a
colmarme, dejando que la violencia y el miedo de la noche
anterior se diluyeran bajo el sol radiante y lejano de ese día
de invierno extranjero.
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- Encontré
a Run en el jardín, junto a la cabaña que era el garage,
manipulando partes del motor de la moto, que había
desmontado de la carrocería. No dejó de trabajar cuando me
detuve junto a él.
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- — ¿Podría
cortar unas flores para el cuarto de Boss?
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- Me miró
a los ojos un momento y asintió con uno de sus cabeceos.
Fui hasta el fondo del jardín, entre el garage y el galpón,
donde había un arbusto cubierto de flores de estación, y
corté media docena. Cuando me apartaba descubrí el rosal
con un pimpollo blanco apenas abierto, los pétalos todavía
apretados. Las palabras de Slash me volvieron a la memoria. “Le
gusta la poesía”, y lo recordé quieto y silencioso
junto a la ventana, viéndome dormir. Corté el pimpollo y
volví al lado de Run, que esta vez ni siquiera alzó la
vista.
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- —
Run...
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-
- — Qué
—sus ojos verdes seguían fijos en una tuerca rebelde.
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- Me agaché
y le puse la rosa casi bajo la nariz. Echó la cabeza hacia
atrás, sus ojos se movieron de la rosa a mi cara un par de
veces, después frunció el ceño. Le sonreí como pude,
deslicé la rosa en el bolsillo de su camisa de trabajo y me
erguí, apurándome de regreso hacia la puerta. El corazón
me latía con fuerza y estaba nerviosa como si hubiera hecho
algo terrible... o simplemente demasiado estúpido.
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- *
* *
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- Boss
estaba despierto cuando volví a entrar a su cuarto, con las
flores en un vaso alto. Me dio los buenos días sonriendo,
su voz sonaba animada y normal, le pregunté cómo se sentía
y si tenía hambre.
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-
- —
Gracias, no te preocupes, ya me levanto.
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- Asontí
sorprendida y lo dejé solo. Debían estar acostumbrados a
esos “porrazos”, porque cualquier otra persona hubiera
tenido que quedarse en el hospital al menos por un día.
Puse a hacer café y abrí la heladera en busca de lo que
los había visto desayunar el día anterior. Unos pasos
vivaces se acercaron por el jardín a la puerta de la cocina
y entró Slash.
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- — Todo
listo para la princesa —dijo satisfecho, dejando las
bolsas que traía sobre la mesada—. Ahora que se ocupe
ella.
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- — ¿Le
cambiaste el turno a Trash? —preguntó Boss cruzando la
puerta del corredor—. Te va a tener fregando una semana...
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- — Que
no se queje, ayer no cocinó. Y yo necesito varias horas
para laburar tranquilo si no queremos problemas esta noche.
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- Les serví
café y solicité instrucciones para el desayuno de Boss.
Slash impidió que su amigo se levantara y me ayudó a poner
todo en marcha. Cuando se sentó de nuevo, pareció recordar
algo.
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- — ¿Vos
le regalaste esa flor a Run?
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- La
pregunta me sorprendió, formulada con un eco de
desconcierto. Sentí que mis mejillas alcanzaban la misma
temperatura que el pan en la tostadora.
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- — S-sí...
¿por?
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- — ¿Que
hiciste qué? —preguntó Boss detrás de mí.
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- Slash
esbozó una de sus sonrisas y fue a sentarse con él con
expresión divertida.
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- — Me
pareció que Run estaba de humor dudoso cuando salí, y al
volver lo vi con una rosa en el bolsillo de la camisa. Es
prolijo pero no tanto. Cuando le pregunté, me gruñó al
mejor estilo Trash que Cecile se la había puesto ahí.
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- Boss rió
con él de buena gana. Yo le alcancé los primeros
sandwiches sin ocultar mi curiosidad. Slash se encogió de
hombros.
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- — Run
es un tipo inteligente y callado, pero por encima de todo es
reservado. Tratar de acercarse a él es difícil...
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- Asentí.
Mientras intentaba hacer waffles decentes, me animé a
preguntarles por qué Run era... como era. Y para mi gran
asombro, después de intercambiar una mirada de consulta
mutua (que espié desde la cocina), Slash se encogió de
hombros.
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-
- — Sé
que los viejos se mataron en un accidente cuando era chico y
lo crió un tío rico —dijo con un tono más bien
pensativo—. Poco después de terminar el colegio, su
primo, que era como su hermano, murió de sobredosis... Eso
terminó de “introvetirlo”.
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- No supe
qué hacer con semejante información de repente sobre mis
hombros y me concentré en untar los waffles con dulce, tomándome
un momento para digerir todo.
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-
- —
Bueno... todos tenemos nuestras historias tristes a cuestas
—murmuré luego—. Lo cual en realidad no significa ningún
consuelo, sino todo lo contrario.
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- Ninguno
de los dos dijo nada, terminé los benditos waffles y giré
para llevarlos a la mesa. Los encontré mirándome serios e
intrigados. Comprendí que acababa de crear la deuda de una
explicación por mi respuesta.
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-
- —
Cecile... —la voz de Boss era baja, casi tímida—. ¿Por
qué...?
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-
- Me encogí
de hombros. Detesto la sombría solemnidad que parece llenar
el aire cuando se está por hablar de la muerte. Pero era lo
mínimo que podía dar a cambio de lo que acababan de
contarme.
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- —
Bueno... mis viejos murieron cada uno de su enfermedad antes
de mis dieciseis; tengo una sola hermana y nunca supimos
llevarnos bien, así que desde entonces vivo sola... Nada
especial, nada demasiado trágico. Una historia más entre
ta...
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- Noté
que los ojos oscuros de Boss se desviaban de mi cara hacia
la puerta de la cocina, detrás de mí.
Slash y yo giramos casi al mismo tiempo para
encontrar a Run de pie en el umbral, mirándome con el ceño
fruncido. No dijo nada, sólo me miró un momento más, giró
en redondo y salió por donde había entrado. Me volví
hacia los otros dos sin comprender su reacción, la sonrisa
de Slash me desconcertó.
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-
- — No
te preocupes. O se le pasa el malhumor, o se pone peor. Nada
grave.
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- *
* *
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-
- — Vos
no vas a ningún lado.
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-
- Me
detuve en seco al entrar a la cocina, la fría voz de Run dándome
esa bienvenida. Vi que los cuatro vestían enteramente de
negro y que parecían listos para salir. Opté por ignorarlo
y me terminé de cerrar la campera, sintiendo los ojos de
todos fijos en mí.
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-
- —
Cecilie... —terció Boss—. No necesitás abrigarte. Vos
y yo nos quedamos.
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-
- Levanté
la cabeza a tiempo para advertir la mirada interrogante que
le dirigía Trash, los miré alternativamente. Estábamos
los cinco realmente serios.
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-
- —
Disculpen, pero son mis amigas las que fueron secuestradas
—dije, con acento más bien cortante.
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-
- —
Nosotros las vamos a traer —dijo Slash en tono
conciliador.
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-
-
- Torné a
mirar a Run. Ya sabía que los demás acatarían su decisión,
de modo que era él quien decidiría si yo los acompañaba
esa noche al escondite de Arenas y compañía. Encontré sus
ojos fríos, me obligué a fingir que no me podría
avasallar.
-
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-
- — Es
tu tercera noche acá, Cecile —insistió Slash—, y las
dos primeras no fueron una fiesta precisamente. Lo mejor es
que hoy te quedes acá, tranquila y segura. Vos sabés que
vamos a hacer todo lo posible por encontrar a tus amigas y
reunirte con ellas.
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-
- Apartar
la vista del semblante impasible de Run, cambiarlo por la
sonrisa de Slash, era una tentación más que fuerte. Pero
si bajaba los ojos ante él estaría capitulando. Respondí
haciendo un esfuerzo por seguir sosteniendo su mirada.
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-
-
- — No
tienen forma de reconocerlas. Por eso voy con ustedes.
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-
- Supe que
todos esperábamos que Run diera la última palabra. Él no
parecía sentirse presionado por el silencio tenso que
llenaba el comedor. Siguió mirándome con fijeza durante
uno o dos minutos eternos, hasta que el reloj de pared dio
las once. Entonces caminó hacia mí, los ojos verdes todavía
clavados en los míos, y un paso antes de llevarme por
delante me esquivó y continuó hacia la puerta de la
cocina.
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-
-
- — Si
venís estás sola —dijo al pasar a mi lado.
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-
-
- Agaché
la cabeza con una honda inspiración, sentí la transpiración
que me humedecía las sienes. Lo último que quería era
otra noche rodeada de asesinos y tratantes de blancas, lo último
que quería era volver a ver las calles céntricas al pasar
para terminar en algún callejón oscuro, esta vez quizás
con algún muerto cerca. Pero conforme avanzaba la tarde había
sentido que a pesar de mi miedo, y de que seguramente sería
más estorbo que ayuda, tenía que acompañarlos esa
noche: no podía quedarme en la casa, tomando café y
contando los minutos hasta que ellos volvieran para saber si
Silvie y Pauline estaban bien, o aunque fuera vivas. Slash
se detuvo junto a mí y al enfrentarlo advertí su expresión
enojada.
-
-
-
- —
Deberías quedarte —me regañó—. Puede pasarte
cualquier cosa y quizás no podamos protegerte.
-
-
-
- Asentí
mientras Trash nos pasaba por al lado hacia el jardín. Traté
de explicarle lo que sentía y no encontré palabras. Pero
él algo debió leer en mi expresión, porque la suya se
suavizó y asintió también; se volvió hacia Boss y le señaló
el perchero del estar. Boss descolgó su campera de cuero y
me la tendió con una breve sonrisa.
-
-
-
- — Ponétela
—dijo Slash—. Los colores de la tuya son demasiado
llamativos.
-
-
-
- Obedecí
y él salió, no tardé en seguirlo con Boss.
-
-
-
-
-
-
-
- *
* *
-
-
-
-
-
-
-
- En lugar
del jeep, había una van negra esperándonos en la vereda.
Slash se había sentado al volante y Trash ocupaba el
asiento del medio; no vi rastros de Run hasta que se abrió
la puerta lateral y me indicó que subiera atrás. Boss se
acomodó adelante junto a Trash y nos fuimos. La parte
posterior de la camioneta tenía un costado cubierto con
seis monitores, una tabla perpendicular con teclado y mouse,
un asiento ante ellos fijo al suelo. Detrás de los asientos
había un cajón de treinta
centímetros de alto que ocupaba todo el ancho de la
camioneta, y por lo que alcancé a ver servía para guardar
armas. Apenas subí Run me dio la espalda, sentado ante los
monitores, y se puso a trabajar con ellos, al parecer
chequeando distintos sistemas. Yo me senté sobre la rueda
de auxilio, me apoyé contra el costado del vehículo y me
quedé quieta y silenciosa. Slash tomó la autopista, la dejó
diez minutos después, atravesó alguna zona céntrica y muy
iluminada, se adentró en un barrio silencioso. Al fin nos
detuvimos frente a un edificio de fachada oscura en la
esquina de una zona que parecía de oficinas, a juzgar por
los demás edificios y el escaso tránsito nocturno. Bajamos
todos menos Slash, que ocupó el asiento frente a los
monitores; mis ojos treparon por la sombría superficie
hasta el último piso, a veinte metros del suelo y de mí.
Aproveché para tratar de tragar el nudo que me cerraba la
garganta. Trash y Run observaban atentamente los alrededores
del edificio. No se veía siquiera un perro callejero, el único
sonido era el silbido del helado viento nocturno. Una hoja
de diario pasó volando sobre nosotros, girando sobre sí
misma al tiempo que describía lentos círculos en el aire.
-
-
-
- Boss se
adelantó entonces con Trash, que me detuvo con un gesto
cuando amagué a seguirlos. Cruzaron la calle separándose,
rodearon el edificio hacia una salida lateral de emergencia.
De lejos vi que ella sacaba una pistola enorme y se apostaba
a un lado de la puerta, él revisó la pared del otro lado,
luego sacó lo que me pareció una agenda electrónica y dos
cables, que conectó a algo. Run se asomó a la camioneta y
Slash asintió sonriendo.
-
-
-
- — Lo
tengo. Cinco minutos.
-
-
-
- Run se
ajustó un auricular con un micrófono minúsculo girando
hacia la callecita y la puerta donde trabajaban sus amigos.
Murmuró algo, escuchó. Slash salió de la camioneta, me
guiñó un ojo al pasar y fue a reunirse con los otros dos.
Entonces Run se volvió hacia mí, y sentí que su mirada me
traspasaba.
-
-
-
- — ¿Por
qué?
-
-
-
- Su voz
era apenas un susurro, sus palabras me sorprendieron. No podía
creer que me lo estuviera preguntando, menos él y en ese
momento.
-
-
-
- — ¿Por
qué vine?
-
-
-
- Cabeceo
afirmativo, los ojos verdes y brillantes de nuevo puestos en
las sombras de los otros junto a la puerta. Me encogí de
hombros aunque no me viera.
-
-
-
- —
Estoy cansada... de que la muerte me siga los pasos...
—ahora sí que sentí esas dagas de hielo clavándose
en mi cara, pero yo había bajado la vista y me ahorré
tener que enfrentarlos.
-
-
-
- La
llegada de Boss interrumpió cualquier nueva pregunta. Run
se alejó hacia sus compañeros, Boss me indicó que
volviera a subir a la parte posterior de la camioneta. Él
se puso al volante y dobló por la calle lateral en dirección
opuesta, estacionando a mitad de cuadra. Entonces se pasó a
la parte de atrás conmigo y se sentó ante los monitores.
Vi que mostraban distinta información del edificio: un
plano tridimensional, algo que parecía una lectura de
infrarrojos o algo así, esquemas de cableados o cañerías.
Empezó a ajustar las imágenes y a hablar por su intercom,
sin prestarme atención. Me detuve tras él fijándome en un
esquema de la planta baja, al parecer, donde se veían tres
puntos rojos junto a la salida de emergencia. De pronto los
tres puntos estaban dentro, moviéndose por un corredor y al
instante siguiente separándose en el interior del edificio.
El monitor que mostraba la imagen tipo infrarrojos se lleno
de siluetas confusas, escuché que Boss mascullaba algo
mientras chequeaba en otra pantalla con una imagen similar
los distintos sectores del edificio. Descubrí un monitor
con la imagen de la esquina vista desde la camioneta, y allí
pude ver, escasos minutos después, que una docena de
chicas, la mayoría descalzas y a medio vestir, se
desbandaban corriendo desde la salida de emergencia. Creí
reconocer la remera que yo le había regalado a Pauline para
su cumpleaños, y al mirar mejor la reconocí a ella. Abrí
la puerta de la van de un tirón y salté a la calle.
-
-
-
- — ¡Cecile!
—oí que me llamaba Boss.
-
-
-
- — ¡Ahí
están mis amigas! —alcancé a contestar, corriendo ya
hacia la esquina.
-
-
-
- Pauline
había llegado a la calle de la entrada principal y dado la
vuelta, retrocediendo. Le grité, llamándola por su nombre.
Giró al instante y retrocedió vacilante hacia mí.
-
-
-
- — ¿Silvie?
¿Silvie sos vos?
-
-
-
- Salí a
su encuentro y la abracé para detenerla, estrechándola con
fuerza y sintiendo que el corazón me latía en la garganta
de pura angustia.
-
-
-
- — No,
soy yo. Ahora viene Silvie.
-
-
-
- Me
rechazó con brusquedad, los ojos desorbitados, mirándome
sin verme. Le sujeté los brazos.
-
-
-
- — ¡Soy
yo, Pauline! ¡Cecile! ¡Soy Cecile!
-
-
-
- La sentí
estremecerse violentamente, los ojos muy abiertos tratando
de reconocerme se llenaron de lágrimas y se derrumbó entre
mis brazos. Volví a estrecharla con fuerza. No vestía más
que unas calzas y la remera, temblaba como una hoja. Estábamos
a pocos metros de la puerta lateral, y escuché un par de
gritos y disparos en el interior. Me saqué la campera
desentendiéndome de los ruidos de lucha que llegaban desde
el edificio, que ahora tenía los cuatro pisos más
iluminados que un árbol de navidad, le cubrí los hombros.
-
-
-
- —
Silvie —repetía balbuceante, mirando hacia la puerta
forzada.
-
-
-
- — ¿No
estaba con vos?
-
-
-
- Sacudió
la cabeza sin dejar de llorar.
-
-
-
- — Se
la llevaron hace un rato. Al tercer piso. Se la llevaron. Y
después entraron esos tipos y... —se interrumpió y me
miró con los ojos más abiertos que nunca—. ¿Qué hacés
vos acá?
-
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-
- — Vine
con ellos —había visto un contenedor frente a la puerta y
la guíe hacía allí. La hice agacharse conmigo entre el
flanco del contenedor y un poste—. ¿Tercer piso? ¿Silvie
está en el tercer piso?
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-
- Asintió
aturdida. Miré hacia atrás. Cien metros hasta la
camioneta, a paso lento si llevaba a Pauline, demasiado
tiempo hasta que Boss pudiera avisarles. Miré hacia
adelante, la puerta abierta frente a nosotras. Más allá se
veía el resplandor de luces blancas. Los ruidos eran más
distantes. Llegaban del corazón del edificio, tal vezde
alguno de los pisos superiores. Respiré hondo. Me hubiera
cortado una mano a cambio de no entrar ahí. Pero tenía que
decirles dónde estaba Silvie lo antes posible. Sujeté los
hombros de Pauline y la obligué a enfrentarme.
-
-
-
- —
Ahora quiero que te quedes acá y no te muevas. Les voy a
avisar dónde está tu hermana, ¿entendiste?
-
-
-
- No
entendía, por supuesto, pero asintió haciéndose un
ovillo. Me erguí, volví a respirar hondo y entré sola al
edificio.
-
-
-
-
-
-
-
- *
* *
-
-
-
-
-
-
-
- Crucé
el pasillo en pocos pasos y me detuve ante una puerta doble
de hojas batientes con un cuadrado de vidrio en la mitad
superior. Entorné una y espié hacia adentro. La
transpiración me corría bajo la ropa y me humedecía las
manos a pesar del frío que entraba de la calle. El corazón
me seguía latiendo en la garganta, el pecho convertido en
caja de resonancia de un tambor. Me parecía que su ruido
delataría mi presencia. La puerta se abría en el recodo de
un pasillo ancho, iluminado por luces blancas desde el
techo. Delante de mí seguía unos cinco metros hasta una
ventana enorme que daba a un jardincito interno. En la pared
opuesta a la puerta, junto antes dela ventana, se abría lo
que parecía el hueco de las escaleras. El otro extremo del
corredor debía llevar a la parte frontal del edificio, tal
vez a una recepción; podía ver las puertas de dos
ascensores, plateadas, automáticas. Los indicadores señalaban
que las cabinas estaban detenidas en la planta baja. Agucé
el oído. Una parte del ruido llegaba desde el hueco de la
escalera, pero escuché un disparo desde la otra punta del
corredor. Me decidí por ir hacía ahí y corrí hasta
pegarme a la pared de los ascensores.
-
-
-
- Me
detuve justo antes del recodo que terminaba en un hall
bastante amplio. Me asomé lo indispensable para echar una
ojeada fugaz y alcancé a ver a un hombre que saltaba sobre
otro por la espalda. Traté de controlar aunque fuera un
poco mi agitación. Volví a asomarme y reconocí la figura
delgada y ágil de Slash. El otro hombre estaba cayendo de
rodillas frente a él, siempre de espaldas. Se agarraba el
cuello debatiéndose. Entonces vi el cuchillo de caza en la
mano de Slash. Retrocedí y volví a pegarme a la pared,
cerrando los ojos con fuerza. No quería verlo matar. No
quería esa imagen de él entre mis recuerdos. Escuché un
susurro furioso y un estertor, después el sonido de algo
blando y pesado que cae. Apreté los dientes, hice de tripas
corazón y me dejé ver en el corredor. Alzó la vista al oír
pasos, erguido junto al cadáver, y me costó reconocer su
cara bajo esa máscara de violencia cuando sus ojos,
furiosos y turbios, se fijaron en mí. Esto es lo que
son, también, me olbigué a recordar. La rapidez con
que cambió su expresión no dejó de sorprenderme. Caminó
hacia mí a largas zancadas.
-
-
-
- — ¿Qué
carajo hacés acá? —exclamó, desconcertado y enojado.
-
-
-
- —
Silvie está en el tercer piso —contesté señalando los
ascensores—. Tengo a Pauline afuera.
-
-
-
- Me miró
con el ceño fruncido, advertí que respiraba con fuerza,
asintió, el largo pelo castaño cubriendo parte de su cara
rasguñada.
-
-
-
- — Volvé
con ella y vayan a la camioneta. Ya mismo.
-
-
-
- Le di la
espalda y salí corriendo como si me siguiera el diablo. No
quería estar ni un segundo más ahí. No quería volver a
verlos trabajar. No, si tenía intenciones de
agradecerles sinceramente su ayuda. Lo escuché subir a un
ascensor, el zumbido de la cabina al ponerse en movimiento.
Me detuve antes de cruzar el otro corredor hasta la puerta.
Ahora los ruidos desde la escalera sonaban más cercanos. Al
espiar vi dos sombras proyectándose en el piso frente a la
ventana, y un segundo más tarde un hombre que bajaba de
espaldas, el brazo derecho tendido hacia delante aún cuando
tropezaba. Disparó retrocediendo hacia donde yo staba,
contemplando la escena, ahogada de horror cuando Run saltó
hacia él con un cuchillo idéntico al de Slash en alto y le
abrió el torso, un golpe descendente de fuerza arrolladora
que salpicó de sangre la pared hacia la que su hoja dibujó
su curva. El tipo se mantuvo en pie todavía uno o dos
segundos, después se desmoronó con una queja tardía,
cayendo boca abajo a los pies de Run, que lo miró un
instante antes de darle la espalda para volver a la
escalera. Al mismo tiempo sacó un cargador nuevo para su
arma y lo introdujo en la culata de su pistola. Agradecí
que no hubiera advertido mi presencia, y me disponía a
cruzar el corredor apenas él hubiera subido dos escalones
cuando vi que el hombre movía la mano que aún aferraba el
arma, y alzaba la cabeza ahogando un gemido. Llamé a Run
con un grito.
-
-
-
-
-
-
-
- *
* *
-
-
-
-
-
-
-
- Nunca
voy a saber ni me voy a poder explicar qué pasó realmente
entonces, ni por qué: no guardo memoria consciente de los
segundos siguientes. Como si una luz blanca me hubiera
encandilado, borrando toda imagen. Pero cuando volví a ser
consciente de lo que me rodeaba, estaba de pie junto al tipo
y Run frente a mí con el brazo extendido y la pistola
apuntando a mi pecho, respirando agitado; me miraba con
fijeza a los ojos, y en los de él parecía brillar un eco
de sorpresa. Entonces reparé en que tenía los brazos en
alto, y que mis manos se apretaban en torno a lo que parecía
un caño frío, metálico. Alcé la vista bajando los
brazos, y vi incrédula mis propias manos empuñando un
cenicero de pie por su base, advirtiendo con horror la
abolladura del plato y la sangre que bañaba el metal. Miré
espantada a Run primero, después la cabeza del hombre,
hallando la marca de un golpe brutal en la nuca. Volví a
enfrentar a Run, que había bajado su arma y me observaba
con atención reconcentrada, dejé caer el cenicero y salí
corriendo hacia la calle tratando de no gritar mientras
lloraba. No paré hasta llegar junto a Pauline, que
interpretó mal mis lágrimas y mis sollozos cuando me agaché
a su lado.
-
-
-
- — ¡Silvie!
—gritó, e hizo ademán de levantarse.
-
-
-
- Le aferré
un brazo sacudiendo la cabeza. —Ya la fueron a buscar.
Esperemos acá —le dije, obligándola a volver a
agacharse, mi voz un graznido ronco.
-
-
-
- Me
miraba sin comprender, me hizo levantar la cabeza pero me
aparté de ella y caminé a gatas hasta el otro borde del
contenedor. Todo me daba vueltas y sentía las arcadas cada
vez más fuertes contrayendo mi estómago, trepando por mi
garganta con el agrio calor del vómito. Me apoyé en el
contenedor de espaldas a Pauline y dejé que mi organismo
tratara de purgar de esa forma la violencia y el horror que
incendiaban el pecho y las vísceras.
-
-
-
- Cuando
las arcadas se calmaron me dejé caer sentada, la espalda
contra el contenedor, y prendí un cigarrillo con los ojos
cerrados. Pero lo único que veía eran mis manos con el
cenicero ensangrentado, la cabeza destrozada del hombre, el
fuego frío en los ojos de Run después de haberme visto
matar... Miré hacia arriba con un suspiro entrecortado,
todavía jadeante. Las sombras de varios edificios se
alzaban negras hacia un cielo sin luna ni estrellas, ciego,
indiferente. Sombras negras en la noche, fugaces y
violentas, mortales. Volví a ver a Slash en la recepción,
detrás de ese otro hombre que se debatía. Cerré los ojos
tratando en vano de no seguir llorando, el resabio ácido
contrayendo de nuevo mi garganta. No soy más que otra
sombra de esta noche.
-
-
-
- — ¡Cecile!
-
-
-
- Me asomé
por el costado del contenedor y vi a Boss que se acercaba
rengueando un poco, le hice señas para que me viera. Un
momento después estaba conmigo. Se agachó a mi lado y me
puso una mano en el hombro, ejerciendo una presión cálida
y firme, esperando en silencio que lo enfrentara. Encontré
su sonrisa amable, comprensiva. Sacudí la cabeza.
-
-
-
- — Mi
amiga... —dije, casi sin voz.
-
-
-
- —
Slash y Trash están con ella, Run iba de refuerzo al tercer
piso. Salen en cualquier momento.
-
-
-
- Entonces
miré hacia el poste, donde Pauline seguía hecha un ovillo,
apenas visible desde mi posición. Boss entendió y fue
hacia ella. Pauline se asustó al verlo, pero nadie que lo
vea sonreír puede seguir asustado mucho tiempo. Boss le
habló en voz baja, me pareció que Pauline se
tranquilizaba, los vi volverse hacia el edificio y oí voces
desde la puerta. Me estaba parando cuando el suelo tembló y
la calle se iluminó como en pleno día con un estruendo
ensordecedor. Sólo atiné a encogerme al sentir que caían
cosas desde el aire y me tapé la cabeza con los brazos.
-
-
-
- Escuché
un grito terrible de desesperación: era Pauline. Me animé
a levantar la cabeza y la vi iluminada por el fuego que
asomaba por el corredor de la puerta lateral... La vi
pararse y correr tambaleante hacia el edificio. No pude ni
siquiera gritarle que se detuviera. La vi desaparecer en el
humo que salí del pasillo. Vi una una sombra correr tras
ella. Esquivé a los tropezones el contenedor y traté de
seguirla, pero otra sombra me cortó el paso y un abrigo
oscuro se abrió para cubrirme la cabeza, al tiempo que una
lluvia de vidrios empezaba a caer al estallar las ventanas
de los pisos superiores. Me apreté contra ese cuerpo, me
dejé guiar a ciegas.
-
-
-
-
-
-
-
- *
* *
-
-
-
-
-
-
-
- Nos
alejamos varios pasos y el brazo que me cubría se retiró.
Me erguí aturdida para encontrar los ojos verdes que seguían
mirándome con fijeza, como si no hubieran dejado de
seguirme desde ese horrible momento en el corredor. Aparté
la vista hacia el edificio. Tres siluetas se acercaban desde
la puerta lateral. Slash caminaba apoyándose en Trash, Boss
cargaba un cuerpo en sus brazos. Sentí que mis piernas
flaqueaban, pero dos manos firmes me sujetaron los brazos,
sosteniéndome. Slash dijo algo antes de llegar hasta
nosotros. Run me obligó a firar y enfrentarlo mientras los
otros tres pasaban a mis espaldas hacia la camioneta. Quise
voltear la cabeza pero él me sacudió, impidiéndome ver el
cuerpo que Boss llevaba.
-
-
-
- — ¡Mirame!
—su voz restalló como un latigazo y le obedecí
involuntariamente. Su expresión se hizo menos dura—. Tu
amiga está viva pero se quemó antes de que Boss pudiera
sacarla, ahora la van a llevar al hospital y mañana vas a
poder verla.
-
-
-
- Me
costaba comprender lo que me decía, como si en el shock me
hubiera olvidado cuanto sabía de su idioma. Lo repitió con
lentitud, permitiéndome asimilar las palabras una por una.
-
-
-
- —
Pero... —balbuceé—. Silvie...
-
-
-
- Meneó
la cabeza. — Bajábamos con ella cuando nos atacaron.
Slash trató de cubrirla pero lo hirieron en una pierna. La
mataron antes de que pudiéramos abrirnos paso.
-
-
-
- Bajé la
vista turbada. Silvie muerta. Pauline con quemaduras tal
vez graves. Slash herido... me sentí más segura de mis
piernas y me aparté de él, liberándome de las manos que
sujetaban mis brazos como grilletes. Saqué un cigarrillo
con movimientos mecánicos, sin detenerme a considerar que
edificio en llamas, escapes de gas, etc.
-
-
-
- — Al
pedo —murmuré buscando el encendedor, no podía pensar
otra cosa—. Todo esto al pedo... —prendí el cigarrillo,
di dos pasos, los retrocedí siempre mirando el suelo—. ¡Mataron
a Silvie! —me agarré la cabeza con las dos manos tratando
de contener el llanto—. Y todos esos muertos... Y Pauline
en el hospital... y Slash...
-
-
-
- Me
interrumpí al sentir un olor raro, me miré espantada las
manos, viendo por primera vez las manchas de sangre, ahora
secas y pegoteadas de barro. Todo dio varias vueltas
vertiginosas a mi alrededor, hasta que otras manos sujetaron
las mías, oscuras, fuertes, un ancla que devolvió las
cosas que me rodeaban a su lugar. Lo miré con los ojos muy
abiertos, aturdida. Ahora las manos de Run parecían ser lo
único capaz de sostenerme y mantenerme contectada a la
realidad.
-
-
-
- — Pero
esos hijos de puta no van a hacer más negocios. Y todas las
demás chicas que tenían acá salieron vivas y bien, Boss
llamó a la policía para que las levante —agregó, y creo
recordar que su locuacidad me sorprendió—. Lamento que la
única que no pudimos salvar haya sido tu amiga. Sobre todo
después de lo que hiciste por mí hoy.
-
-
-
- Mis
dedos se cerraron solos para estrechar sus manos
enguantadas. Podía adivinar en sus ojos la furia que aún
lo agitaba, la impotencia, la culpa. Fruncí el ceño
meneando la cabeza.
-
-
-
- — Run,
yo no...
-
-
-
- Asintió
muy serio, mirándome con intensidad. — Sí, vos sí, y
nosotros no pudimos... yo no pude...
-
-
-
- Le solté
las manos y le eché los brazos en torno a la cintura, mi
mejilla apretada contra su pecho. Retrocedí enseguida con
un gesto de disculpa.
-
-
-
- —
Perdoná... —murmuré avergonzada, la vista baja.
-
-
-
- Run me
observaba como si se hubiera convertido en piedra, una
incomprensión absoluta en la cara. Le di la espalda, prendí
otro cigarrillo para reemplazar el que dejara caer, me apreté
los párpados cerrados sintiendo que me ardían los ojos,
respiré hondo tratando de calmarme.
-
-
-
- —
Vamos a casa —lo escuché decir, y me pasó por al lado
con sus zancadas largas y firmes hacia la esquina cercana.
-
-
-
- Se
detuvo bajo el farol y se volvió hacia mí. Lo alcancé
apresurada y seguimos caminando lado a lado por la calle
desierta. Dos camiones de bomberos se acercaban por la calle
de la entrada principal, sacudiendo al vecindario con sus
sirenas. Detrás nuestro el edificio ardía, iluminando
nuestro camino como una gigantesca hoguera. Proyectando
delante nuestro nuestras propias sombras, largas y oscuras,
cambiantes, hacia el fin de la noche.
-
-
-
-
-
-
-
- *
* *
* *
-
-
-
-
-
-
-
- Día
4
-
-
-
-
-
-
-
- Se sentía
bien. Se sentía tan bien... Todo era tal como lo
hubiera imaginado, de haber tenido ocasión para hacerlo...
Sus manos resbalando por mi espalda, sus labios en mi
cuello, la caricia de su pelo largo y oscuro rozando mi
piel, su pecho agitado contra el mío. Yo sólo podía
cerrar los ojos, intentando en vano contener los suspiros
que él me arrancaba con cada beso, aferrándome a esos
brazos que me cercaban y me sostenían. Busqué a tientas su
cara y la sujeté, alzándome para besarlo... Encontrando,
en cambio, los fríos ojos verdes de Run... Me aparté
de él como quien se aparta de una botella de ácido
volcada, lo rechacé con horror, agitando frenética las
manos ante mí para alejarlo. Y vi espantada los trazos
rojizos que mis dedos dejaba en su pecho. Y al mirar mis
manos vi la sangre que las cubría, sangre fresca que
goteaba entre mis dedos y sobre mi cuerpo.
-
-
-
-
-
-
-
- Me senté
de un salto en la cama, advirtiendo que tenía ambas manos
apretadas contra la boca. Las aparté de mi cara con un
escalofrío y las expuse a la escasa luz que llegaba del
jardín posterior, comprobé aliviada que no había rastros
de sangre en ellas. Creí escuchar dos sonidos breves,
apenas audibles, desde el corredor, miré a mi alrededor
desorientada. El corazón me latía desbocado y me costaba
respirar, pero por suerte mi mente recuperó un mínimo de
coherencia. Estaba en el dormitorio de Run. Yo me había
negado a seguir ocupando el de Slash, que necesitaba una
cama cómoda como la suya para descansar su pierna herida.
Pero Run, a su vez, se había negado a que yo durmiera en el
sillón del estar, disponiendo que esa noche usara su propio
cuarto.
-
-
-
- Pero la
escasa lógica que recuperara para reconocer el lugar se
esfumó cuando la última imagen de mi sueño volvió a
dibujarse con claridad en mi cabeza. Me cubrí la cara con
las manos ahogando un gemido, las lágrimas quemándome los
ojos, la garganta dolorosamente cerrada. Me hice un ovillo,
meciéndome atrás y adelante mientras luchaba por acallar
el ruido de mi llanto, que parecía despertar ecos en todos
los rincones de esa habitación tan fría y oscura.
-
-
-
-
-
-
-
- —
Tranquila, ya pasó.
-
-
-
- El mero
sonido de esa voz me hizo temblar. Sentir la breve presión
de esa mano en mi hombro me hizo saltar a un costado,
intentando por cualquier medio apartarme y evitando al mismo
tiempo mirarlo. La mano se retiró de inmediato. Me tomó
varios segundos levantar la cabeza y enfrentarlo, una figura
oscura en la penumbra de la habitación, quieta y erguida a
mi lado. La misma maldita sombra que, ahora lo sabía,
poblaría mis sueñor por un buen tiempo desde esa noche.
Hallé sus ojos por intuición y lo miré furiosa.
-
-
-
- — ¿Qué
hacés acá?
-
-
-
- Las
palabras silbaron entre mis dientes apretados. Desde que lo
conociera en se callejón tres noches atrás, Run había
estado siempre ahí acechando, observando, escuchando,
disponiéndolo todo según mejor le pareciera. Aún me
costaba respirar bien, pero ya no por mi llanto. Un calor
desconocido me ganaba el pecho, colmándome de rabia y
rechazo. Pero Run no se dio por aludido. Por supuesto que no
lo iba a hacer. Me miró un momento más y se sentó en el
borde de la cama sin la menor vacilación.
-
-
-
- — Te
escuché quejarte. Llamé a la puerta y no contestabas.
Entonces te oí llorar, así que entré.
-
-
-
- Hablaba
como si nada, ignorando la furia y el rechazo que yo sabía
evidentes en mi cara.
-
-
-
- —
Estoy bien.
-
-
-
- — ¿Segura?
-
-
-
- Me
incliné hacia él sintiendo unas ganas locas de darle al
menos una cachetada. La última persona que quería tener
cerca en ese momento era él. Porque era capaz de despertar
en mí una violencia que yo jamás había siquiera imaginado
que existiera en mi interior. Y lo que estaba sintiendo
ahora era la mejor prueba.
-
-
-
- —
Estoy bien. Quiero estar sola.
-
-
-
- Volvió
la cabeza para mirarme de frente y pude ver que su expresión
recuperaba su fría impasibilidad de siempre. Pero no se
movió. Hubiera querido gritarle a todo pulmón.
-
-
-
- —
Quiero estar sola —repetí en un siseo furioso.
-
-
-
- — Eso
es exactamente lo que menos querés.
-
-
-
- No pude
contenerme. Olvidándome por completo que sólo llevaba
puesta la camisa del mi pijama, me arrodillé en la cama y
hundí los puños en las mantas para inclinarme más hacia
él.
-
-
-
- — Dejá
de de meterte en mi vida —empujé su hombro con un dedo
acusador—. Y andate.
-
-
-
- Su mano
detuvo la mía en el aire cuando estaba por volver a
tocarlo, cerrándose sólo con la fuerza necesaria para
inmovilizarlo. Su fría serenidad demolió cualquier
vestigio de autocontrol que pudiera quedarme. Me liberé de
un tirón y descargué un puño contra su pecho.
-
-
-
- — ¡Andate!
—hubiera querido gritar, pero la violencia de mis
emociones ahogaba la voz en mi garganta—. ¿No tuviste
suficiente ya? ¿No te alcanza con que haya matado a ese
tipo? ¡Con que me haya convertido en una asesina por vos,
por tu culpa!
-
-
-
- Ahora
golpeaba su pecho con las dos manos, erguida sobre mis
rodillas, su cara borroneada por las lágrimas. Pero la
penumbra oscurecía su pelo trigueño con una sombra rojiza.
Y el color se extendió por todos lados, viscoso y húmedo,
cegándome. Sacudí la cabeza tratando desesperada de
apartar la sangre de mis ojos. Run me había sujetado ambas
muñecas, conteniéndome. Volví a verlo a la luz del fuego,
también sujetando mis manos y sosteniéndome. La
misma maldita expresión imperturbable, la misma maldita
comprensión ante mis reacciones. Forcejeé para liberarme
de él. Su piel me quemaba ahí donde tocaba la mía. Perdí
mi precario equilibrio y caí hacia atrás, tan
repentinamente que lo arrastré conmigo.
-
-
-
-
-
-
-
- Lo
siguiente fue sentir un peso sobre mi pecho y mi abdomen y
una respiración un poco agitada sobre mi cara. Y al abrir
los ojos encontré los de Run mucho más cerca de lo que
esperaba. Estaba de espaldas sobre la cama, una mano a cada
lado de la cabeza y ambas todavía sujetas por las de Run,
que había caído sobre mí. Pero eso no era todo: había caído
con las piernas separadas, y entre ellas estaba ahora el
resto del cuerpo de Run que no quedara directamente encima mío.
La impresión me mantuvo pegada a la cama, pero fue cuestión
de segundos.
-
-
-
- — Salí.
De. Acá —separé las palabras para acentuar su
significado.
-
-
-
- Run se
alzó instantáneamente apoyándose en sus manos, permitiéndome
volver a llenar los pulmones. Me miró con fijeza a los ojos
pero su expresión no era ninguna que yo le conociera.
Entonces volvió a apoyarse sobre mí y aplastó su boca
contra la mía. Esta vez la sorpresa realmente me
paralizó. Sus labios se separaron sobre los míos, y apenas
fui consciente de que estaba respondiendo a su beso, ofeciéndole
mi boca entreabierta. Sus manos se aflojaron en torno a mis
muñecas y pude enredar mis dedos en su pelo... Hasta que la
situación me alcanzó en todo su significado. Ese cuerpo
sobre el mío cuya respuesta podía empezar a percibir, esa
boca conta la mía, la respiración agitada, el calor, todo
eso que yo estaba aceptando, a lo que mi propio cuerpo
empezaba a responder... era Run.
-
-
-
- Abrí
los ojos desorbitados y aparté mis manos de su cabeza. Él
se detuvo de inmediato. Sus labios se cerraron con suavidad
sobre los míos, apartándose. Me estremecí de pies a
cabeza al volver a enfrentar su mirada. Aunque ya no nos besábamos,
nuestros cuerpos seguían en estrecho contacto. Y lo peor
era que ese contacto era bastante más que agradable. A no
ser por la ropa, se sentía exactamente como el sueño que
acaba de tener y... Reprimí un gemido de desesperación.
-
-
-
- Run había
apoyado los codos a ambos lados de mi cabeza para sostenerse
y me observaba en silencio, manteniendo su agitación
controlada, seguramente leyendo mi cara las sensaciones tan
contradictorias que me golpeaban una tras otra sin pausa. Y
yo sólo podía mirarlo a él, incapaz de apartarme de esos
ojos de hielo. No. De hielo no. Yo había visto el fuego en
ellos. Un fuego que había hallado eco en mí. Algo en
cierto sentido similar a lo que ahora brillaba en su mirada.
-
-
-
- La
comprensión me golpeó como un rayo. Por supuesto que era
él. Resultaba penosamente obvio, pero hasta ese momento no
fui plenamente consciente. Run leyendo mi poesía. Run ceñudo
ante el capullo blanco. Run negándose a que los acompañara...
Run y yo frente a frente en ese corredor blanco y un cadáver
ensangrentado entre nosotros. Run cubriéndome y sosteniéndome
a la luz del edificio en llamas. Run evitando que la
violencia y el horror de esa noche me arrastraran en su
marejada. Run en mis sueños. Visiones de placer que mi
culpa y mi negación convertían en visiones de sangre. Volví
a estremecerme ahogando otro gemido.
-
-
-
-
-
-
-
- Él no
se había movido, no había emitido el menor sonido. Parecía
esperar que el tumulto en mi interior se definiera en un
sentido o en otro, pero que se definiera. Ahora su cabeza
descendió y sus labios acariciaron los míos como un soplo,
brevemente, al mismo tiempo que su cuerpo se alzaba lo
suficiente para dejar de presionar el mío. Sentí el frío
mientras retrocedía y le sujeté la cara. No quería que se
alejara. Ya no. Se detuvo con un brillo extraño en los
ojos, me observó un momento.
-
-
-
- — ¿Estás
segura de que querés que me quede?
-
-
-
- Asentí
buscando su boca, atrayéndolo de nuevo sobre mí.
-
-
-
- —
Mientras no lo estés haciendo por lástima...
-
-
-
- — ¿Lástima?
—había una inflexión divertida en su voz—. ¿Tan pobre
es tu concepto de mí?
-
-
-
- No lo
dejé terminar. Sus labios eran increíblemente suaves y
tiernos. Run deslizó un brazo bajo mi espalda mientras sus
caderas se movían contra las mías suavemente. Su boca
resbaló hacia mi cuello, eché la cabeza hacia atrás con
un suspiro tembloroso.
-
-
-
- ¿Cómo
no lo había visto antes? Me aferraba tontamente a esos ojos
almendrados de sonrisa adorable, una excusa torpe de
distracción en medio de aquella crisis inesperada e
incomprensible. Mientras todo adentro mío se estremecía
ante la sola idea de Run mirándome o dirigiéndome la
palabra. Un oscuro capullo abriéndose en la noche. La
odiosa sombra del dolor y la muerte estableciendo un frágil
punto de unión... una conexión nada placentera. La muerte,
vieja conocida, disfrazada de un chico excéntrico de mi
edad. Descubrir tu lado oscuro al verlo hecho carne en un
desconocido. Entender un silencio tan difícil de
sostener...
-
-
-
- — Si
alguien más cree que estás teniendo pesadillas...
-
-
-
- — Va a
ser culpa tuya...
-
-
-
- Me erguí
y lo empujé a un costado, tendiéndolo de espaldas sobre la
cama. Sonrió de costado mientras yo me arrodillaba a su
lado y empezaba a desabrocharle la camisa. Me costaba
apartar la vista de sus ojos, iluminados por un rayo oblicuo
que llegaba a través de su ventana. Le acaricié el pecho
con una mano, la otra entendiéndose con los últimos
botones. Me sujetó la cara con suavidad, los dedos enredándose
en mi pelo. Me estiré junto a él explorando con mis manos
su pecho y su abdomen, sin detenerme hasta su cinturón. Besé
su pecho mientras seguía desnudándolo. Run se apoyó en un
codo y sus piernas mandaron los jeans y los boxer volando a
algún rincón con dos sacudidas perentorias. Con un simple
impulso me alzó hasta tenderme sobre él y me besó. Se
deshizo de mi camisa sin esfuerzo, me estrechó contra su
pecho, sus ojos fijos en los míos.
-
-
-
- — Podría
estar horas así... —murmuró—. Simplemente mirándote y
sintiendo tu cuerpo con el mío...
-
-
-
- Sus
palabras me sorpendieron tanto que me quedé mirándolo
boquiabierta. Volvió a sonreír, toda su cara iluminada por
ese gesto.
-
-
-
- — ¿Tan
increíble te resulta?
-
-
-
- Moví la
boca sin que ningún sonido coherente brotara de ella, fruncí
el ceño. ¿Cómo explicarle lo que estaba sintiendo? La
flor oscura buscando desesperada un rayo de luz que la
convirtiera en algo más que una sombra de dolor y muerte.
Su cuerpo, su voz, sus ojos ofreciéndome inesperadamente
una esperanza.
-
-
-
- — ¿Por
qué entraste?
-
-
-
- Run no
se mostró sorprendido por mi pregunta.
-
-
-
- — Me
pareció que necesitabas compañía, y considerando que los
demás están en su quinto sueño... Pensé que tal vez
aceptarías que yo te acompañara un rato.
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- Sacudí
la cabeza. — Es que... yo... vos... Jamás imaginé que...
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- — Yo
tampoco. No fue por eso que entré, si era lo que querías
saber.
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- Me
acarició con dulzura la cara, apoyando un dedo sobre mis
labios para acallarme.
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- — No
trates de entenderlo —mientras hablaba deslizó lentamente
mi ropa interior hacia abajo, enviándola a buscar a sus
jeans en el rincón—. La muerte no tiene por qué ser lo
único que nos acerque...
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-
-
- Alzó un
poco las caderas, sus brazos volvían a estrecharme. Hubiera
querido que el mundo dejara de girar y que los últimos
vestigios de la noche no se fueran nunca. Sus labios se
agitaron junto a los míos. Abrí los ojos para encontrar el
fuego en los de él. Ese fuego que, ahora lo sabía, también
ardía dentro mío, para bien o para mal.
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- No podría
decir cuánto duro aquello en términos de relojes. Para mí
esa noche fue una vida paralela dentro de mi vida y es
imposible aplicarle ninguna convención. Hacer el amor con
Run fue lo más inverosímil que hubiera podido ocurrir
antes de su fin... también lo más hermoso, y lo único que
más tarde le confirió algún viso derealidad en medio
detanta confusión. Sólo después me percaté de que el
cielo nocturno parecía haberse derretido al otro lado dela
ventana, fundiéndose con los colores incipientes del
amanecer que llegaban desde el río. Pero mientras tanto, no
podía ser consciente de otra cosa que no fuera él. Él
adentro, él afuera, sus brazos conteniéndome, sus caderas
cercándome, sus suaves gemidos, esos ojos terribles y espléndidos
cerrándose lentamente conforme me arrastraba con él. Y me
perdí en algún lugar donde lo único que podía hacer era
entregarme por completo a él entre temblores y suspiros,
besando cualquier parte de él que cayera al alcance de mi
boca. Hasta que su boca volvió a cubrir la mía, sudoroso y
agitado como yo, incapaz de esperar más. Ahogué contra su
cuello mi último gemido recibiendo en mi vientre todo su
calor. Lo sentí estremecerse, todo él muy adentro mío,
abrazándome con fuerza.
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- Permanecimos
inmóviles varios minutos, estrechamente abrazados, las
piernas enlazadas, simplemente recuperando el aliento. Run
se dejó caer de espaldas en la cama a mi lado, un brazo
bajo mi cuello, me apreté contra su cuerpo abrazando su
pecho. Dejó oír un fuerte suspiro. Yo sólo podía
permanecer pegada a él, incapaz de hablar o moverme, aún
deseando que todo aquello no terminara jamás, que la mañana
no terminara de llegar nunca. Sus dedos revolvieron
cansadamente mi pelo. Alcé la cabeza y apoyé el mentón en
su pecho para mirarlo; sus ojos se habían desviado hacia la
ventana, donde el cielo era cada vez más claro. Fue
entonces que vi el capullo de rosa roja sobre la mesa de
luz. Me estiré para agarrarlo y torné a mirar a Run
desconcertada. Me enfrentó sonriendo de costado, me instó
a acercarme para besar brevemente mis labios, me acarició
una mejilla. La dulzura en su expresión me hizo estremecer.
-
-
-
- — Te
la dejé ahí antes de que te acostaras, mientras te
duchabas... Para levantarte el ánimo... Es mi flor
favorita... —su voz era una caricia cálida como su piel.
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-
-
- Me llevé
el capullo a los labios cerrando los ojos, aspirando el
delicado perfume de los pétalos apenas abiertos. Sentí su
mano apartando el pelo de mi cara, me estremecí de nuevo
sin abrir los ojos y volví a hacerme un ovillo contra su
costado. Él me estrechó en silencio mientras el
agotamiento iba ganando cada músculo de mi cuerpo. Sentí
frío. Run se dio cuenta y levantó sábana y mantas caídas
sin soltarme, tapándonos a ambos.
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-
-
- —
Necesitás dormir.
-
-
-
- — No
quiero que te vayas...
-
-
-
- Me acercó
más aún a su cuerpo besándome el pelo.
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-
-
- — No
te preocupes. Vos te vas a ir antes que yo.
-
-
-
- Hubiera
deseado preguntarle qué había querido decir, pero me sentía
tan bien entre sus brazos, sintiendo latir su corazón en mi
oído. Me adormecí sin poderlo evitar. La mañana
despertaba allá afuera, trepando hasta la ventana para
saludarnos.
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- *
* *
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-
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-
- Cuando
terminé el cigarrillo, volví a la pieza donde Pauline dormía.
Afuera llovía., un frágil velo gris que temblaba al otro
lado de los vidrios empañados. Caminé hasta la ventana
ahogando un suspiro, evitando volver a mirar los vendajes en
la cara y los brazos de mi amiga. Como si precisara más
cicatrices de lo que vivió, pensé con rabia.
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- — ¿Qué
te pasa?
-
-
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- La voz
de Pauline rompió el pesado silencio de la habitación, débil,
pastosa. Me volví hacia ella forzando una sonrisa y sacudí
la cabeza. Al girar mis ojos se detuvieron un instante en mi
valija y mi mochila, que acomodara en un rincón.
-
-
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- — Por
lo que me dijo el doctor, en dos días te dan el alta...
-
-
-
- Ella
hizo una mueca que expresaba perfectamente lo que pensaba al
respecto. Cerró los ojos de nuevo. Los sedantes seguían
haciendo efecto. Me senté a su lado con la vista perdida en
la ciudad borroneada tras la lluvia. Pensé en Run y en los
demás. “Vos te vas a ir antes que yo”... Había
tenido razón. Me había despertado antes que él, los otros
seguían en sus cuartos, durmiendo también después de
semejante noche. Me había deslizado en la pieza de Slash a
recuperar mis cosas, me había ido sin ruido, como un ladrón,
sin despedirme, sin darles las gracias. A pesar de que no me
cabían dudas que Pauline y yo seguíamos vivas gracias a
ellos. Simplemente me había ido.
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-
-
- — ¿Qué
fue lo que no me contaste...?
-
-
-
- Hablaba
con los ojos cerrados. Me permití suspirar. Todo lo que había
pasado se cernía sobre mi cabeza como una sombra difícil
de soslayar, más diíficl aún de enfrentar. Sentí por un
momento la forma del capullo de rosa que tenía guardado en
el bolsillo de mi camisa. Pauline movió apenas una mano,
tendiéndomela. La tomé y la estreché sin lograr sonreír.
Sabe que me estoy callando algo. Pero no podía
contarle todo lo que había pasado la noche anterior.
No de momento al menos. Tal vez algún día encontrara el
valor de sacarlo a la luz y excorcisarlo poniéndolo en
palabras. Tal vez nunca me atreviera a hacerlo. Y mientras
tanto, también Run quedaría preso de mi secreto. Sólo una
rosa encontrada en la noche. Abriéndose junto a mi pecho.
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